Madrugada del 20 al 21 de abril, cerca de Genk, en el Flandes belga fronterizo con el sur de Holanda. Cuando Bélgica todavía no había empezado la desescalada
del confinamiento por el coronavirus, varios individuos enmascarados y fuertemente armados irrumpen con violencia en una vivienda. En pocos segundos atan con cuerdas al matrimonio de origen kurdo y se llevan secuestrado, en un vehículo robado, al hijo de 13 años. La Policía hablaría después de profesionales.
Las autoridades belgas ponen en marcha una operación de envergadura en un país que vivió en los años 90 un trauma con el secuestro, violación y asesinato, por parte de Marc Dutroux, de varias adolescentes. Cientos de policías locales y federales, los servicios secretos y agentes de los países fronterizos buscan al adolescente. En las investigaciones, según el diario La Libre Belgique, participa incluso el FBI estadounidense.
Los medios de comunicación empiezan a enterarse pero mantienen el secreto para no entorpecer la investigación. Los secuestradores se ponen en contacto con la familia. Piden cinco millones de euros, una cantidad que los padres del chico secuestrado en principio no pueden reunir. Parece una familia acomodada, pero no tanto. Si se llegó a pagar el rescate sigue siendo una incógnita.
Los agentes nunca consiguieron localizar a los secuestradores a pesar de que escuchaban sus llamadas. Cuenta la televisión pública francófona que estos usaban teléfonos GPG, un modelo que hace imposible que escuchar sus conversaciones con las tecnologías que manejan ahora mismo los servicios policiales y la inteligencia.
La Policía belga emplea todos sus recursos. Los siete días de la semana, 24 horas, cientos de agentes buscan la menor pista, van pinchando teléfonos la búsqueda de un error que permita localizar una llamada, vigilan casas, coches, se apoyan en información de servicios secretos extranjeros.
Liberación y muchas dudas
Madrugada del 31 de mayo al 1 de junio. Agentes policiales rescatan al adolescente en buen estado de salud y lo ponen en manos de su familia. Inmediatamente, tanto el chico como sus padres reciben apoyo psicológico tras 42 días de secuestro. Este lunes los policías realizaron 13 operaciones y detuvieron a siete personas, que ya pasaron a disposición judicial. Todas las operaciones se realizaron en localidades cercanas a Amberes y Genk, cerca de donde fue secuestrado el adolescente.
¿Ajuste de cuentas entre narcos o financiación yihadista?
La Policía investiga ahora qué hay detrás del secuestro más largo de la historia de Bélgica. El diario Het Belang van Limburg, citando fuentes de la investigación, asegura que en la familia del secuestrado hay personas con antecedentes policiales por narcotráfico, que su padre fue recientemente condenado a una pena menor y que su tío cumple una condena de 15 años de prisión después de que la Policía le hubiera incautado un alijo de drogas en el puerto de Amberes. Así, el secuestro podría ser un ajuste de cuentas o una forma de un grupo de narcos de cobrarse una deuda de otro grupo.
El mismo diario, un pequeño periódico regional de la región de Genk, lanzaba otra hipótesis. Entre los detenidos en las redadas del lunes se encontraría Khalid Bouloudo, un individuo residente en Maaseik, una pequeña localidad muy cercana a Genk. A falta de confirmación por parte de la Fiscalía, el perfil de Bouloudo se aleja de los narcos.
Es uno de los islamistas más vigilados por la autoridades belgas y fue condenado en el pasado a tres años de prisión por reclutar jóvenes para enviarlos a combatir en Siria con grupos terroristas como Al-Qaeda o Daesh. De confirmarse su participación en el secuestro se abriría otra pista, la de que el ISIS lo hubiera organizado para recaudar fondos.
Bruselas, especial
Clarín