Rusia decidió aprovechar la segunda ola de la pandemia de coronavirus para restringir, mediante la aprobación de nuevas leyes, las libertades políticas y la capacidad de maniobra de la oposición al Kremlin de cara a las elecciones legislativas del próximo año.
“No buscamos agarrar y prohibir, pero queremos protegernos de la injerencia” externa con estas leyes, argumentó el presidente ruso, Vladimir Putin, al reunirse con el Consejo de Derechos Humanos adscrito al Kremlin.
Las declaraciones llegan mientras Rusia intenta ponerse al frente a nivel mundial de las vacunaciones contra el coronavirus, con el fármaco Sputnik V, que empezó a aplicar el sábado pasado.
Putin respondía así a las agrias críticas contra varias leyes draconianas que la mayoría oficialista en la Duma o Cámara baja se dispone a aprobar antes de que termine el año con el argumento de defender la soberanía de la “mano negra” de Occidente.
Se trata de leyes que afectarán la actividad de opositores, activistas, periodistas, observadores electorales y corresponsales, además de ONG, lo que ha llevado al Consejo de Europa a dirigirse a Moscú para que dé marcha atrás.
El proyecto de ley más controvertido y que fue aprobado esta semana en primera lectura por la Duma es aquel que plantea catalogar como “agente extranjero” tanto a personas físicas como a organizaciones sociales que “reciban financiación extranjera y participen en la vida política del país”.
Una vez sea aprobada la ley, promovida por el partido del Kremlin, Rusia Unida, las autoridades podrán designar “agente extranjero” a cualquier particular, incluido un ciudadano extranjero, o periodista implicado en actividades que las autoridades consideren “políticas”.
Según el diputado oficialista Vasili Písarev, “actividades políticas” significa organizar mítines, intentar influir en los resultados electorales o en la adopción de ciertas leyes.
Eso afectaría a organizaciones como Gólos (Voto), que velan por la limpieza de los comicios, Greenpeace o aquellas asociaciones o grupos formados por periodistas de investigación, una moda en alza en Rusia.
Esos “agentes extranjeros” deben registrarse ante el Ministerio de Justicia y presentar documentación dos veces al año sobre sus actividades y fondos recibidos del extranjero, además de catalogar cualquier publicación con esa etiqueta, para que el lector sepa que está financiada desde el extranjero.
Golpe para el opositor Navalny
Los miembros de Rusia Unida también se proponen impedir por ley que esas personas puedan ostentar cargos en la administración pública, tanto local como federal.
En el caso de aquellos políticos que reciban fondos del exterior, deberán precisarlo cuando presenten su candidatura en unas elecciones.
Tanto la prensa como la oposición consideran que la ley busca allanar el camino para la victoria de Rusia Unida en las elecciones legislativas de septiembre próximo, para cuando se espera que ya haya vuelto de Alemania el aún convaleciente líder opositor, Alexéi Navalny, envenenado en agosto con el agente tóxico Novichok, de fabricación rusa.
Y es que, una vez que Navalni no puede presentar su candidatura por tener antecedentes penales, ahora son sus correligionarios los que pueden verse privados de la posibilidad de concurrir a unas elecciones.
El Fondo de Lucha contra la Corrupción de Navalny ya fue catalogado como “agente extranjero”, lo que ahora podría afectar a toda la red de colaboradores con la que cuenta en todo el país y limitaría sus opciones de acceder a las asambleas locales y a la Duma.
La polémica coincide con la caída de la popularidad de Putin entre los más jóvenes, el granero electoral de Navalny, del 36% al 20% en comparación con diciembre de 2019, según una encuesta publicada este jueves por el Centro Levada.
Contra marchas y piquetes
Los diputados oficialistas también se han puesto firmes contra las manifestaciones y piquetes opositores individuales, la única forma de protesta permitida en Rusia sin autorización previa. Según otra ley, quieren prohibir la financiación exterior de todo acto público.
También se impedirá celebrar manifestaciones frente a edificios públicos, como las sedes del Ministerio del Interior o el Servicio Federal de Seguridad (FSB), lo que indignó especialmente a la oposición.
Otro punto que dolió mucho a la oposición radical al Kremlin es la equiparación de los piquetes a los mitines, por lo que habrá que pedir autorización y, por lo tanto, dejarán de ser espontáneos.
Putin, al que una veterana activista le echó en cara en directo que el proyecto se contradiga con un fallo del Tribunal Constitucional, defendió la ley aduciendo que las potencias extranjeras utilizan cualquier laguna legal para intentar influir en la agenda política rusa.
“Nuestra gente es honesta, buena y hace bien su trabajo, pero aquellos que les pagan, por regla general, se guían por otros objetivos, que no son el fortalecimiento de Rusia, sino su contención. Esa es la clave del problema”, dijo el presidente, aunque prometió que se dirigirá a la Administración presidencial y a los diputados para que revisen su contenido.
Por Ignacio Ortega, agencia EFE