Las elecciones en 2021 darán forma al equilibro de poder entre oficialismo y oposición, además de marcar el clima electoral para las presidenciales de 2023. Por Sergio Berensztein
La política argentina acaba de ingresaren un nuevo año electoral. En 2021 se renovará la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado (para la Cámara Alta serán elegidos los nuevos representantes de Catamarca, Chubut, Córdoba, Corrientes, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán). Los comicios darán forma al equilibrio de poder entre oficialismo y oposición por los próximos dos años y pueden servir para anticipar, aunque tan solo sea de forma parcial e incompleta, el clima electoral de cara a las presidenciales de 2023. Por eso, pueden resultar claves para el futuro de la Argentina.
Aún es demasiado pronto para realizar pronósticos precisos o confeccionar sondeos de intención de voto con verdadera capacidad predictiva. Además, existen múltiples interrogantes respecto al marco en el que se celebrarán las elecciones: reglas de juego (aunque parece haber naufragado la intención de anular las PASO), candidatos de cada fuerza, velocidad y tiempos de la recuperación económica, adquisición de la vacuna y final de la pandemia, la evolución de la cuestión de la inseguridad; en función de como se definan estos y otros múltiples interrogantes las preferencias del electorado pueden verse afectadas.
Sin embargo, sí es factible realizar un análisis preliminar midiendo la potencial retención del voto de cada fuerza tomando como punto de comparación las elecciones de 2019. El sondeo que realizamos en D’Alessio IROL -Berensztein muestra que en este momento tanto el Frente de Todos (FDT) como Juntos por el Cambio (JxC) poseen un elevado nivel de retención del voto, aunque hay una ventaja de 10 puntos porcentuales a favor de oficialismo. ¿Las mayores dudas entre los votantes de JxC (17%) pueden deberse a la irrupción de las fuerzas de derecha / liberales que están teniendo éxito en seducir a una porción de su electorado? Aún es temprano para saberlo, pero es una posibilidad que no puede ser descartada. A su vez, entre aquellos que votaron por terceros candidatos en 2019 (Roberto Lavagna, Nicolás del Caño, Juan José Gómez Centurión o José Luis Espert) la indefinición es notable (38%), pero es previsible teniendo en cuenta que ni siquiera es una certeza que estas mismas fuerzas vayan a participaron bajo qué alianzas y con qué candidatos lo harán.
Otro aspecto interesante que monitoreamos en D’Alessio IROL – Berensztein, y puede ser útil para anticipar las preferencias del electorado, es el ranking de temas que más preocupan a los argentinos. En diciembre, la inflación lideró esta clasificación con el 79%, mientras que la inseguridad y la incertidumbre por la situación económica quedaron en segundo puesto con el 62%. Desde hace cinco meses que la inseguridad ocupa ininterrumpidamente el primer lugar: es una inquietud constante en la cabeza de los argentinos. Para los próximos meses, las consultoras privadas anticipan una aceleración de la inflación (el Relevamiento de Expectativas de Mercado elaborado por el BCRA de noviembre prevé una inflación del 50% en promedio para 2021) por lo que esta es una preocupación que lejos de amainar, podría acrecentarse en el futuro cercano o, de surgir otros imponderables, al menos mantenerse en los primeros puestos.
¿Cuáles son las respuestas del oficialismo y la oposición frente a la máxima preocupación que tiene la ciudadanía? El gobierno se niega a mostrar un plan consistente que brinde una solución de fondo para la inflación. En cambio, coloca parches improvisados y ensaya respuestas de corto plazo, como el atraso tarifario de los servicios públicos y los programas de precios regulados (mecanismos muy conocidos por kirchnerismo, que nunca han dado resultado). En el mientras tanto, intenta evitar el ajuste del déficit fiscal y propone cuestiones anacrónicas. No solo no brinda soluciones para la inflación, sino que pretende seguir financiando un enorme gasto público y alimentar el consumo durante el año electoral con más emisión monetaria. Esto podría provocar un peligroso caldo de cultivo.
Por el lado de la oposición, Juntos por el Cambio nunca realizó una autocrítica por la crisis de 2018 y 2019. En aquellos años, el tipo de cambio y la inflación se dispararon y el electorado guarda un recuerdo traumático por los desaciertos del equipo económico de Mauricio Macri. En consecuencia, los candidatos de este espacio podrían carecer de la suficiente credibilidad para hablar de soluciones para la inflación. Por otra parte, los partidos de izquierda suelen hacer propuestas que lejos de resolver el problema seguramente lo agravarían. Por último, aparecen los liberales que son los que más refieren al tema de la inflación. Para algunos proponen una visión demasiado sesgada o extremadamente economicista, pero lo cierto es que hacen del combate contra la que es la principal preocupación de los argentinos su estandarte de campaña y su carta de presentación. Esto podría brindarles un diferencial durante el proceso electoral.
En la medida que los dirigentes del Frente de Todos y Juntos por el Cambio no hablen de inflación y no tengan un discurso económico consistente, les conceden el espacio a las nuevas fuerzas de centroderecha, derecha o liberales (en un artículo previo realizamos un análisis de su composición). Un antecedente interesante es el de la UCEDE en los años ochenta. Mientras el radicalismo intentaba hacer algunos ajustes, aunque de forma muy parcial y maquillada, y el peronismo desplegaba un discurso populista, los líderes de la UCEDE comenzaron a ganar terreno refiriéndose principalmente a los temas económicos que generaban mayor preocupación: la inflación, la crisis energética, el desabastecimiento. Eso les permitió consolidar una fuerza que electoralmente obtuvo resultados aceptables, aunque su mayor provecho estuvo en que logró influir en la elección de 1989 y en la agenda del menemismo durante los noventa.
Para los comicios presidenciales, la UCEDE indirectamente influyó en la selección del candidato de la UCR, Eduardo Angeloz, quien hizo su campaña hablando del “lápiz rojo”, intentando evitar una fuga de votos hacia la derecha (algo que de todas formas sucedió con Álvaro Alsogaray que obtuvo aproximadamente el 7% de los votos). ¿Le ocurrirá algo parecido a Juntos por el Cambio?¿Deberá adaptar su discurso para evitar una fuga de votos hacia la derecha ante las nuevas fuerzas que están surgiendo? El antecedente de la UCEDE muestra que no es indispensable obtener un triunfo en las elecciones, en ocasiones ni siquiera es necesario estar cerca de alcanzarlo, para generar efectos políticos significativos.
TN