Por Pablo Dócimo (*)
El 25 de febrero de 2009 fue un día muy especial. Tal vez la cruda realidad por la que atravesamos los argentinos no haya sido reflejada por los medios como realmente debería haber sido, ya que todos los ojos, ese día, apuntaban a lo que ocurría en Yapeyú, en el homenaje al General San Martín, luego de la ridícula, estúpida e infantil medida adoptada por el entonces Presidente de facto, el aspirante a dictador Néstor Kirchner, de no permitirle a los Granaderos participar del acto.
Es evidente que algo no andaba bien, tal como ahora, porque tanto él como su esposa gastaban el tiempo haciendo anuncios intrascendentes, publicitando un ridículo y patético plan canje de bicicletas, que además ni siquiera se concretó -como ocurrió hasta ahora con todos esos mamarrachezcos planes- mientras nos estamos pareciendo cada vez más a Venezuela. Es evidente que estaban, y siguen estando, en una sintonía muy distinta a la que las circunstancias ameritan.
El escándalo del “vacunagate” es el más claro ejemplo de lo que fue y sigue siendo el kirchnerismo: una banda de delincuentes a los que lo único que les interesa es el poder y la impunidad.
Curiosamente, Néstor Kirchner cumplía años el 25 de febrero, el mismo día que el Padre de la Patria, el General San Martín. ¿Será un capricho del destino que ambos personajes hayan nacido en la misma fecha?
Llamativamente, uno fue un ejemplo de honestidad, patriotismo, austeridad, rectitud, un verdadero paradigma para los argentinos, América y el mundo, un visionario, no solo como militar, también en lo humano y lo político.
El otro, bueno… el otro también sobresale, pero sobresale, fundamentalmente, por dos razones, la primera es por su hipocresía, y la segunda por su inoperancia, poniéndolo en el otro extremo como uno de los peores presidentes de la historia.
(*) Periodista
Fuente Agencia Nova