Quince años de servicio fueron suficientes. Lionel D., de 45 años, se quitó para siempre la balaclava y dejó las armas tras tres lustros en la ESI (Escuadrón Especial de Intervención), la élite de la Policía belga, la unidad especial antiterrorista que acabó con lo que quedaba vivo de las células yihadistas que atacaron París y Bruselas. Es un ex IRIS, como se conoce a los hombres de su antigua unidad.
Lionel D. entró en las fuerzas especiales de la Policía federal belga en 2002. Tenía 27 años. Un tipo duro, de los que pasan un período de formación tan exigente que incluyó hasta la práctica del ‘waterboarding’, el ahogamiento simulado que usaron los estadounidenses contra miembros de Al-Qaeda en Afganistán. Una práctica que ya no se utiliza en la formación de policías pero que se usaba cuando entró Lionel D. Cuenta que la dureza de la formación sirve para saber dónde están los límites de cada agente, “su sentido de abnegación”.
El trabajo de su unidad se centraba en intervenir cuando una actuación policial era demasiado peligrosa para los agentes normales. Casos de secuestros, de motines en prisiones o de persecuciones de ladrones armados.
La portada del libro “Cazador de terroristas”. Foto: captura
Lo cuenta todo en “Cazador de terroristas”, una obra escrita con ayuda de la periodista Annemie Bulté y que tiene interés sobre todo porque en ella se narran, por primera vez en primera persona, los meses de caza contra los yihadistas, los meses más duros de 2015 y 2016, cuando Bélgica y Francia temieron cada día un nuevo atentado.
Cuenta Lionel D. que hasta entonces, cuando intervenían, muchas veces hacían frente a tipos peligrosos, “a gangsters que intentaban huir, a duros criminales”, pero que eran personas que no estaban dispuestas a morir, “que cuando se veían acorraladas, cuando veían que se enfrentaban a las fuerzas especiales, generalmente se calmaban y se rendían”.
Los yihadistas del Daesh (el ISIS) en Bruselas eran otra cosa.
Un enemigo dispuesto a morir
15 de enero de 2015. Cerca de las cuatro de la tarde en Verviers, una localidad al este de Bélgica, fronteriza con Alemania. Lionel D. y sus hombres son puestos sobre la pista de una célula terrorista gracias a la información de los servicios secretos. Cuenta que sabían que no sería una operación sencilla. Revientan las dos ventanas del bajo y lanzan una granada de ruido para desorientar a los tres terroristas que hay dentro. La respuesta es una ráfaga de tiros de un fusil de asalto. Los agentes responden con sus armas.
Abdelhamid Abaaoud, considerado el “cerebro” de los atentados que causaron la muerte de 129 personas en París. Foto: EFE
Los hombres que estaban dentro pertenecían a la célula de Abdelhamid Abaaoud, el responsable y coordinador de los atentados de París del 13 de noviembre de ese mismo año. Dos de los terroristas mueren en el tiroteo, uno es detenido. Lionel D. y sus compañeros entienden ya entonces que se enfrentan a un enemigo dispuesto a morir, no a delincuentes comunes
. Eso cambia su trabajo. Hay más miedo, más conciencia del peligro. Algún compañero es gravemente herido.
El libro cuenta varios episodios de la lucha antiterrorista en Bélgica en los últimos años. Episodios que hasta ahora sólo conocían los hombres que habían participado en ellos. Uno de los más tensos llega el 15 de marzo de 2016 cuando durante un control dos agentes de Policía creen que han descubierto la guarida de Salah Abdeslam, el único terrorista que sobrevivió a los atentados de París, el hombre por entonces más buscado en Europa.
La peor misión
Rue Dries, Forest, uno de los 19 distritos o comunas de Bruselas. Un barrio de clase media, obrero.
Cuenta Lionel D. que aquella misión fue la peor “porque no estuvo preparada, no la teníamos bajo control. Cuando llegamos ya había un policía herido. Fue un infierno porque Mohamed Belkaïd, yihadista amigo de Abdeslam, tuvo durante largos minutos a tiro a varios policías, que apenas podían protegerse.
Aquella intervención vuelve a fallar en su objetivo principal. Abdeslam estuvo allí pero escapó.
Días después cae en otra intervención de Lionel D. y sus compañeros.
“Abdeslam era como Bin Laden”, cuenta el agente. Se había convertido en un mito, “había que capturarlo, lo sabíamos, fue un alivio para todos, también para la Fiscalía, para los investigadores”. Fue el principio del fin.
Bruselas, especial
ap
Fuente Clarin