En la provincia de Shandong en la Costa Este de China ha surgido en los últimos diez años uno de los tres grandes complejos petroquímicos más importantes del mundo, ubicado en la Bahía de Bohay; y junto con la red de plantas situadas en la costa del Golfo de México en EE.UU. – desde Galvestone, Texas, al Estado de Georgia -; y el arco formado en Europa a partir de Amsterdam hasta Ant West, pasando por Rotterdam, el principal puerto europeo, prácticamente monopolizan más de 60% de la producción mundial.
Las plantas petroquímicas de Shandong – más de 80% son privadas – tienen una capacidad de refinación de 7.900 millones de barriles diarios, prácticamente la misma que la zona del Golfo de México en EE.UU. (9.600 millones b/d) y el sistema petroquímico de Europa (ARA) que alcanza a 7.500 millones de barriles por día.
La capacidad de refinamiento y producción de Shandong es 43% del total de la actividad petroquímica de China, y sería 48% en 2024, en tanto que 75% de su producción depende del petróleo importado.
Hay que agregar que las exportaciones de combustibles (gasoil, gasolina, en primer lugar) de la República Popular aumentaron 277% entre 2012 y 2018, hasta alcanzar a 925.000 barriles diarios ese último año, para trepar luego a 1.09 millones b/d en 2019.
Es una cifra semejante de combustibles a la que exportan Arabia Saudita o India, y más del doble de la que alcanza Japón; y China prevé adicionar otros 900.000 b/d en 2019 llevando la producción a 17,38 millones de b/d, a los que habría que sumar otros 182 millones de b/d en 2020.
De esta manera, China se convertiría en la principal exportadora mundial de productos refinados, y la primera también en bienes petroquímicos.
En ese momento, que es 2021, dejaría en un segundo lugar a la potencia exportadora norteamericana ubicada sobre el Golfo de México, mientras que el arco ARA de Europa quedaría relegado al tercer puesto.
Lo que sucede en Shandong es un punto de inflexión en el contexto del comercio internacional de petróleo. Las importaciones de crudo alcanzaron su mayor volumen histórico con 542 millones de toneladas (7,3% anual) en 2020; y esto ocurrió junto con una nítida tendencia ascendente en el precio del crudo, que trepó por encima de US$70 por barril (Brent) en marzo de este año.
Hay que señalar que la economía de la República Popular se expandió 18,5% anual en enero y febrero de este año, en tanto que las exportaciones crecieron más de 60% en ese periodo.
Conviene subrayar que más de 30% del petróleo que China importa se transforma en exportaciones de combustibles y productos petroquímicos, lo que implica un salto cualitativo acumulativo y sistemático en la escala del valor agregado de los bienes que la República Popular coloca en el mundo.
Es lo que puede llamarse “proceso de sustitución de exportaciones”, realizado a través de un alza cualitativa de su contenido tecnológico y científico, y por necesidad de valor agregado.
Este fenómeno exportador está acompañado por una desregulación generalizada del negocio petrolero en la República Popular; y ahora las refinerías privadas pueden comprar directamente el crudo que importan de los mercados internacionales, sin depender más de las grandes compañías estatales como Sinopec y PetroChina, como ocurría históricamente hasta los últimos cinco años.
Al mismo tiempo hay una desaparición creciente de las propias empresas estatales, y en general de la presencia del Estado, en el intercambio internacional de petróleo de la República Popular.
Es parte de un movimiento de mayor envergadura que realiza la conducción del Estado y del Partido con el liderazgo del presidente Xi Jinping, y que consiste en colocar el acento en la actividad privada, en especial en el área decisiva de las inversiones, en todo el proceso de acumulación chino, lo que coincide con la apertura de su gigantesco mercado interno prácticamente en su totalidad al capital extranjero, en especial el de las grandes transnacionales del mundo avanzado, en 1er lugar la de EE.UU.
Lo que sucede en China podría denominarse como un proceso cada vez más acelerado y profundo de “privatización de su economía”, solo con el riesgo de que el término adquiera un carácter inadvertidamente irónico, tratándose de un sistema de poder dominado por el Partido Comunista, una organización notoriamente “marxista-leninista”.
La República Popular, la segunda economía del mundo (US$15,6 billones/17% del PBI global) crecería 9% del producto, o más, este año. Lo haría guiada por un boom fenomenal de consumo que ya supera al de EE.UU. (US$5,97 billones vs. US$5,46 billones), arrastrado por el gasto de una nueva clase media de 440 millones de integrantes con ingresos comparables a los norteamericanos (US$35.000/45.000 anuales); y lo hace sustentada en un inmenso mercado interno constituido por 1.440 millones de habitantes con un PBI per cápita de US$10.000 anuales que se duplica cada 8/10 años, lo que significa que ascendería a US$20.000 anuales en 2030.
Shandong y la industria petroquímica exportadora china es un caso testigo de este fenómeno histórico de la acumulación capitalista en el siglo XXI.
Fuente Clarin