Que la Argentina carece de US$44.000 millones para pagar los vencimientos del préstamo del Fondo Monetario Internacional en 2022 y 2023 está lejos de ser una novedad. Pero la remarcación de la vicepresidenta le sumó relevancia al tema.
En el escenario definido por Cristina Kirchner, ella amenaza con no pagar y manda al ministro Martín Guzmán a negociar una prolongación de los plazos para poder hacerlo. Casi kirchnerismo básico.
Lo vivió el actual gobernador bonaerense Axel Kicillof cuando en sus tiempos de ministro de Economía negoció largo con el Club de París para evitar un pago pero terminó pagando.
Con el FMI las deudas se pagan pero también se refinancian y no hay precedente de que ese organismo internacional haya mandado al default a un país y menos, en este caso, por tratarse de la mayor acreencia que tiene vigente.
Ese dato juega a favor de la Argentina pero hay otro que juega en contra: el país está aislado financieramente, sus bonos en dólares siguen cayendo y están por el piso (uno que vence en 2035 está por debajo de los US$30 la lámina de US$100) y en caso de default no tendría efecto “contagio” sobre la región como los generó en otras oportunidades.
Para los analistas políticos la amenaza de CFK forma parte de una estrategia electoral (ir contra el FMI es un clásico de un progresismo que a la postre termina pagándole) que se apoya otra vez en un calma cambiaria temporal.
Pero algunas cosas comenzaron a cambiar en las últimas horas a pesar de la certeza que demuestran los mercados sobre las chances que tiene el Gobierno de mantener tranquilo al dólar hasta las elecciones de octubre o noviembre.
Martín Guzmán, en la sesión de Diputados que dio media sanción al proyecto para reformar el impuesto a las Ganancias.
El Banco Central bajó fuerte el ritmo de devaluación en marzo: el dólar oficial aumentó 2,4% viniendo de un 4% en enero y en los últimos días lo redujo a 2%.
Para el Central, marzo marcó un record en la compra de dólares, fueron US$1.400 millones, por las ventas de los exportadores de granos y de los contribuyentes del impuesto a la riqueza que le permitió, incluso, no tener que intervenir en el dólar “contado con liquidación” en los últimos días.
Tal es la confianza del ministro Martín Guzmán y el titular del BCRA, Miguel Pesce, que apuestan a un panorama cambiario despejado, por lo menos, hasta julio.
Ese pronóstico se apoya en que Guzmán consigue postergar el vencimiento de los US$2.400 millones del Club de París en mayo (en realidad tienen 60 días más para cumplir) y en que se consolide la idea de que habrá un compromiso de negociación con el FMI para después de las elecciones legislativas de octubre.
Entre tanto, la base de la tranquilidad financiera está apoyada en la creencia de que este año la inflación le gane a la suba del dólar y a la renta de la tasa de interés.
Ese resultado se viene dando con exactitud: la inflación (muy preocupante) crece al 4% mensual (en marzo podría haber sido superior), mientras que el dólar aumentó 2,4% y las tasas rondan 36% anual.
Ese resultado demuestra que la inflación sigue en alza a pesar del dólar frenado y de que los pesos buscaron refugio en los últimos meses en los bonos indexados por CER (suba del costo de vida). Pero algo está cambiando.
Miguel Pesce, titular del Banco Central, apuesta a un panorama cambiario despejado al menos hasta julio. Foto Federico López Claro
Luces amarillas
El resultado de la licitación convocada por Martín Guzmán esta semana para conseguir hasta $160.000 millones a cambio de bonos del Tesoro, con versiones indexadas por CER, encendió luces amarillas en los tableros de control de los agentes financieros.
Logró sólo $86.981 millones poniendo un manto de incertidumbre sobre si los bonos indexados con precio negativo, por la gran demanda que tuvieron desde el año pasado, seguirán siendo un dique de contención para que los pesos no vayan a comprar dólares.
Los bonos en pesos indexados de corto plazo ya tienen rendimiento negativo por encima de la inflación y los más largos que llegaron a rendir 10 y 12 por ciento por encima de CER ahora ofrecen 5,8%. Todo está más frío por ese lado.
Pero, ¿cómo se entiende que los bonos indexados pierdan interés cuando la inflación de marzo podría haber superado 4% y en abril se podría repetir?
Tal vez los bancos, las compañías de seguros y las empresas que son los mayores compradores de bonos públicos, estén creyendo que los indexados ya dieron lo mejor por ahora y apuesten a que el Gobierno se jugará a un atraso más marcado del dólar.
La soja por encima de los US$ 500 la tonelada, un pilar de la actual estabilidad financiera de corto plazo.
La paradoja de que el dólar blue cueste $141 mientras que el “solidario” (cupo de los US$200 más 30% de Ganancias) esté en $161 dio como resultado en marzo que el Central haya vendido menos de US$100 millones por ese dólar ahorro.
Es claro que la soja por encima de los US$500 la tonelada, el cierre del cepo para el pago de importaciones y el cambio de la política de indexación del tipo de cambio oficial (Guzmán prometió que estará a $102,40 a fin de año), generaron un marco de estabilidad financiera de corto plazo impensada poco tiempo atrás.
Pero así como la suba de la soja por la debilidad mundial del dólar generó un “viento de cola” para la Argentina, la suba de la tasa de interés de los bonos de 10 años de los EE.UU. empieza a absorber capitales del resto del mundo. Si bien la Argentina está aislada, está lejos de ser una noticia alentadora.
Fuente Clarin