Por Guillermo Tiscornia
La República Oriental del Uruguay, nació a partir de la expresión Declaratoria de la independencia evento que refiere al acto realizado el 25 de agosto de 1825 por el Congreso de la Florida, integrado por representantes de los cabildos de los pueblos de la Provincia Oriental.
Por medio de éste, la Provincia Oriental proclamaba su independencia del Imperio del Brasil y se declaraba parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata; por lo mismo, no se trató de una declaración de independencia de una nación autónoma, aunque expresaba su soberanía.
En la actualidad el Uruguay cuenta con una población aproximada a los tres millones y medio de habitantes, y dentro de su universo cultural se destaca –entre otras expresiones- el fuerte arraigo popular que tiene el fútbol.
A pesar de su escasa población y extensión demográfica, Uruguay se convirtió en una plaza exportadora de futbolistas –entre otras plazas- hacia las ligas europeas.
Cuando los campeonatos mundiales no se encontraban por entonces oficialmente inaugurados; la selección uruguaya de fútbol lograba alzarse con dos campeonatos olímpicos.
En 1924 el logro tuvo lugar en Amsterdam y en 1928 en Colombes.
En 1930 se disputó la primera copa oficial del mundo; y en su capital institucional, Montevideo, la selección uruguaya obtuvo el tercer logro mundialista; venció en la final a la selección argentina por cuatro goles contra dos.
En 1950 llegaría el inolvidable “marazanazo” cuando la selección celeste convirtió a aquella mole brasileña de cemento en un sepulcro, asentando la mayor sorpresa deportiva que se recuerde; en silencio la selección charrúa con su fútbol burocrático se alzó con la copa del mundo, silenciando a todo el Brasil.
Pero no sería precisamente ese el logro mas impactante que lograría el Uruguay; en efecto la victoria mas inesperada e imposible de concebir tendría lugar entre los días 13 de octubre y 21 de diciembre del año 1972.
Aquel partido inicialmente sería jugado por 45 jóvenes uruguayos; y el rival se presentaba como absolutamente invencible; el mismo día 13 de octubre de aquel 1972 el plantel quedó reducido de 45 a 29 jugadores.
Y a medida que se jugaba el partido el imbatible rival gradualmente se iba fagocitando a los jugadores uruguayos; sesenta de esos setenta y dos días se jugaron en territorio argentino; esto es en la ladera del volcán Sosneado ( Malargue, Mendoza).
En esos sesenta días el rival venía ganando por goleada; los jugadores uruguayos no tenían mas opción que resistir en posición defensiva en la ladera del volcán Sosneado.
Pero sucedió que la resistencia uruguaya daría sus frutos; en segundo tiempo pasó a jugarse a partir del 12 de diciembre de 1972 , en parte, en territorio chileno; mientras catorce de los jugadores uruguayos permanecían en posición defensiva en el Volcán Sosneado; dos de ellos pasaron a articular un formidable contragolpe.
Esos dos jugadores uruguayos salieron a atacar al rival hasta derrotarlo y ese segmento del partido duró once días y sus noches hasta que el mítico rival fue derrotado en el Valle de los Maitenes ( Chile); así el tiempo reglamentario se agotó en el mismo Valle de los Maitenes –Chile-, siendo que el pitazo final tuvo lugar el 21 de diciembre de aquel 1972, cuando el árbitro, el arriero chileno Sergio Catalán Martínez, divisó con vida a la dupla delantera uruguaya conformada por Fernando Parrado y Roberto Canessa, y así decretó derrotada a la mítica y hasta entonces imbatida Cordillera de los Andes.
No se dude; dieciséis jugadores uruguayos lograron lo que nadie logró en toda la historia de la humanidad; ellos solos sin ayuda externa derrotaron -y a pie- a la mítica e invencible Cordillera de los Andes.
Quizás ahora pueda entenderse el porque el Uruguay es por genética y determinación genuino campeón del mundo.