Por Guillermo J. Tiscornia*
La República Argentina, o al menos lo que queda remanente de ella, contaba desde el hemisferio sur con la enorme ventaja de tener “el diario del lunes”, con lo cual observando como venía desarrollándose la crisis pandémica en el hemisferio norte mantenía sobrado margen para haber adoptado las prevenciones necesarias ( básicas) de modo de contrarrestar los efectos devastadores de la pandemia, con un saldo de casi cien mil fallecidos por el COVID 19.
Y está claro que no lo hizo, ni en materia de testeos, ni de contratación de vacunas; ni que hablar de optimizar la capacidad instalada en materia sanitaria.
Así la denominada “culpa con representación” propia de las categorías criminales culposas deja su lugar a la categorización referida al “dolo eventual”, por cuanto el dolo del omitente nos dice que el Presidente de la Nación y sus autoridades sanitarias se representaron como posible la ocurrencia del resultado externo típico (cien mil muertos) y ello no obstante la omisión e inacción terminó por predominar.
Así el cuadro de situación descripto da lugar a la verificación de un genuino genocidio virósico alejado de todo posible margen de impresión, con incontrovertible encuadre normativo dentro de las previsiones contenidas en el art. 7, inc. k) del Estatuto de Roma.
En buen romance: crimen aberrante o si gusta, delito de lesa humanidad.
*Guillermo J. Tiscornia- Ex Juez Federal