En una economía marcada por los efectos de la pandemia y las restricciones cambiarias, ahorrar en pesos parece una opción cada vez menos rentable. Con pocas chances de acceder al dólar, tanto en el mercado oficial como en los múltiples paralelos, al “ahorrista de a pie” los plazos fijos bancarios desde hace once meses no le dan un rendimiento positivo. Y pese a que la brecha cambiaria volvió a ensancharse en los últimos días, no parece que el Banco Central estuviera dispuesto a subir sus tasas de interés.
El Gobierno buscó adelantarse a un escenario de mayor escaces de dólares en el segundo semestre del año y avanzó en un endurecimiento mayor del cepo cambiario, que le permitió a su vez comprar unos US$ 530 millones en las últimas cinco ruedas. Sin embargo, estas medidas provocaron nerviosismo entre los ahorristas y el blue se recalentó hasta llegar a los $179 el viernes y la brecha con el oficial volvió al 85%.
Al mismo tiempo, la inflación de junio, si bien mostró una incipiente desaceleración – que parece el puntapié inicial de una tendencia esperada para la segunda mitad del año tanto por los analistas de la City como por el Gobierno- todavía permaneció por encima del 3%, lo que dio también la pauta que ese descenso será a un ritmo muy paulatino los próximos meses.
El organismo que preside Miguel Pesce parece haber relegado su facultad de utilizar a las tasas de referencia de la política monetaria como un fuste para intentar controlar a la inflación, una herramienta a la que sí apelaron los presidentes del Central en la era Cambiamos. Esta está fija en el 38% anual desde fines del año pasado.
“La tasa de interés real, aquella que impacta más directamente sobre las decisiones de consumo e inversión, pasó de más de 1% mensual en el segundo trimestre del 2020 a casi -1% mensual en el primero del 2021 y a la neutralidad en mayo y junio”, destacaron economistas de Ecolatina. “En consecuencia, una tasa de política monetaria fija, en lugar de imprimirle certidumbre y previsibilidad a la política monetaria, la llenó de incertidumbre y erraticidad“, añadieron.
Pero hacia adelante, hay pocas expectativas de que en un momento preelectoral, el Central decida actualizar sus tasas. “No veo vocación ni espacio para que el Banco Central actualice sus tasas de interés. Con un escenario de menor inflación en el segundo semestre, y en una economía con un cepo cada vez más duro, hay una decisión política para que la tasa la defina el Tesoro en sus licitaciones. Tanto para ahorristas minoristas como empresas, no hay demasiadas opciones”, dijo el economista de Analytica Ricardo Delgado.
Subir la tasa de referencia bancaria significaría un encarecimiento del crédito, algo que va en contra de la intención oficial de consolidar la recuperación de la actividad post pandemia. “Hoy no se está usando a la tasa de interés del BCRA como un mecanismo para contener las expectativas de inflación. La vara de la tasa la termina fijando el Tesoro, que busca canalizar pesos que hoy están en pasivos remunerados en los bancos para financiar el déficit”, explicó Martín Vauthier, de Anker Latinoamérica.
Si la presiones cambiarias persisten y la brecha entre el oficial y el paralelo se expandiese, aún con las últimas medidas, aún más del 85%, al Central podría “no quedarle otra” que actualizar, aunque sea en un par de puntos sus tasas. Sin embargo, este no es un escenario probable para los analistas. “Podría ser una herramienta en caso de una mayor tensión cambiaría, pero el BCRA tiene margen de corto plazo para intervenir con mayores restricciones, recurriendo a reservas netas o interviniendo en futuros“, sumó Vauthier.
Al mismo tiempo, si el aumento del IPC lograse romper el piso de 3% mensual, la tasa de los depósitos bancarios podría recuperar un marginal rendimiento positivo en los próximos meses.
Fuente Clarin