El Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos hará una sesión este miércoles “para abordar la situación en Cuba”. En 2022 se cumplirán sesenta años de la expulsión de la isla de la OEA por presión de los Estados Unidos y pese a que Barack Obama había iniciado con La Habana un operativo de lento retorno de la isla al organismo la tensión sigue sin resolverse.
Clarín preguntó en la Cancillería qué posición va a tomar este miércoles la Argentina ante el debate por Cuba. Señalaron que cuando llegue el momento lo harán porque como Venezuela y Nicaragua, “Cuba no es la agenda del Gobierno, sino la que buscan imponer los medios”. Afirman: “Nuestra agenda es la CELAC (Comunidad de Estados de Latinoamérica y Caribe), las vacunas, y la asunción de Pedro Castillo, en Perú”, adonde estarán Alberto Fernández y Felipe Solá entre el martes 27 y el miércoles 28.
La región hoy lidia con sus fuertes divisiones ideológicas, y la debilidad de los gobiernos debido a que todos están sumidos en crisis sanitarias y económicas. En ese marco, Cuba, Venezuela y Nicaragua son el exponete de una región convulsionada. En esos países la oposición logró hacerse oír en los últimos tiempos, pero está siendo duramente silenciada por los regímenes totalitarios que las gobiernan desde hace años. La represión a las revueltas en Cuba del 11 de julio y el encarcelamiento de líderes de partidos políticos en Nicaragua son el más cercano ejemplo.
Es en ese terreno que el Gobierno exhibe sus propias internas y contradicciones. Por empezar, porque la diplomacia de Presidente exhibe una posición más dura y de reclamo ante las Naciones Unidas por las violaciones a los derechos humanos del chavismo en Venezuela y del sandinismo en Nicaragua, y otra de abstención cuando el texto es casi el mismo pero dentro del seno de la OEA.
Con la OEA, el Gobierno se cierra y hace la vista gorda a las violaciones a los derechos humanos con la excusa de que se trata de injerencia extranjera. Las considera resoluciones promovidas por Washington y por el secretario general del organismo americano Luis Almagro. Y además por lo bajo, considera que la represión en Cuba, Venezuela y Nicaragua es igual que la que sucedió en Colombia y Chile.
Por su parte, Joe Biden pide, pero no da muestras de que esté presionando a Buenos Aires en política exterior. Aún así, el curso de su vínculo con Latinoamérica continúa ela estrategia de Donald Trump y está muy lejos de lo que imaginaba el kirchnerismo.
Gran parte de este mecanismo hacia Caracas y La Habana -en el caso nicaragüense no restituirán al convocado embajador en Managua hasta que Daniel Ortega emita una señal de diálogo- tiene que ver con la relación afectiva y económica que la vicepresidenta Cristina Kirchner estableció con el chavismo, por un lado, y con los Castro por el otro. A eso hay que sumarle que su hija Florencia fue protegida y tratada en La Habana cuando su salud requirió asistencia y privacidad.
Otros aspectos suman a esta cuestión. En política exterior, el Presidente decidió aliarse al mexicano Andrés Manuel López Obrador. Se rompió la alianza histórica con Brasil. Es un punto en el que la mitad de la responsabilidad se la lleva Jair Bolsonaro que también tensiona con la Argentina.
López Obrador está proponiendo dinamitar la OEA para no ser más “lacayos” de los Estados Unidos. Alberto Fernández sigue el guión en silencio, pero al pie de la letra. Los mexicanos y bolivianos vienen trabajando para que Argentina presida la CELAC, ese organismo latinoamericano y caribeño que AMLO imagina como contrapeso a la OEA de los Estados Unidos.
Fuente Clarin