Solo unos días después de que los talibanes tomaron Kabul, su bandera ya ondeaba en lo alto de una importante mezquita de la capital de Pakistán. Era un gesto desafiante que buscaba fastidiar a los estadounidenses. Pero también era un indicio de quiénes son los verdaderos ganadores en la guerra de Afganistán que duró 20 años.
En apariencia, Pakistán era aliado de Estados Unidos en la guerra contra Al Qaeda y los talibanes. En las últimas dos décadas, su ejército obtuvo decenas de miles de millones de dólares en ayuda estadounidense, aunque Washington reconoció que gran parte del dinero desapareció en actividades no declaradas.
Sin embargo, desde que esta relación se inició tras los atentados del 11 de septiembre, estuvo plagada de engaños e intereses fragmentados. No hay que olvidar que los talibanes afganos contra quienes combatían los estadounidenses son, en gran medida, una creación del servicio de inteligencia de Pakistán (ISI, por su sigla en inglés), el cual cuidó y protegió durante toda la guerra a los activos de los talibanes dentro de Pakistán.
Según los líderes tribales, en los últimos tres meses, mientras los talibanes arrasaban Afganistán, el ejército pakistaní recibió una oleada de nuevos combatientes en la frontera, procedentes de refugios que se encuentran dentro de Pakistán. Fue el golpe de gracia para las fuerzas de seguridad afganas entrenadas por los estadounidenses.
“Los pakistaníes y el ISI creen que han ganado en Afganistán”, señaló Robert Grenier, un exjefe de estación de la CIA en Pakistán. Sin embargo, Grenier advierte que los pakistaníes deben tener cuidado con lo que desean. “Si los talibanes afganos se convierten en los dirigentes de un Estado paria, cosa que es probable, Pakistán estará atado a ellos”.
Es probable que la reputación de Pakistán en Occidente, ya de por sí inestable, se desplome ahora que los talibanes han tomado el control de Afganistán. En las redes sociales ya han circulado peticiones de sancionar a Pakistán. Al no recibir financiamiento del extranjero, Pakistán se ve en la necesidad de depender del comercio de drogas de los yihadistas, alentado por los nuevos gobernantes en Kabul. Sin duda, un Estado gobernado por los talibanes en su frontera envalentonará a los talibanes y a otros militantes islamistas dentro de Pakistán.
No olvidemos que las relaciones con Estados Unidos, que ya experimentan un enfriamiento, se deteriorarán mucho más. Aparte de mantener el equilibrio del arsenal nuclear de Pakistán, ahora los estadounidenses tienen menos incentivos para tener tratos con Pakistán.
Así que la pregunta para los pakistaníes es: ¿qué harán con el deteriorado país que tienen como trofeo? Pakistán, junto con Rusia y China, ya está ayudando a llenar el espacio que han dejado los estadounidenses. Las embajadas de estos tres países han permanecido abiertas desde que los talibanes tomaron Kabul.
Uno de los nuevos gobernantes de Afganistán es Khalil Haqqani, un líder talibán y aliado de Pakistán que a menudo visitaba los cuarteles generales del ejército pakistaní en Rawalpindi.
Conocido por el servicio de inteligencia estadounidense como el emisario talibán de Al Qaeda, la semana pasada Haqqani se presentó en Kabul como su nuevo jefe de seguridad, descaradamente armado con un rifle M4 hecho en Estados Unidos y con un escuadrón de protección vestido con equipo de combate estadounidense.
“Gobernar un país devastado por la guerra será una gran prueba y un desafío impresionante, sobre todo porque los talibanes han sido una fuerza beligerante y ninguno de ellos es experto en gobernar”, escribió esta semana Malleeha Lohdi, quien fungió como embajadora de Pakistán ante las Naciones Unidas, en una columna del periódico The Dawn.
Durante la guerra, los estadounidenses toleraron el doble juego de Pakistán porque no veían muchas alternativas y prefirieron pelear una guerra caótica en Afganistán a tener que combatir con un país como Pakistán que posee armas nucleares. Además, los puertos y los aeródromos de Pakistán ofrecían los puntos de entrada principales y las líneas de abastecimiento para el equipo militar estadounidense que se necesitaban en Afganistán.
Pakistán ayudó, aunque, según los funcionarios estadounidenses, su agencia de espionaje les proporcionó a los talibanes, durante toda la guerra, apoyo para la planificación, conocimientos para la capacitación y, en ocasiones, asesoría de campo.
Pese a que, en apariencia, Pakistán era un aliado de Estados Unidos, siempre trabajó para sus propios intereses, como lo hacen todos los países. Entre esos intereses no estaba una amplia presencia estadounidense en su frontera, un Afganistán autónomo con un gobierno democrático que no pudiera controlar ni un ejército fuerte y centralizado.
Más bien, el objetivo de Pakistán en Afganistán era crear una esfera de influencia para obstaculizar a su archienemigo: India. Los pakistaníes insisten en que India usa grupos separatistas como el Ejército de Liberación de Baluchistán, el cual opera desde los refugios de Afganistán, para incitar a los disidentes de Pakistán.
“El ejército pakistaní cree que Afganistán es un punto estratégico contra India, que es su obsesión”, señaló Bruce Riedel, exasesor en asuntos de Asia del Sur para los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama, “Estados Unidos alentó a India para que apoyara al gobierno afgano respaldado por Estados Unidos después de 2001, lo que exacerbó la paranoia del ejército”.
Los paquistaníes se indignaron porque el expresidente Barack Obama visitó la India en 2015, pero boicoteó a Pakistán de manera notable, dijo Riedel.
Durante una visita a Washington esta primavera, Moeed Yusuf, el asesor de seguridad nacional del primer ministro de Pakistán, Imran Khan, enfatizó la necesidad de eliminar la presencia india en Afganistán, según los estadounidenses que se reunieron con él.
Yusuf es considerado como un líder moderado en el espectro político paquistaní, y los estadounidenses dijeron que estaban sorprendidos por su vehemencia sobre el papel de India en Afganistán.
Cuando los diplomáticos indios estuvieron entre los primeros extranjeros en evacuar de Kabul, la prensa pakistaní interpretó su salida como una victoria singular.
El nexo entre los pakistaníes y el triunfal Haqqani fue incuestionable e indispensable para la victoria de los talibanes, comentó Douglas London, antiguo jefe de la CIA en la lucha antiterrorista en Asia del Sur y del Oeste.
El dirigente del Ejército pakistaní, Qamar Javed Bajwa, y el director del ISI, Hameed Faiz, se reunían con Haqqani “de manera recurrente”, señaló London. Se sabe que, desde hace mucho tiempo, la familia extendida de Haqqani vive en las zonas de Pakistán ubicadas a lo largo de la frontera afgana.
“Estados Unidos presionó todo el tiempo a Bajwa para que les diera a Khali Haqqani y a otros dos líderes de Haqqani, pero Bajwa siempre decía: ‘Díganos dónde están’”, explicó London, quien escribió The Recruiter, una autobiografía de próxima publicación sobre sus años en la CIA. “Mi cita favorita es cuando Bajwa dice: ‘Solo vengan a mi oficina e iremos en helicóptero a recogerlos’”.
Según London, la ayuda de Pakistán abarcó una gama de servicios. Había refugios seguros en las áreas fronterizas de Pakistán, sobre todo en la ciudad de Quetta, que albergaban a los combatientes talibanes afganos y a sus familiares. Los servicios médicos atendían a los combatientes heridos, a veces en los hospitales de Karachi y Peshawar, las ciudades principales. La libertad que tenían los Haqqani en Pakistán para administrar lucrativos negocios de bienes raíces, contrabando y otras actividades mantuvo en marcha su maquinaria de guerra.
London mencionó que, por el temor de ser atrapado en Afganistán con alguna prueba irrefutable para los estadounidenses, el ISI casi siempre mantuvo sus operativos fuera del conflicto.
El ISI también proporcionó activos a los talibanes para elevar su nivel internacional. El líder de los talibanes, Abdul Ghani Baradar, viajó con pasaporte pakistaní para asistir a las conversaciones de paz en Doha, Catar, y para reunirse en Tianjin, China, con Wang Yi, el ministro de Relaciones Exteriores.
“Los talibanes afganos no estarían donde están sin la ayuda de los pakistaníes”, comentó London.
Las relaciones de Washington con Pakistán se enfriaron después de que, en 2001, los Navy Seals de Estados Unidos asesinaron a Osama Bin Laden en una casa de seguridad ubicada cerca de la academia militar de Pakistán. Los altos funcionarios estadounidenses dejaron de ir a Pakistán y disminuyeron la ayuda.
Pero la administración Obama nunca dijo públicamente lo que sospechaba: que el ejército paquistaní sabía desde el principio que Bin Laden vivía con su familia en Abbottabad, una de las ciudades más conocidas de Pakistán.
Si Washington hubiera declarado que Bin Laden estaba ahí, Pakistán habría sido legalmente un patrocinador del terrorismo y estaría sujeto a sanciones obligatorias como Irán, dijo Riedel, exasesor del sur de Asia durante los gobiernos de Bush y Obama.
Eso habría obligado a los estadounidenses a terminar con su apoyo a Pakistán lo que, a su vez, habría llevado a Pakistán a detener el tránsito de suministros de guerra estadounidenses por su territorio, aumentando el costo de la guerra.
La redada contra Bin Laden jugó con los viejos temores del ejército pakistaní de que los estadounidenses querían desmantelar el arsenal nuclear del país y violarían su territorio para hacerlo.
Pese a las relaciones tensas, Estados Unidos sigue trabajando en Pakistán a través del Departamento de Energía con el fin de ayudar a proporcionar seguridad para las armas y el material fisible, explicó Toby Dalton, codirector del Programa de Política Nuclear del Fondo Carnegie.
Pero Pakistán también es ágil en sus alianzas. China, un viejo mecenas de Pakistán —ambos consideran que tienen “una relación de interdependencia”— está invirtiendo mucho en la infraestructura del país.
China afirmó públicamente que le alegra ver que los estadounidenses salgan de Afganistán y que está preparado para llenar el vacío y ampliar su Iniciativa de la Franja y la Ruta hacia Afganistán, donde espera extraer minerales.
No obstante, en privado, los chinos son precavidos. Algunos trabajadores chinos en Pakistán han sido asesinados en ataques terroristas, lo cual podría ser el presagio de dificultades en Afganistán. Además, los talibanes prefieren estar aislados a tener carreteras y presas que pudieran servir para debilitar el control sobre su población.
El director de Seguridad Internacional de la Fundación Asia Pacífico en Londres, Sajjan Gohel, aseguró que China prevé que Pakistán funja como moderador en Afganistán.
“Parece que, gracias a sus vínculos mutuos con Pakistán, los chinos confían en que podrán obtener mayores garantías de seguridad por parte de los talibanes”, afirmó Gohel.
Jane Perlez es exjefa del buró de The New York Times en Islamabad y Beijing.
Fuente New York Times