Por Diego Cabot
En los primeros nueve meses del año, la empresa necesitó 67% más de subsidios que en 2020, cuando los aviones estaban en tierra por las restricciones derivadas de la pandemia
Los números de Aerolíneas Argentinas no son fáciles de decodificar, y muchas decisiones, tampoco. Lo primero, las cifras. En 2020, en el peor año de la empresa por culpa de la pandemia, el Tesoro le transfirió $45.076 millones. “No pudo volar”, se escuchó como justificación. Pero la pandemia menguó, los vuelos se autorizaron y la caja de la empresa volvió a tener ingresos por la venta de tickets. Ahora bien, ¿qué sucede en 2021, con una operación mucho más fluida que el año pasado? Perdió comparativamente más. Según datos oficiales, hasta el 30 de septiembre pasado, cuando todavía faltan tres meses para terminar el año, hubo un desembolso por $41.288,5 millones. Más vuela; más pierde.
Las cifras no dejan de sorprender. Este año, por ejemplo, la compañía utilizó $152 millones diarios. Ahora bien, si la comparación es con la empresa parada y los aviones en tierra como sucedió en 2020, aún es más difícil de comprender. En los primeros nueve meses del año pasado, la empresa necesitó $27.653 millones. Este año, con las boleterías abiertas, 67% más en el mismo período, siempre según datos que publica el Ministerio de Economía en sus informes de ejecución presupuestaria.
Pero no son solo los números los que sorprenden. Por estas horas, la empresa comunicó que traerá dos aviones Airbus 330 para volar rutas al exterior. La medida tiene una lógica aeronáutica: se devolvieron dos aeronaves de 22 años aproximadamente y se cambiaron por otras de entre 12 y 13 años. Sin embargo, a nadie le escapa que gran parte de las pérdidas que anota la empresa vienen de estos destinos internacionales. Eso no es todo, sumar frecuencias al exterior en momentos de restricciones cambiarias significa exportar más dólares, un bien escaso en la economía argentina.
No habría demasiado que decir si no fuese por los subsidios que recibe; en todo caso, se trataría de estrategias empresarias. Pero sucede que todo cambia cuando se miran los números de la línea aérea.
La flota de Aerolíneas no pasa por el mejor momento. La primera se escribe en torno de los aviones Embraer. En noviembre de 2009, la entonces presidenta Cristina Kirchner reconoció que esa compra a la empresa brasileña para la flota de Austral se debió más a una cuestión política que a razones operacionales. Fue un gesto de amistad entre la actual vicepresidenta y el exmandatario Luiz Inacio Lula De Silva. Por este tiempo, esos 22 aviones, que vuelan en destinos internos, están próximos a un chequeo que cuesta varios millones de dólares.
La flota está en venta desde hace tiempo, pero no tiene compradores. No hay quien ponga los millones antes de que tengan ese chequeo terminado y pagado. Pero, además, habría que conseguir alternativas, ya que todos ellos cubren rutas internas.
Un balance complicado
En el mercado no hay optimismo respecto de que aparezca un comprador. Si bien nadie lo descarta totalmente, advierten que, además de lo que se mencionó, esos aviones tienen poca capacidad de carga como para poder complementar el negocio de pasajeros. Tan es el problema que los gremios se quejan de lo difícil que es operar las bodegas. Y aunque se dé la operación, el tema es que también golpeará el balance, ya que las aeronaves están anotadas (activadas, según la jerga contable) a un valor mucho más alto. Es decir, venderlas por menos implicará anotar más pérdidas en una contabilidad que anota números rojos desde que se estatizó.
Hay algo que sí ha cambiado en la empresa, o por lo menos, en sus estados contables. Desde hace tiempo, el dinero que va desde el estado nacional a la compañía ya no se anota como aportes para gastos. Es por eso que la cifra consolidada que no se encuentra más en los informes presupuestarios donde figuran todos los aportes al sector privado. Subsidios, en lenguaje coloquial.
Ese dinero se dispone ahora como “inversión financiera”. El motivo es que se aporta capital, ya no se aporta como trasferencias para gasto corriente. Parece una nimiedad, pero es importante porque cuando se consolidan los números, el Estado suma estos miles de millones como inversión.
Pero cuando los números son grandes no hay más que ponerlos en perspectiva con otros. Mientras el Estado “invirtió” en Aerolíneas $41.288 millones en los primeros 9 meses de 2021, para mejorar el sistema de agua y saneamiento asignó $1604,6 millones, según lo que la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP) consignó como transferencias de capital a AySA.
Hay otra interesante comparación. En ese mismo período, Corredores Viales, la empresa estatal que se quedó con la gran mayoría de las rutas concesionadas del país, recibió $12.456,9 millones. Las prioridades están claras: por cada 12 pesos a las rutas donde las muertes se suceden por el tráfico colapsado, 41 para Aerolíneas.
Fuente La Nacion