
Desde su mansión en Islandia, Damon Albarn ofrece esta oda al fin del mundo. Parece que la idea original era composición cuasi sinfónica a su paraíso islandés, proyecto que la realidad de la pandemia alteró totalmente, llevándolo hacia una veta más dramática en estilo, y mas simple en lo musical. Por eso en este segundo disco solista del genio creativo del brit pop, líder de Blur y factótum detrás de los cartoons de Gorillaz (con los que estaría presentándose en Buenos Aires el año que viene) no hay mucho lugar para la ironia y el humor de hitos como “Park Life” o “Clint Eastwood”. Pero sí hay un puñado de canciones excelentes, como el tema que sirve para darle el tono al álbum, “Royal Morning Blue”. Lo mejor son los temas que se apartan un poco del conjunto, por ejemplo “The Tower of Montevideo” (con moderado ritmo rioplatense) y sobre todo el genuino flashback apocalíptico “Polaris”, donde Damon recuerda la paranoia de vivir cerca de las bases de misiles nucleares durante la Guerra Fria.