Por Enrique Guillermo Avogadro
“Navidad es la época en la que los niños le piden a Papá Noel qué es lo que quieren y los adultos pagan por ello. El déficit del Estado es cuando los adultos le piden al gobierno lo que quieren y los niños pagan por ello”.
Richard Lamm
¿Se imagina estar navegando en medio de una tormenta terrible y carecer de instrumentos para poder ubicar su posición? ¿Castigaría a la tripulación sin piedad cuando más la necesita? Pues eso es lo que está sucediendo con la Argentina, un buque gemelo del Titanic cuya sala de máquinas está a cargo de un académico fabulador y sin experiencia y en el puente de mando tiene a un capitán cobarde que, además, debe consultar cada decisión con una almirante a la que sólo le preocupa su situación personal y, eventualmente, cuidar su capital, tanto real cuanto simbólico.
El Gobierno sabe que llegar a algún arreglo con el FMI resulta un requisito esencial, aunque no el único, para que todo no se desbarranque finalmente en marzo (¿quizás con un “rodrigazo”, impuesto por la realidad?), pero la locura de quienes están conduciendo los penosos destinos del país los lleva a cometer un desatino tras otro y, peor aún, quejarse cuando las previsibles consecuencias de su errática conducta modifican en forma dramática la ruta que podría conducir a esa meta. Para que ese acuerdo se firme, es necesario que los funcionarios y el Directorio del Fondo aprueben un plan económico prometido y aún inexistente, porque la pretensión del Ministro de Economía, Martín Guzmán, en el sentido de considerar como tal al fantasioso y notoriamente falso presupuesto que presentó al Congreso resulta inaceptable para el menos advertido de sus interlocutores.
Los mayores accionistas del organismo internacional, que integran ciento noventa países son Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China. El Embajador de Japón ya ha dicho que no será tolerante con nosotros, porque el dinero que debemos pertenece a sus propios trabajadores; y cuando la Casa Rosada sondeó a China para obtener apoyo financiero, se encontró con que Xi Jinping nos exigía llegar, previamente, a un arreglo con el FMI.
La administración Biden, con un peso enorme en la toma de decisiones del Directorio, prioriza la recuperación democrática que las criminales dictaduras de Nicaragua, Venezuela y Cuba han destruido hasta los cimientos. Pero Alberto Fernández ha decidido enfrentarla reactivando una organización fantasma, la CELAC, para competir contra la OEA y dejando fuera a Canadá y los propios Estados Unidos (a quien tanto necesita), con el apoyo explícito de Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega, a los cuales ha acompañado en todos los foros internacionales para evitar la condena de sus regímenes totalitarios y asesinos; por si fuera poco, la Argentina enviará una delegación oficial a la re-reasunción del último, convalidando así el monumental fraude que practicó en las últimas elecciones nicaragüenses, incluyendo la detención de todos los candidatos opositores.
Además, y obedeciendo a la emperatriz patagónica, Fernández inició acciones penales contra los funcionarios del FMI que intervinieron en el otorgamiento del monumental crédito pedido por Mauricio Macri para evitar que la bomba nuclear que había dejado su predecesora estallara y, con ella, cayera el único gobierno no peronista que logró terminar su mandato desde 1928 hasta la fecha, en medio de una crisis económica y social que hubiera superado, en magnitud, la del 2001. Y las personas físicas denunciadas por el PresidenteMeme son, precisamente, aquéllas que deben informar al Directorio acerca de la viabilidad del plan que, al final, ofrezca Guzmán.
Y no se privan de denostar a la oposición y a sus líderes cada vez que abren la boca, pese a que los necesitan desesperadamente para simular un gran acuerdo nacional que los respalde. Es altamente probable que Gerardo Morales, Gobernador de Jujuy y Presidente de la UCR, haya sido “apretado” financieramente para inducirlo a una rara manifestación y convencer a sus colegas de la oposición de enviar delegados a la reunión convocada para obtener una foto para enviar a Washington. Pero, al menos esta vez, Juntos se cerró y acordó que el ámbito lógico de discusión del arreglo con el FMI, cuando se haya logrado y no antes, sea el Congreso.
En resumen, la Argentina está mucho más cerca del arpa que de la guitarra, aunque sea Alberto quien la toque para acompañar a Martín mientras canta su habitual sarasa. Nada nuevo, porque Cristina Fernández y La Cámpora no están dispuestos a encarar el necesario ajuste que implica reducir sensiblemente la inflación, achicar el gasto público, aumentar las tarifas, acabar con los subsidios, acumular reservas, terminar con la brecha cambiaria, etc., a riesgo de ir contra ese capital simbólico que le permite ser la dueña del país y tener los atributos masculinos de los grandes machos del PJ en una mano, sentada sobre la tercera sección electoral de la Provincia de Buenos Aires, fuente de sus votos.