
Existen 1,7 posiciones sin cubrir por cada desempleado, 47% de las compañías no logra conformar la nómina que desea, las retribuciones se aceleran, el aumento salarial roza 5,7% interanual y la mitad de las firmas concedió alguno en los últimos tres meses. Todos indicios extremos. Nadie menta ya la estanflación. A los efectos prácticos, y de la Fed, la economía opera en pleno empleo, aunque con un nivel de ocupación 1,9% por debajo de la prepandemia (pese a que produce 3,1% más). Hay espacio para subir las tasas sin dañar el mercado laboral, ya nos avisó Jay Powell.
Hubo otra sorpresa, un día antes, cruzando el Atlántico. El Banco de Inglaterra despachó su segunda suba de tasas. Un cuarto de punto y al nivel de 0,50%. Conforme a sus reglas, se gatilló a la par el comienzo de la reducción de su hoja de balance. Se hará, en principio, de modo pasivo. Se cobrarán los cupones y no se reinvertirán. Pero, la sorpresa fue comprobar que cuatro de los 9 miembros del Comité Monetario abogaron por una suba de tasa de medio punto. De insistir con éxito empezará la venta activa de los bonos comprados con la expansión cuantitativa, el QE. La juerga se acabó en la pérfida Albion, como bien sabe Boris Johnson. En la eurozona, tercera sorpresa, se esperaba una inflación armonizada de 4,4% y resultó de 5,1%.
Nadie diría leyendo el comunicado que el BCE está enterado. No obstante, los mercados, por su cuenta, se ocuparon de rectificar el horizonte monetario. Una primera suba de tasas de 10 puntos base despunta para mitad de año, que Lagarde preferiría no hacer tan pronto. ¿Será que la impaciencia de los mercados, y el vigor de la data, terminan dictando la política? En EE.UU. la Fed empujó la discusión sobre las tasas después de su reunión de diciembre. Entonces los mercados no creían en más de dos subas en 2022, los que ahora encabezan el ranking de pronósticos aventuran siete. El informe de empleo reforzó la impresión y produjo un desplazamiento alcista de toda la curva. La última subasta de notas del Tesoro a dos años se había suscripto en exceso a una tasa de 0,99%. El viernes su rinde era de 1,31%, un máximo del ciclo.
Los bonos de 10 años también perforaron su techo, tocaron 1,936% y cerraron en 1,91%. ¿Cómo interpretar además que la curva de rendimientos se aplana? Como lo que es, una congestión de tránsito entre la política monetaria que responde con rezago a sus deberes antiinflacionarios (y fuerza el ajuste en el tramo corto) y el anclaje increíblemente férreo de las expectativas de inflación, que no urge una mayor retribución paras las tasas largas. No es el temor a la inflación, por extraño que parezca, lo que moviliza el ascenso. Son las tasas reales las que, por fin, dan signos de vida. La Bolsa corrigió y fuerte, pero ya se estabilizó por sus propios medios mientras digiere el nuevo mapa de condiciones financieras agrestes.
Meta (antes Facebook) se derrumba un día 26%, y al siguiente, Amazon, Pinterest y Snap estampan avanzas sólidos de dos dígitos. Nadie tiene su lugar en el Olimpo asegurado, y el paraíso es más modesto, pero no se canceló el mercado bull. La economía y el empleo cotizan mejor. Suben las tasas y la Bolsa. A los mercados ya no les asusta 2022 ni la cruzada contra la inflación. Hay más bien que sosegarlos. Su última fijación es apostar a que en marzo la suba de tasas comenzará con un salto de medio punto. Tanto que la Fed se preocupó. Hasta el pionero de los halcones, James Bullard, debió desmentir su conveniencia. Visto así, la tarea de aclimatación no podría haber funcionado mejor.
Fuente Ambito