No ha pasado ni un mes de la madrugada del 15 de febrero en la que las frías aguas de Terranova engulleron al pesquero gallego Villa de Pitanxo. Un accidente que marcará la vida de las familias de los 21 marineros fallecidos, y también la de los tres supervivientes. Pero, además, la coexistencia de dos versiones sobre el naufragio, la del patrón, Juan Padín, y la del marinero ghanés Samuel Kwesi, enrarecen el duelo. Lo resume para ABC uno de los familiares: «Al dolor de la pérdida se suma la indignación por lo que leemos y escuchamos». Y las familias no tienen duda alguna de que Samuel está contando la verdad. Lo primero en trascender fue la versión del patrón, uno de los tres supervivientes, junto a su sobrino y marinero, Eduardo Rial, y el propio Samuel. En esencia, Padín explicó que el barco había sufrido una parada repentina del motor, que empezó a entrar agua y que ordenó a la tripulación subir al puente de mando. Pero el naufragio se consumó en cuestión de minutos. Sin embargo, esta semana ha trascendido el relato de Samuel a los investigadores. Además de contradecir en varios puntos lo explicado por el patrón sobre cómo se produjo el accidente, desvela detalles, que, de confirmarse, responsabilizarían a Padín de varias negligencias. Una de ellas, que el patrón no habría atendido la petición a gritos la tripulación –incluido su sobrino– de arriar (soltar) los cables de la red, cargada de pescado, para que el barco recuperase estabilidad. Samuel se salvó de milagro
A las familias siempre les extrañó que dos de los supervivientes fuesen el patrón y su sobrino –marinero raso–. Y que les diese tiempo de vestirse el traje de supervivencia. Samuel no había tenido ese margen y salvó su vida manteniendo el torso fuera del agua las cinco horas que permanecieron en la balsa hasta ser rescatados. No murió de milagro, permitiendo a los investigadores tener una versión del naufragio alternativa a la oficial. Y las familias, aunque prefieren no acusar a Padín de mentir –«eso lo tendrá que decir la Justicia»,– tienen claro que el testimonio de Samuel es el verdadero, poniendo en duda el del patrón: «Su versión hace aguas por todos lados». Samuel también relató que recibió presiones del armador, el Grupo Nores, para que dijese que Padín había mandado abandonar el barco y ponerse los trajes. Y para que avalase que habían hecho simulacros de supervivencia. «No contaban con que este chico se fuese a salvar», dicen las familias. Con templanza, consideran que debe ser la Audiencia Nacional quien determine si hubo negligencias, en caso de que abra una causa con los testimonios recogidos por la Guardia Civil a supervivientes y familias, que aportaron mensajes y fotos que confirman las malas condiciones a bordo. Este diario ha contactado con media docena de familiares, que no ocultan su malestar con armadora y patrón. Y con cada información nueva y cada gesto, su «indignación» es más palpable. La retahíla de reproches que relatan es extensa, pero prefieren guardar su anonimato para evitarse problemas. Las autopsias desvelaron que siete de los nueve cadáveres recuperados tenían Covid. A dos de los enfermos, según aseguran las familias, los tuvieron confinados en condiciones deplorables en un pañol –una especie de trastero– sin aislamiento y acostados encima «de un cartón y un palé». Guardan la foto que los marineros les habían enviado del cuchitril antes del naufragio. Y varios de los tripulantes no estaban en condiciones de trabajar. «A mi marido le dolía el pecho y tenía fiebre», dice una de las viudas. «Escupía sangre», dice de otro. Pero «el patrón les dijo que como iban a contagiarse todos, pues que iban a trabajar igual». Una mujer preguntó a la armadora si Padín había comunicado los contagios: «No sabían nada». «Por suerte, en el barco había wifi, y pudimos comunicarnos con ellos antes del naufragio. Ahora tenemos pruebas», sostienen las familias. Además de desear que se aclare si hubo negligencias, se quejan del trato de la armadora y del silencio de Padín tras el accidente. Lamentan que nadie de la armadora ni el patrón acudieron a los entierros y «solo enviaron flores». «El patrón nos debe una explicación, reunirnos y contarnos la verdad», relatan a ABC. Y muestran, por supuesto, su «gratitud eterna» hacia Samuel.
Fuente ABC