Por Edgardo Aguilera
Hoy la Armada Argentina efectuará múltiples homenajes a los muertos en el hundimiento del crucero ARA General Belgrano. La ceremonia central tendrá lugar en la Base Naval de Puerto Belgrano y se desplegarán buques a los puertos de Rosario, Mar del Plata, Bahía Blanca y Ushuaia. El ministro de Defensa, Jorge Taiana, junto al jefe naval, almirante Julio Guardia, más funcionarios y el alto mando de la Armada están embarcados en el rompehielos Almirante Irízar que partió de Ushuaia hacia el Atlántico sur para rendir homenaje en alta mar a los 323 marinos que perecieron en el ataque submarino ordenado por Margaret Thatcher el 2 de mayo de 1982. Se espera que la meteorología acompañe, la zona marítima próxima a la Isla de los Estados se caracteriza por los vientos fuertes y las marejadas. El homenaje podría realizarse en cercanías de la bahía Crosley de esa isla por donde navegó el crucero en su última singladura. Si el tiempo acompaña, el rompehielos alcanzaría el punto exacto donde lo impactaron dos torpedos a las 16.01 de aquel 2 de mayo. Familiares de los muertos en el ataque y tripulantes sobrevivientes del hundimiento también están a bordo del Irízar, arrojarán ofrendas florales y recordarán parte de la navegación que hace 40 años cumplió el buque durante las operaciones de guerra en el Atlántico sur.
El hundimiento se produjo según testigos náufragos a las 17 en una posición geográfica situada a 240 millas náuticas al sureste de Ushuaia. El crucero Belgrano llevaba 1.093 tripulantes; sobrevivieron 770 que fueron rescatados por dos destructores, el ARA Piedrabuena y el ARA Bouchard, que eran sus escoltas e integraban el Grupo de Tareas 79.3 con el crucero como buque núcleo, a los que se agregó para el salvataje el aviso ARA Gurruchaga y más tarde el buque polar ARA Bahía Paraíso, configurado como hospital durante la contienda.
Fui parte de la tripulación del destructor Piedrabuena. Nuestra área de patrulla en el Grupo de Tareas 79.3 era una zona marítima extendida a lo largo de la Isla de los Estados y el banco Burdwood para interceptar y neutralizar unidades enemigas en coordinación con las demás fuerzas de tarea. Además, esa ubicación de los tres navíos en el extremo sur del país era una señal de disuasión para Chile. El 1 de mayo comenzaron los preparativos para una maniobra de ataque de pinzas a ejecutarse en la madrugada del 2 de mayo contra buques de la flota británica posicionados al este de las Malvinas. La aproximación por el norte a cargo del portaaviones ARA 25 de Mayo, en el centro, las corbetas A-69 Granville, Guerrico y Drummond y por el sur, el crucero junto al Piedrabuena y el Bouchard. Recuerdo que penetramos por varios minutos la denominada “Zona de Exclusión” pasada la medianoche del 1 de mayo hasta que se abortó la operación prevista para el amanecer del 2 de mayo dado que el viento no era favorable para decolar los aviones Skyhawk A4-Q del portaaviones. El GT 79.3 puso luego un arrumbamiento hacia el continente, fuera de la Zona de Exclusión navegando nuevamente sobre el banco Burdwood. Desde nuestro buque, el Piedrabuena, en la tarde del 2 de mayo el CIC (central de operaciones) detectó que el crucero no se movía, al mismo tiempo se recibió comunicación táctica del destructor ARA Bouchard indicando fuerte impacto en su popa (sin explosión). De inmediato se ordenó por radio: “Emergencia Tango” (señal táctica de torpedos en el agua) y ambos escoltas realizaron las maniobras de evasión prescriptas: máxima velocidad, plan de zig zag y lanzado de señuelos antisubmarinos. Las condiciones del mar eran cada vez más rigurosas, ondas de entre 6 y 9 metros con viento de 30 km/h que más tarde complicarían drásticamente la operación de rescate de tripulantes del Belgrano. Aproximadamente 5 horas más tarde del ataque nuestro buque y el Bouchard pusieron rumbo directo a la última posición geográfica del crucero para iniciar desde allí un plan de búsqueda de náufragos. Se hicieron coordinaciones con un avión Neptune que fue el primero en detectar las balsas por observación directa y recepción de señales de socorro en la frecuencia radial de 2.182 kcs. La meteorología era la peor que nos podía presentar el Atlántico sur; no había manera de largar un bote zodiac ni mucho menos arriesgar al nadador de rescate ante el número de balsas que boyaban en un mar embravecido.
El buque se acercaba a cierta distancia de las balsas y atados con un arnés y cuerdas de seguridad y retenidos por varios tripulantes aprovechábamos cada cresta del oleaje para “pescar” las balsas, verificar si había náufragos a bordo y recuperar a los marinos que iban saliendo. Subirlos a bordo era una odisea, la red de rescate y una escala de gato (escalera en la jerga naval) resultó casi inútil eran muy pocos los que aún tenían algo de fuerza para trepar, sin contar que el oleaje embestía contra ellos y hacía más difícil la escalada de modo que lo hacíamos a pulso; de a uno por vez; aprovechando la onda de mar en su pico y, en un envión a la cubierta. Urgía sacarlos de las balsas, estaban en riesgo de muerte por hipotermia dada la baja temperatura del agua y el tiempo de exposición. Al término de aquella operación de salvataje la Armada pudo recuperar 770 marinos, el valor más importante de la institución, el número representa la mayor operación de rescate -por el éxito en recuperar vidas humanas- que se conoce desde la Segunda Guerra Mundial.
Fuente Ambito