Por Raúl J. Pérez Rodríguez –Especial Total News Agency-TNA-
“Es harto conocido por los especialistas en el tema, el “cliché” del Agregado Cultural que “manda más” que el Embajador o los Agregados de Defensa que son “espías militares” sin reconocimiento, pero con autorización de los Estados enviante y receptor”.
Las relaciones internacionales, desde el punto de vista de los Estados y a pesar de la gran cantidad de organismos multilaterales existentes, se caracterizan por la anarquía producto de la inexistencia de un “gobierno mundial” que regule el comportamiento de las naciones y que éstas obedezcan; por el contrario, lo que existe es una competencia despiadada entre los Estados por alcanzar el poder a expensas del sometimiento de otros Estados y que solo acatan los dictados o resoluciones de los organismos multilaterales a su conveniencia, siendo que ha medida que un Estado tiene el rango de potencia, más utiliza a los organismos multilaterales para su beneficio, porque los mismos están diseñados para aventajar a los países potencias.
En este orden de ideas, los Estados se conducen y manejan su política exterior, en tiempos de paz, a través de la Diplomacia como un instrumento de relación y de poder con otros Estados, siguiendo convenciones internacionales y supuestos de conducta generalmente aceptados en el concierto de las naciones, que le proporcionan un estatus quo de negociación y de paz, llegando hasta la convivencia pacífica entre Estados antagónicos. Los Ministerios de Asuntos Exteriores, Política Exterior, Relaciones Internacionales, entre otros nombres, normalmente administran la Diplomacia de los Estados, de acuerdo con las directrices emanadas por el Poder Ejecutivo quien a su vez es el responsable ante sus connacionales de la política exterior de un Estado soberano.
Una misión diplomática es una delegación de índole permanente con carácter representativo de un Estado enviada ante otro Estado, con el acuerdo entre ambas partes y sobre todo el consentimiento del Estado receptor. La Embajada es el nombre que se le da a la infraestructura y a la superestructura que se integra en torno a esta función y servicio, denominándose Embajador a quien la dirige. Existen muchos cargos dentro de una Embajada, que van desde los Agregados, Secretarios, personal administrativo, de apoyo y de seguridad.
El Consulado representa a la administración pública de un Estado en el territorio de otro Estado, por acuerdo mutuo y con la misión de atender a los nacionales del Estado enviante y proporcionarles los servicios propios de la administración; de igual forma puede servir a ciudadanos del Estado receptor o terceros Estados en trámites administrativos en los que tengan competencias y se relacionen con el Estado al que representan. La dirige el Cónsul y entre los cargos que laboran existen Vicecónsules, Secretarios, personal administrativo, de apoyo y de seguridad.
Pero las actividades de las Embajadas y los Consulados no llegan solamente a los aspectos tratados en los párrafos anteriores, donde se observa una serie de funciones y actividades explícitas propias de las relaciones exteriores de los Estados y de común ejercicio por parte de la mayoría, por no decir la casi totalidad de los Estados existentes en el orbe. Existen otras actividades implícitas que se cumplen, de carácter secreto y están relacionadas con la Inteligencia. Volvemos la mirada a los cargos existentes dentro de las Embajadas y Consulados, encontrándonos que en algunos de los mismos los funcionarios que los ejercen son profesionales de los servicios de inteligencia bajo la fachada de un cargo diplomático pero que en realidad cumplen funciones específicas de inteligencia, como por ejemplo el espionaje. Es harto conocido por los especialistas en el tema el “cliché” del Agregado Cultural que “manda más” que el Embajador o los Agregados de Defensa que son “espías militares” sin reconocimiento, pero con autorización de los Estados enviante y receptor.
El empleo de la fachada diplomática va a depender, en mayor o menor medida, en el interés operativo en el campo de la inteligencia que un Estado pueda representar para otro, por lo que el contexto geopolítico y geoestratégico juega un papel primordial en la decisión de emplear la opción diplomática para realizar actividades de inteligencia en territorio extranjero. Por otra parte, la geoeconomía juega también un papel muy importante para las actividades de inteligencia que un estado desarrolla en otro Estado, porque los intereses económicos y comerciales en el contexto internacional actual representan un valor agregado de gran tamaño para el sostenimiento de las variables macroeconómicas de un Estado, sobre todo mantener la balanza comercial inclinada a favor de las exportaciones sobre las importaciones, razón por la cual los Agregados de Negocios son tan importantes al momento de activar todas las diligencias, explícitas e implícitas, para introducir en el mercado del Estado receptor, empresas y productos propios en calidad de inversión y negocios.
La Diplomacia y la Inteligencia van de la mano y se complementan al momento de generar acciones, la primera de manera explícita y la segunda de forma implícita, a fin de cumplir los objetivos y alcanzar los intereses nacionales en materia de la relación con un determinado Estado, exportando la “marca país” por intermedio del poder blando y de acciones híbridas que si bien pueden generar algún resquemor o conflicto, el mismo sea manejable y no escale a mayores, no sobrepase el umbral de la Diplomacia.