Por Nicolás J. Portino González
En un contexto donde el peso argentino muestra una fortaleza inédita frente al dólar, es pertinente preguntarnos: ¿por qué debería considerarse un problema tener una moneda sólida? ¿Es realmente necesario debilitar el peso para garantizar el crecimiento económico? Desde una perspectiva liberal libertaria, la respuesta es clara: devaluar o depreciar no solo es innecesario, sino que va en contra del bienestar socioeconómico de los ciudadanos.
• Preguntas:
1. ¿Quiénes se benefician realmente de una devaluación? La respuesta es evidente: los sectores exportadores que buscan maximizar sus ingresos en dólares al costo del poder adquisitivo de los argentinos. Pero, ¿qué ocurre con el resto de la economía? Una devaluación encarece las importaciones, afecta los precios internos y perjudica a los consumidores. Como dice el economista Juan Carlos De Pablo: “El problema no es el dólar caro o barato, sino lo que hacemos para ganar competitividad sin destruir a la clase media.”
2. ¿Por qué aceptar como normal que el peso siempre deba debilitarse? Durante décadas, la política económica argentina ha estado marcada por ciclos de devaluación seguidos de inflación. Sin embargo, países que han logrado estabilidad —como Chile o Uruguay— fortalecieron sus monedas, lo que permitió la importación de tecnología y la modernización de sus economías. Claudio Zuchovicki suele decir: “La moneda de un país es como su autoestima. Si la debilitás constantemente, no podés esperar que el mundo confíe en vos.”
3. ¿Qué implica un dólar barato para la economía doméstica? Con un dólar más accesible, las familias pueden ahorrar en bienes durables y viajar al exterior, mientras que las empresas importan bienes de capital más baratos, mejorando su productividad. ¿No es esto un paso hacia el progreso? Devaluar implica encarecer estos beneficios y empujar al ciudadano promedio hacia la pobreza relativa.
- Ejemplos para entender el impacto de un peso fuerte
Caso 1: El turismo y las economías regionales Un dólar barato puede parecer perjudicial para las economías regionales que dependen del turismo, pero ¿es justo mantener a todo un país rehén de un sector específico? En lugar de forzar una devaluación, el gobierno podría incentivar la diversificación productiva y promover políticas que eleven la competitividad estructural, como mejoras en infraestructura y acceso a tecnología.
Caso 2: Empresas tecnológicas y PYMES Un peso fuerte beneficia a empresas que necesitan insumos importados, como hardware o maquinaria de precisión. Por ejemplo, una PYME tecnológica puede acceder a equipos de última generación a menor costo, lo que incrementa su competitividad internacional. Como diría Zuchovicki: “La clave no es exportar lo más barato, sino lo más valioso.”
La actual política económica, al menos en su visión de fortalecer el peso, muestra un giro interesante respecto al pasado. En lugar de buscar competitividad a través de la devaluación, parece apostar por:
Estabilidad fiscal: Un superávit fiscal sostenido da señales positivas a los mercados, reduciendo la necesidad de emisión monetaria y su impacto inflacionario.
Impulso a sectores estratégicos: Proyectos como Vaca Muerta y la simplificación del sistema tributario permiten atraer inversiones y fomentar el desarrollo de industrias clave.
Confianza en el peso: Al mantener un tipo de cambio competitivo sin intervenciones extremas, se fomenta la confianza en la moneda local y se reduce la presión dolarizadora.
Como afirma De Pablo: “La clave de cualquier política económica es generar confianza. Sin confianza, ni la moneda, ni el crédito, ni el comercio tienen futuro.”
• Conclusión: ¿Devaluar o construir?
Devaluar puede parecer una solución rápida para aliviar ciertas tensiones económicas, pero sus consecuencias —pérdida de poder adquisitivo, inflación y aumento de la pobreza— son ineludibles. Fortalecer el peso no solo mejora la calidad de vida de los argentinos, sino que también sienta las bases para una economía más dinámica, abierta y competitiva.
Es momento de abandonar el viejo paradigma de devaluaciones recurrentes y abrazar una visión donde el peso fuerte no sea un problema, sino una oportunidad para construir una Argentina más próspera. Como diría Zuchovicki: “El desafío no es sobrevivir al corto plazo, sino construir el largo plazo.”