Hay momentos en que todo parece volverse del revés. Los problemas se acumulan, las situaciones estallan y si hay niños por medio, la vida puede ponerse muy cuesta arriba. En esos casos, la Comunidad de Madrid cuenta con la ayuda inestimable de las familias de acogida de emergencia, una mano tendida y una puerta abierta cuando las demás se cierran. Ahora, se pretende incrementar las parejas que estén dispuestas a entregar parte de su tiempo para cuidar, durante no más de seis meses, a niños de entre 0 y 6 años en situación de conflicto. Uno de los miembros de la unidad familiar tiene que contar con disponibilidad absoluta, para poder ocuparse de todas las necesidades del pequeño. Hace falta mucha motivación para una entrega tan generosa. Los responsables de la Consejería de Familia han pensado que ahora, cuando la oleada de solidaridad con los refugiados ucranianos ha empujado a tantos madrileños a ofrecerse para ayudar, puede ser un buen momento para recordarles que no sólo en las guerras lejanas, sino también en el municipio de al lado hay niños que necesitan nuestra ayuda. Amor y dolor
Paula transmite dulzura y también calma con cada palabra. Lleva once años ocupándose, junto con su marido y su hija menor, del cuidado de pequeños, en su caso además de los llamados de especial dificultad. En total, por su casa han pasado ya once niños, en una labor «muy intensa» y donde el amor y el dolor conviven necesariamente. «No es fácil –reconoce–; la experiencia es sumamente exigente, pero eso es también lo que t
e enriquece y te enseña a vivir». En su caso, su marido y ella vivieron algunas situaciones complicadas, de esas que te hacen replantearte el futuro. «Y como salimos enteros de todas ellas, y estábamos tan agradecidos a la vida, decidimos que teníamos que honrarla de algún modo». Entonces, vivían en Nerja (Málaga), y un día Paula se encontró en el mostrador del Ayuntamiento con un folleto sobre el acogimiento familiar. «Fue algo que irrumpió en mi vida; hay algo en el acogimiento de urgencia que te enamora y empieza a llamar a tu corazón». La decisión, no obstante, tardaron en tomarla: hasta tres años, cuando ya instalados en Madrid, su marido sufrió un infarto. «Nosotros queríamos lanzarnos a esto cuando tuviéramos la vida muy ordenada; pero con lo de él, te das cuenta de que hay una parte que no puedes controlar». Y dieron el paso. «Fue la mejor decisión que pudimos tomar». las cifras de una dura realidad
Mil quinientos niños menores de 6 años se encuentran actualmente en centros residenciales. Es intención del Gobierno regional reducir drásticamente este número.
Mil familias de acogida son, aproximadamente, las que mantienen esta actividad en Madrid. Durante el Covid, el número se redujo algo. La Consejería quiere fomentarlas, y que esta cifra crezca. Once niños de acogida de emergencia han pasado por los brazos de Paula, la madre en una de las familias voluntarias, durante los once años que va a cumplir en este programa. Una experiencia que define como «intensa y difícil» pero muy reconfortante. Ahora se ocupa de un bebé de dos meses de edad que nació de forma prematura.
Para incorporarse al programa, lo que realmente hacen falta son ganas: a partir de 25 años, matrimonios o parejas de hecho –«también del mismo sexo, o monoparentales», explica el director general de Infancia, Familias y Fomento de la Natalidad, Alberto San Juan– pueden participar, siempre que un miembro de la familia tenga disponibilidad absoluta. No hace falta un ‘casoplón’, ni un nivel alto de ingresos. De hecho, el Gobierno regional ofrece ayudas económicas a estas parejas desde que se aprueba su incorporación al programa, para que puedan cubrir los gastos del niño. «No es tanto como para que se profesionalice la actividad, pero sí para que les compense», en torno a los 1.500 euros mensuales. La Comunidad también contribuye a los gastos extras, como gafas o prótesis, y facilita todo el proceso de escolarización de los menores. Cuando se lanzaron a esta aventura, Paula y su marido tenían dos hijas, una ya mayor –ahora emancipada– y otra que contaba con 8 años, y ha vivido en primera persona toda la experiencia. «Íbamos con el carrito del bebé al cole a buscarla, y ella le presentaba como su hermanito. Y ha tenido once hermanitos», sonríe. Lo ha incorporado de manera natural, sabe que compartimos la vida con estos niños, son ‘hermanos de vida’». Reflexiona sobre un proceso que «es muy enriquecedor, sumamente educativo; en el mundo de hoy, es difícil enseñar valores si no ven cómo se aplican, si sólo se quedan en palabras y no se pasa a la acción». Por eso en su casa continúan por este camino, a contracorriente de todo porque «el mundo te envía otros mensajes, que satisfagas todas tus necesidades… y te vas quedando un poco ciego». Porque si algo ha aprendido siendo familia de acogida de emergencia es que «el amor siempre suma, nunca resta, y cuanto más te das, más tienes para dar». Ahora, Paula trastea con un bebé de dos meses, el último miembro de la familia. «Fue prematuro, positivo en cannabis y cocaína, y se pasó el primer mes en el hospital». Paula lo cuidará y atenderá hasta que la Administración encuentre una salida para él, en unos meses. Y ese, el de la separación, es el momento más duro: «Sí, el dolor está muy presente. En esta experiencia no es todo ideal y bonito. El niño parte, siempre pasa. Tu misión no es entrar en la vida de un único niño. Y la despedida nunca es fácil». Un sentimiento que, con el paso del tiempo, asegura que «se va convirtiendo en satisfacción, por la ayuda que le has dado». Guarda memoria de todos los niños que han pasado por sus brazos. Lo normal, afirma, es que «las familias donde va se comuniquen de alguna manera, te manden fotos, cartas, o incluso te lo dejen ver. Algunos, los menos, deciden que la historia empieza a partir de ellos. Pero lo más frecuente es que te incluyan, porque eres parte de la biografía de ese niño». Los responsables de la Consejería de Familia, Juventud y Política Social, que dirige Concha Dancausa, quieren incrementar el número de estas familias de acogida: «Queremos que en los centros de menores haya cada vez menos niños», explica Alberto San Juan, director general de Infancia, Familias y Fomento de la Natalidad. Ahora tienen unos 1.500 menores de 6 años en estos centros, y quieren «bajar drásticamente esta cifra». 24 horas pendientes
Por eso, el plan de choque que tienen en marcha para fomentar el acogimiento, especialmente el de emergencia. San Juan pone en valor la entrega y generosidad de estas familias de acogida de emergencia, que «están 24 horas al servicio de la Comunidad, de guardia siempre para llevarse a un niño cuando se presenta la necesidad». La experiencia les dice que la mayor parte de las nuevas familias que se incorporan a esta realidad lo hacen de la mano de otras que ya son acogedoras. Hay muchas fórmulas, instruye, en función de las posibilidades de cada cual: «Hay acogidas temporales, durante un curso, permanentes, de urgencia e incluso de fin de semana». Su objetivo primordial ahora es conseguir implicar a más familias en este operativo, en el que ahora son más de 1.000, porque «tenemos niños que podrían salir en acogimiento y no salen porque no hay familias». La solución en estos casos es un centro institucionalizado, que «son estupendos y allí los niños están muy cuidados, pero no son una familia». San Juan insiste en que «el amor sana; hay niños que vienen de situaciones muy difíciles, tan graves que la administración ha tenido que separarles de sus padres. Y los niños tienen derecho a vivir en familia: la suya, y si no se puede, las de la comunidad. No buscamos héroes, sólo familias dispuestas a cuidar a estos niños». La necesidad que tienen estos niños de cuidados tal vez pueda incluso abrir caminos inesperados a otras personas: como recuerda Alberto San Juan, «cuando abrimos el registro de familias adoptivas, se presentaron 1.500; pero sólo hay 30 ó 40 niños al año para adopción. La mayoría de estos solicitantes no llegará a tener a un niño adoptado. Si conocieran el acogimiento, tal vez les llenaría. Aunque el objetivo con estos pequeños es siempre el retorno con sus familias, es una satisfacción inmensa haber colaborado a que esa familia vuelva a reunirse».
Fuente ABC