La Mara Salvatrucha, o MS13, es quizás la pandilla callejera más conocida en el hemisferio occidental. Aunque tiene sus orígenes en la década de los ochenta en los barrios pobres de refugiados de Los Ángeles, la pandilla ahora se extiende desde países centroamericanos como El Salvador hasta Europa. Aunque son principalmente una organización criminal depredadora, que vive mayormente de la extorsión, la resiliencia de la pandilla se debe a sus fuertes lazos sociales, que se crean y refuerzan mediante actos de violencia, principalmente contra sus rivales y entre sí.
Sus actividades han contribuido a hacer del Triángulo Norte —Guatemala, El Salvador y Honduras– el lugar más violento del mundo sin guerra declarada. En octubre de 2012, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos calificó al grupo como una “organización criminal trasnacional”, la primera designación de ese tipo para una pandilla callejera de Estados Unidos, pero sus ingresos ilícitos no se acercan siquiera a los de sus homólogos en la lista.
Desde entonces, el gobierno de Estados Unidos ha ido un paso más allá, y a fines de 2020 acusó de terrorismo a más de una docena de líderes de la MS13 en El Salvador, lo que ha significado un impulso sin precedentes en la lucha del país contra las pandillas callejeras internacionales.
Historia
La MS13 fue fundada en los barrios pobres y marginados de Los Ángeles en los años ochenta. Como resultado de las guerras civiles que asolaban El Salvador, Guatemala, y Nicaragua, hubo un flujo masivo de refugiados hacia el norte. Muchos de ellos terminaron en Los Ángeles, viviendo en su mayoría en los barrios mexicanos del este y centro de Los Ángeles, y en el valle de San Fernando. Aunque las pandillas mexicanas reinaban en los bajos fondos locales, los inmigrantes endurecidos por la guerra rápidamente se organizaron en grupos rivales, el más fuerte de los cuales se llamó los Stoners de la Mara Salvatrucha o MSS (por sus iniciales en inglés).
Los orígenes del nombre siguen discutiéndose, pero “mara” es un término centroamericano para pandilla; “salva” se refiere a El Salvador; “trucha” es un término del argot para “inteligente” o “listo”. Salvatruchas fue también el nombre dado a los lugareños que combatieron contra William Walker, un ambicioso hombre de negocios y defensor de la esclavitud de Estados Unidos, quien trató de subyugar varios lugares de Centroamérica con un pequeño ejército en la década de 1850. Tras un breve periodo como presidente autoproclamado de Nicaragua, Walker fue atacado y ejecutado por hondureños.
Los Stoners por su parte, eran refugiados de El Salvador del barrio Pico Unión, que pasaban la mayor parte del tiempo oyendo heavy metal, bebiendo y fumando. Con el tiempo, la pandilla evolucionó, y se deshizo del Stoners original en el nombre y la imagen: la MSS se convirtió en la MS.
Los rivales de la pandilla tomaron nota. El conflicto entre la MS y Barrio 18 fue especialmente cruento dentro y alrededor de Los Angeles. Las peleas pusieron a la pandilla en el radar de las autoridades, quienes comenzaron a llevarlos a prisión en grandes números a finales de los ochenta y principios de los noventa.
Dentro de la prisión, la MS se vio obligada a someterse a otro jefe, la Mafia Mexicana, o “la M”, su abreviación, cuyo poder se extendía desde las cárceles hasta las calles. La organización amplia de la Mafia, conocida como los “Sureños”, incluía a muchas pandillas reconocidas y se extendía a mucha parte de Estados Unidos y a México. El sometimiento de la MS13 le proporcionó a la pandilla más protección en las calles y en prisión. A cambio, la MS proveía sicarios y pagaba a la Mafia cuotas regulares de sus ingresos ilícitos. También añadió el número 13, la posición que ocupa la M en el alfabeto. De ese modo, la MS se convirtió en la MS13.
A mediados de los noventa, en parte como una forma de enfrentar las pandillas y en parte como productoy en parte como producto de la campaña contra la inmigración hacia el final de la presidencia de Bill Clinton, Estados Unidos trató de hacer frente a lo que estaban empezando a reconocer como una amenaza criminal significativa.
El gobierno estadounidense comenzó un programa de deportación para residentes nacidos en el extranjero condenados por una amplia gama de delitos. Esta política de incremento de las deportaciones elevó bastante el número de pandilleros deportados a El Salvador, Honduras, Guatemala, y otros países. Según una estimación, 20.000 delincuentes regresaron a Centroamérica entre 2000 y 2004. Desde entonces, el gobierno de Estados Unidos ha ido un paso más allá, y a fines de 2020 acusó de terrorismo a más de una docena de líderes de la MS13 en El Salvador, lo que ha significado un impulso sin precedentes en la lucha del país contra las pandillas callejeras internacionales.
Los gobiernos centroamericanos, algunos de los más pobres e ineficientes del hemisferio occidental, no fueron capaces de lidiar con la influencia criminal, pero tampoco fueron advertidos debidamente por las autoridades estadounidenses.
Los convictos, que muchas veces sólo tenían una mínima conexión con sus países de origen, tenían pocas oportunidades de integrarse a la sociedad, y en muchos casos, se dedicaron a la vida pandillera. De este modo, la decisión de utilizar la política migratoria como instrumento antipandillas contribuyó a reproducir el virulento crecimiento de la pandilla en Honduras, El Salvador y Guatemala.
Las principales actividades de la MS13 varían bastante de una región a otra. En Centroamérica, donde la influencia y el tamaño de la pandilla (en relación con la proporción general) es mayor, las operaciones de la MS13 están más diversificadas. Eso incluye extorsión y control del microtráfico en los barrios.
Sus delitos, como la extorsión a empresas de autobuses, es posiblemente más perjudicial día por día para más personas que cualquier otra actividad criminal en la región. En Estados Unidos, la MS13 se concentra en la venta local de narcóticos y la “protección” de territorios en las ciudades para extorsionar a pequeños negocios y bares clandestinos.
Existe evidencia de que la pandilla participa en otras actividades criminales transnacionales más sofisticadas, entre las que se destacan redes internacionales de trata de personas y tráfico de drogas. Pero la función de la pandilla en esas actividades parece principalmente de apoyo, en lugar de directiva. Más aún, en más de una docena de casos de narcotráfico rastreados por InSight Crime, los pandilleros trabajaron con redes ajenas a la estructura de la MS13, principalmente redes de la Mafia Mexicana. En todos los casos de narcotráfico, las cantidades fueron muy pequeñas en comparación con otros grupos criminales internacionales.
A lo largo de su existencia, varios intentos de los gobiernos de reducir la amenaza que supone la MS13 muchas veces han tenido el efecto perverso de propagar la amenaza que supone la pandilla. Quizás el ejemplo más evidente sea la política ya mencionada de deportación de ciudadanos extranjeros convictos de delitos en Estados Unidos. Pero los gobiernos centroamericanos también han contribuido: las políticas de “mano dura” —que llevaban a la cárcel a jóvenes por su apariencia y asociación, así como por sus actividades criminales— fueron la norma luego de su implementación por el presidente salvadoreño Francisco Fores a finales de los noventa. Como resultado de ello, la población carcelaria en El Salvador, Honduras y Guatemala se desbordó con integrantes de la MS13 y de otras pandillas.
Como los frágiles sistemas carcelarios en cada uno de esos países no estaban preparados para la repentina afluencia de miles de pandilleros violentos y organizados, la violencia se agudizó dentro de las prisiones. En respuesta a ello, las autoridades separaron a las pandillas, pero eso les abrió un espacio para reorganizarse. En prisión, por ejemplo, se les da una libertad y seguridad que ya no tienen afuera. Muchas veces tienen acceso a teléfonos celulares, computadores y televisión. Como resultado, las ramas centroamericanas de la MS13 han podido reconstruir sus estructuras organizacionales desde el interior de los muros de la prisión, y expandir su capacidad de cometer delitos, como el robo de vehículos, la extorsión y el microtráfico.
La pandilla se encuentra en su segunda generación, y el ciclo parece difícil de romper. Los jóvenes se unen a ellas porque muchas veces las ven como su única salida ante la creciente violencia a su alrededor. Generalmente el ingreso es igual de violento, incluyendo en algunos casos una golpiza de “13 segundos”. Los miembros más veteranos que buscan salirse encuentran normas internas que podrían haberse creado para evitar que se separen. La pandilla, por ejemplo, penaliza la deserción con una sentencia a muerte. Aun si se puede librar de su afiliación, los tatuajes los dejan muchas veces marcados de por vida.
En El Salvador, por lo menos, los miembros de la MS13 tuvieron algo parecido a un respiro de su habitual estilo de vida violento desde que sus cabecillas y sus rivales de Barrio 18 acordaron una “tregua” nacional, mediada por grupos comunitarios y la Iglesia y facilitada por el gobierno, en 2012. El aparente cese al fuego fue seguido de una extraordinaria caída en la tasa de homicidios de El Salvador, que para muchos era la esperanza de que marcara un viraje importante en la seguridad ciudadana en el país.
Pero algunos críticos de la tregua temían que reforzara peligrosamente la imagen de las pandillas callejeras, y les facilitara los recursos necesarios para ejercer mayor influencia en las instituciones del gobierno. Estados Unidos también se oponía a respaldar la tregua de pandillas, e incrementó la presión sobre la MS13 desde su implementación. Además de la designación de la pandilla como organización criminal transnacional, en el tercer trimestre de 2012, Estados Unidos impuso sanciones económicas a seis jefes de la MS13, al sumarlos a su Lista de Ciudadanos con Designación Especial (Specially Designated Nationals List), en junio de 2013.
Las inquietudes generadas por la tregua se vieron atizadas por denuncias de aumento de extorsiones y desapariciones durante la tregua, así como el descubrimiento de fosas comunes. Además, los homicidios comenzaron a aumentar de nuevo a mediados de 2013, cuando la tregua terminó, y siguieron subiendo a lo largo de 2014 y a comienzos de 2015.
Para 2016, en medio de niveles récord de violencia, el gobierno lanzó una serie de “medidas extraordinarias” para lanzar una ofensiva directa contra la MS13 y demás pandillas del país. La MS13 ahora se encuentra atrapada en lo que parece una guerra de baja intensidad con los organismos de seguridad del gobierno, aunque las pandillas han tenido la mayor cantidad de bajas como resultado del conflicto. Para complicar las cosas para la MS13, han surgido escuadrones de la muerte antipandillas conformados en su mayoría por miembros del ejército y la policía.
Después de otro año sangriento, la MS13 manifestó a comienzos de 2017 su deseo de entrar en negociaciones con el gobierno salvadoreño y con todos los partidos políticos del país para poner fin a la violencia, dejando incluso la puerta abierta a una eventual disolución de la pandilla. Sin embargo, este diálogo tiene pocas posibilidades de darse debido a la resistencia que la idea enfrenta entre los políticos y la población general.
La MS13 pronto se vio involucrada en algo así como una guerra de baja intensidad con las fuerzas de seguridad del gobierno, en la que las pandillas sufrieron la mayor parte de las bajas. La pandilla también ha tenido que lidiar con el surgimiento de escuadrones de la muerte antipandillas, compuestos en gran parte por miembros del ejército y la policía.
Desde entonces, la violencia se ha reducido significativamente, y los homicidios llegaron a mínimos históricos en 2019 y 2020 en medio de acusaciones de un nuevo pacto entre la MS13 y el gobierno de El Salvador. Varios funcionarios estatales le dijeron a InSight Crime que existe un pacto informal entre sectores del gobierno y las pandillas, lo que en términos generales ha llevado a las pandillas a reducir la tasa de homicidios a cambio de mejores condiciones carcelarias.
La evidencia del supuesto pacto había surgido en gran parte gracias a la prensa local, tras la publicación, por parte del grupo de medios El Faro, de registros de prisiones, imágenes de cámaras de vigilancia, llamadas telefónicas interceptadas y otros materiales que documentan una serie de reuniones entre altos funcionarios estatales y líderes de la MS13. Sin embargo, el gobierno de El Salvador ha negado repetidamente la existencia de cualquier pacto con pandillas.
La MS13 también aumentó su capital político en El Salvador tras el inicio de la pandemia de coronavirus a principios de 2020, pues al parecer aprovecharon su vasto control territorial y sus relaciones previas con el Estado para imponer toques de queda, hacer cumplir las órdenes de llevar mascarilla, y ejecutar programas de ayuda financiados por el gobierno en comunidades de bajos recursos donde el gobierno tiene una presencia mínima.
Las acciones de la pandilla en el país quizá también ayudaron a enfrentar la persistente presión de los fiscales estadounidenses, que en 2020 comenzaron a atacar a los principales líderes de la MS13 en El Salvador, acusándolos de terrorismo y solicitando la extradición de algunos de ellos. Dado que las extradiciones han sido impedidas por la Corte Suprema de El Salvador, se ha especulado sobre si los miembros de la MS13 están siendo protegidos como parte del supuesto pacto no oficial con el gobierno.
Liderazgo
Sobre el papel, la MS13 tiene una jerarquía, un lenguaje y un código de conducta. En la realidad, la organización es laxa, con células por todo Centroamérica, México y los Estados Unidos, pero sin un líder único reconocido por todos.
Los jefes se conocen como “corredores” y “palabreros”. Estos cabecillas controlan las que se conocen como “clicas”, células que operan en territorios específicos.
Estas clicas tienen sus propios jefes y jerarquías. La mayoría de las clicas tienen una “primera palabra” y una “segunda palabra”, en referencia al primero y el segundo al mando. Algunas clicas son transnacionales; algunas pelean entre sí y tienen reputaciones más violentas. Algunas clicas controlan clicas más pequeñas en una región determinada. También tienen tesoreros y otros cargos de menor rango.
La MS13 también tiene programas, que agrupan a numerosas clicas. Efectivamente, en lo más alto, el mando de la MS13 puede controlar las acciones de estas clicas a distancia. Esa estructura fluida y difusa hace a la pandilla resistente de cualquier intento del gobierno de atacarla. Si la “primera palabra” cae detenida, la “segunda” rápidamente asume el control.
Geografía
Las cifras varían, pero el Comando Sur de los Estados Unidos dice que hay unos 70.000 pandilleros en el Triángulo del Norte. La proliferación de las pandillas viene acompañada del aumento en las tasas de homicidios.
De estas pandillas, la MS13 es la más grande de la región. La inmigración centroamericana a otros lugares de Estados Unidos, como la ciudad de Nueva York y la zona de Washington, D.C., contribuyeron a fomentar la expansión de la MS13 dentro de Estados Unidos. La pandilla también ha empezado a aparecer en algunos lugares de Europa, principalmente Italia y España.
Aliados y enemigos
La MS13 mantiene una enemistad con Barrio 18, otra pandilla callejera con amplia presencia en Centroamérica, México y Estados Unidos. En años recientes, la pandilla ha buscado expandir sus conexiones políticas. En 2016 se conoció evidencia en video que mostraba que la pandilla había negociado en secreto con directivos del partido de gobierno de El Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), a quienes habían ofrecido respaldo político a cambio de retribuciones económicas.
Prospectos
A largo plazo, se siguen conociendo los efectos de la tregua de pandillas en El Salvador, pero al parecer la MS13 es tan fuerte como siempre, y seguirá siendo una fuente considerable de inseguridad ciudadana y una fuerza poderosa.
Fuente insightcrime.org