Tal como vienen los números, la Casa Rosada no podrá cumplir la meta clave con el FMI: la acumulación de reservas será exigua.
La orden no está escrita, pero será estricta: frenar las importaciones. Por ahora no habrá un régimen nuevo: el torniquete será discrecional y severo. La decisión la adoptó este jueves el BCRA. Miguel Pesce no reaccionó por las amenazas de Cristina: actúa por la advertencia del FMI. Tal como vienen los números, la Casa Rosada no cumplirá la meta clave con Washington: la acumulación de reservas será exigua, en relación al compromiso que asumió en los papers secretos con el FMI.
Martín Guzmán está de acuerdo. Daniel Scioli también. El motonauta lo dijo en una reunión secreta con hombres de negocios: “Se nos escapó la tortuga”. El plan “pisar” compras ya comenzó a aplicarse. El manejo discrecional se acentuará y los criterios serán duros: no aprobar compras de bienes de consumo y diferir al máximo las adquisiciones de insumos.
Al trío de ministros los une una cosa: el espanto de la presión cambiaria y la ausencia de dólares del segundo semestre. Todos están pagando los errores oficiales: las importaciones de energía subieron un 200% y acumulan US$ 4.640 millones.
Pesce está golpeado por la ofensiva de Cristina. Dice que es injusta y le duele el maltrato de la vice. Cristina lo destrata en privado: “Es un boludo, que se le escapan los dólares”.
Alberto estuvo con el jefe del BCRA y le prohibió responder: “Miguel, te digo que lo que hace Cristina habla mal de ella misma como persona”. La vice se constituyó en la principal opositora de Alberto. Así, intenta zafar del pésimo gobierno que está haciendo el Presidente.
Mauricio Macri y la oposición la ayudan. Viven peleando y autodañándose: al ex presidente no le dan los números, pero goza desgastando la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta.
Cristina Kirchner, con letra de Axel Kicillof
La tarea de Cristina igual es ciclópea: ella es la madre política de la criatura. La “clase de economía” que dio en el CTA fue escrita por Axel Kicillof. El gobernador sacó a relucir sus viejos apuntes de facultad y le preparó los números. Cristina solo incluyó acotaciones y sus “ninguneos” constantes para el trío de Pesce, Guzmán y Claudio Moroni.
La vice está convencida –nadie lo comparte con ella– que Kicillof hizo una buena gestión como ministro. Intenta reescribir la historia: Axel devaluó, aumentó la inflación, llevó el déficit al infinito y –eso sí– fue un excelente pagador internacional. Primero a Repsol y luego al Club de París.
Selfie del gobernador Axel Kicillof, cuyas teorías económicas desarrolló Cristina Kirchner el lunes en el acto de la CTA. Foto Rafael Mario Quinteros
El convenio con el Club de París aún se desconoce. Las cláusulas fueron tan leoninas que ninguno de sus sucesores se animó a blanquearlo. Axel admitió punitorios e incorporó un monto de deuda que benefició a bancos y grupos privados. Aceptó que la obligación saltara de 6.000 a 9.000 millones de dólares. Armó una bomba económica, que Macri –con su impericia- hizo detonar. Ahora, Axel se dedica a emitir memos contra las medidas económicas de Guzmán.
Cristina utilizó uno de esos documentos para difundir una excéntrica teoría de la inflación. La Doctora concluyó que la inflación en la Argentina se debía al endeudamiento. Empezó por el final y no por el comienzo. Es verdad que la falta de dólares genera inestabilidad cambiaria e inflacionaria. Eso lo enseñó Aldo Ferrer en la década del ‘60. Pero es un dislate de la vice llegar a su insólita conclusión. Cristina dice que la deuda genera inflación.
Pero la verdad es otra: Argentina se endeuda al final de un proceso de fuertes desequilibrios macroeconómicos que la obligan a financiarse con préstamos. Así ocurre exactamente al revés del exótico “teorema de Cristina”. El endeudamiento, como la emisión monetaria, aparecen como una consecuencia final del proceso para financiar los desequilibrios fiscales y monetarios.
En Olivos se mofaban de esto. Con el Presidente presente, un importante ministro señaló sarcástico: “Es como que culpe a la fiebre del Covid”. Cristina también reivindicó a Guillermo Moreno, un verdadero coleccionista de fracasos. Pero los errores de la vice reflejan el desvarío oficial. El desconcierto en el cual están “Los Fernández”.
En su charla, la vice tuvo un acierto político: marcó la abulia y parálisis de la Casa Rosada. Alberto no va ni para atrás ni para adelante.
En la Cumbre de las Américas ocurrió un insólito evento. Hubo una reunión social y paralela a la Cumbre. Estaban Joe Biden y los ex presidentes Bill Clinton y Barack Obama.
La guitarra de Alberto Fernández
El evento lo organizó la Casa Blanca y Alberto estaba invitado. Pero no fue. Decidió ausentarse: prefirió ir a tocar la guitarra con Gustavo Santaolalla. Jorge Argüello aprovechó y sació su cholulismo: se sacó fotos con todos, que exhibe –por pudor- solo a sus íntimos. Cristina está furiosa con ese acercamiento a Washington. También, por el diálogo de Alberto con varios líderes de AEA.
Critica la alianza con Paolo Rocca e inició la vendetta contra la Corte Suprema. El Instituto Patria inventó una increíble denuncia anónima contra el juez Juan Carlos Maqueda. La ofensiva -es sobre la Obra Social- no tiene sustento alguno y no resiste la mínima pesquisa. Se trata de papeles sueltos y sin consistencia. Lo increíble -para quedar bien con La Cámpora- es que el juez Ariel Lijo no cierra la investigación y mantiene la causa injustificadamente abierta.
Los desaciertos generan reacción entre ministros. Julián Domínguez y Alexis Guerrera están cansados de dar la cara por la crisis del gasoil. Darío Martínez y Agustín Gerez -referentes de La Cámpora en Energía- están en la picota. Les critican la ausencia de reacción y la apatía frente al conflicto. Ambos recibieron alertas desde inicio de año. Primero fueron los estacioneros. Después el campo y las cerealeras. No escucharon.
Alberto Fernández, desgastado por las internas y los desaciertos de la gestión.
El dúo no aceleró las soluciones y se negaron sistemáticamente a ampliar la mezcla del biodiesel. En la Mesa de Enlace dicen que esa negativa obedeció a una orden de Máximo.
La cuestión benefició a Juan Bojanich. El empresario tiene bingos en Buenos Aires y además incursionó en el mercado de biodiesel. Su grupo posee 10 plantas pymes y la Secretaría de Energía le otorgó una cuota de 60% de mercado.
En la Sociedad Rural denuncian que Bojanich tiene relación personal con el jefe de La Cámpora. En el Grupo Bahía Energía –su holding- dicen que lo obtenido por Bojanich es fruto del trabajo.
Para colmo, la YPF de Pablo González corrió la crisis siempre de atrás. Los “energéticos” de Cristina estuvieron un trimestre subsidiando el gasoil para los consumidores de Bolivia, Paraguay, Uruguay y Brasil.
El único reflejo que tuvo YPF fue esmerarse en emitir pomposos comunicados, tratando de justificar su verdadero fracaso. Ahora se actuó mal y tarde. El desabastecimiento ya sublevó a los camioneros.
La peor crisis es la política. Sergio Massa está que arde con Alberto. El descontento escaló el fin de semana: Massa se fue a un campo y no atendió las llamadas de Olivos. La bronca obedece a dos cuestiones. La designación de Daniel Scioli solo fue un detonante. Ambos –Scioli y Massa– ya tuvieron un encuentro a solas.
La cuestión central fue el cortocircuito que tuvieron en EE.UU. En Los Ángeles, Massa hizo una crítica dura al funcionamiento del gobierno y le pidió a Alberto una negociación con la vice para relanzar la gestión. Alberto lo miró y fue terminante: “Olvidate, yo no me voy a sentar más con Cristina”.
Fuente Clarin