«Amor que a nadie amado amar perdona, por él infundió en mí placer tan fuerte que, como ves, ya nunca me abandona». Este poema, el Canto V del Infierno, una de las tres partes de la Divina Comedia, se reproduce en tubos de neón blancos sobre un fondo rojo en el espacio más singular y sorprendente que uno pueda imaginar: no es una biblioteca, ni una sala de lectura, sino un aparcamiento subterráneo. Pero no uno cualquiera, sino el más bonito del mundo. El estacionamiento, una infraestructura donde debe primar el sentido práctico, por la que transitan coches cada día y en la que suelen ser habituales las manchas de aceite en el suelo y el olor al humo de los… Ver Más
Fuente ABC