
Según recordó, “una persona se había subido a una torre de transmisión de señal de teléfono celular, con la intención de suicidarse. Podría haber sido el final de una vida, pero no lo fue”.
“Me di cuenta de que incluso si la persona desistía, no necesariamente el resultado era positivo. Nosotros, y me refiero no solo a mi equipo, sino también a los policías y profesionales que manejan estos casos, no estábamos instruidos para preocuparnos por esa persona en profundidad. Estas salidas se tratan simplemente como una llamada más”, analizó.
“Distraes a la persona, la agarrás, y así acaba el incidente, pero es una manera ya vieja de atender el episodio y no termina ayudando realmente a la persona. Estos métodos solo agravaban el momento sin brindar ningún apoyo a la víctima”, añadió, en referencia a que esta persona suele volver a intentar quitarse la vida.
Munhoz se puso en contacto con el CVV (Centro de Valoración de la Vida), una herramienta pública de Brasil que brinda apoyo emocional y prevención del suicidio, en virtud de que “había que darle una visión humanista al tema”.
Fueron necesarios diez años de estudio hasta que el comandante desarrollara un método para ayudar a las personas que intentan quitarse la vida.
Se trata de un curso que se aplica en los servicios públicos de emergencia en 20 estados brasileños y está abierto a profesionales de otras áreas, como médicos, psicólogos y otros profesionales que se ocupan del tema directa o indirectamente.
Munhoz, que evitó directamente el suicidio de 57 personas, estima que este número fue “significativamente mayor” a partir del uso de otros profesionales de las herramientas que fue trabajando.
Son 40 horas de clase en una semana que abarcan siete temas, entre ellos fases del enfoque de disuasión, diferencias entre tipos de intentos, prevención del suicidio y un módulo sobre salud mental.
“Quienes pasan por el entrenamiento aprenden, entre otras cosas, a distinguir los tipos de personas que lo intentan, que se clasifican en agresivos, psicóticos o depresivos”, explicó.
“Vi la cara de la muerte 57 veces y te garantizo que no es hermosa. Es triste, gris, opaca y tenemos que estar ahí para abrazar a esa persona”, concluyó.
Fuente Ambito