Las mujeres y los niños representan más del 90% de esa cifra, ya que los hombres de 18 a 60 años deben participar de la defensa del país y no están autorizados a partir.
Este desplazamiento excepcional de refugiados provocó una crisis humanitaria en la región que, según advirtió en junio Naciones Unidas, se está convirtiendo en “una crisis de trata de personas”.
“La buena noticia es que los casos conocidos son pocos, pero sabemos que persisten los intentos y que hubo gente que intentó traficar a refugiados o ejercer violencia de género”, dijo a Télam el responsable de Relaciones Externas de Acnur, Chris Melzer.
“Estas personas son especialmente vulnerables y por eso estamos en alerta máxima y preocupados”, precisó.
Melzer, que estuvo asistiendo a los desplazados ucranianos en la frontera al principio del conflicto, explicó que registraron comportamientos sospechosos entre algunas de las personas que ofrecían ayuda, como propuestas de alojamiento a cambio de limpieza o servicios, que en determinadas ocasiones comprendían favores sexuales.
“Eso no es solidaridad (…) es absolutamente inaceptable”, expresó el funcionario, quien señaló que Acnur había desplegado personal adicional en varios países para reforzar la respuesta al riesgo de trata, violencia de género, explotación y abuso sexual.
Este tipo de conductas sospechosas fueron también registradas por La Strada International, una plataforma europea de ONGs que lucha contra la trata.
“Reciben ofertas de trabajo raras o por las que no les pagaron aún o también hay gente a la que le ofrecieron transporte, pero solo aceptaban mujeres, cosas así”, dijo a Télam Suzanne Hoff, coordinara internacional de la organización.
La plataforma investiga estos reportes, pero de momento confirmó una decena de casos de trata.
La propia Hoff conoció a una de esas víctimas, una mujer ucraniana que trabajaba para una familia rusa en Francia, donde era explotada y no recibía remuneración.
Otro caso similar fue reportado en mayo por las autoridades francesas: dos jóvenes ucranianas que trabajaban para una familia ucraniana como niñeras y ayudantes domésticas sin pausa y a las que solo daban de comer una vez al día.
El trabajo forzado es una de las múltiples formas de trata a las que están expuestos los refugiados de Ucrania, entre las que también destacan la explotación sexual, la mendicidad y la criminalidad forzadas.
En julio pasado, las autoridades ucranianas desbarataron una banda criminal que ofrecía a mujeres ucranianas empleo en Turquía, donde luego eran obligadas a ejercer la prostitución.
Ese mismo mes, la Policía de Reino Unido informó que diez pederastas británicos viajaron a Polonia con el pretexto de brindar asistencia humanitaria a los refugiados.
Según la Unión Europea (UE), que ante este contexto lanzó en mayo un plan común contra la trata, se han iniciado investigaciones en varios países sobre casos potenciales, mientras la amenaza se considera “alta e inminente”.
Ucrania, que desde principios de los 90 ha sido un país de origen, tránsito y destino para la trata de personas, había registrado en los últimos años un aumento en la escala de este delito, impulsado tanto por la pandemia como por el desplazamiento interno que causó desde 2014 el conflicto con las regiones separatistas del este y la anexión rusa de la península de Crimea.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más del 90% de los víctimas ucranianas identificadas en 2020 fueron traficadas para explotación laboral, más de la mitad de ellas en Polonia y Rusia, dos de los países que acogen actualmente una gran cantidad de refugiados.
“Antes de la guerra, los ucranianos apenas tenían derechos en Europa y lo bueno ahora es que eso cambió con la Protección Temporal”, explicó Hoff, en referencia a la directiva activada en marzo por la UE que da a los refugiados ucranianos permiso de residencia y acceso al mercado laboral, a la vivienda, la educación y la asistencia médica.
Este estatus legal es un factor importante para hacer frente a la trata.
Sin embargo, la responsable de la ONG explicó que esta política no aplica para todos los refugiados procedentes de Ucrania, como quienes no son elegibles por falta de información o datos incorrectos, o aquellos que eran residentes extranjeros o indocumentados.
“Cuanto más vulnerable es la situación de las personas, más riesgos tienen de caer en la trata”, expresó la especialista, quien citó asimismo el ejemplo de los menores no acompañados, la comunidad LGBTIQ+ y los gitanos.
También existe una preocupación particular por los riesgos de explotación y abuso sexual en línea porque muchos ucranianos usan las redes sociales para buscar apoyo.
Un operativo de Europol, que movilizó en mayo a 14 países europeos, logró identificar seis plataformas virtuales vinculadas a la trata y a nueve presuntos traficantes que buscaban refugiados ucranianos para su explotación sexual y laboral a través de páginas web y redes sociales en Europa.
En ese sentido, los expertos consultados subrayaron la necesidad de que los gobiernos apliquen mecanismos de monitoreo y verificación tanto en línea como en el terreno.
“No podemos realmente cuantificar este problema. Afortunadamente, los casos conocidos son pocos, pero inclusive uno es demasiado y, además, hay casos que aún no conocemos”, afirmó Melzer.
Algo en lo que coincidió Hoff, quien señaló que la trata es “muy difícil” de identificar y suele tomar mucho tiempo, dado que muchas veces las víctimas no están en condiciones de denunciar su situación.
“En general hay un subregistro de casos”, indicó la especialista y concluyó: “Es demasiado pronto porque no conocemos la situación real, que suele ser compleja. Ya lo hemos visto en otras guerras, como la de Siria, es muy difícil obtener la imagen completa. Sólo tenemos una idea de lo que sabemos o se informa”.
Fuente Ambito