El film se llamaba “La Familia Está de Fiesta” y la había dirigido Palito Ortega.
Horas después el actor, Luis Sandrini estaba realizando una sesión fotográfica para la publicidad de la mencionada película.
Y le dijo a Niní Marshall, que había sido coprotagonista del film –“Me siento raro. Estoy como flotando…”
Minutos después un ataque cerebral derribaba totalmente inconsciente al actor.
A las tres horas, ya estaba en el quirófano.
En la vereda del sanatorio Güemes aquí en Buenos Aires. Se iba reuniendo una multitud.
Sandrini, de 75 años ya no recobraría el conocimiento aunque viviría una semana más hasta el 5 de julio de ese 1980 en que su corazón grandote, cesaría de latir.
Sandrini había nacido en el barrio porteño de Caballito en 1905. Cuatro años después nacía su hermano Eduardo Sandrini también actor, que lo acompañó en muchas de sus películas.
Luis tenía sólo 9 años cuando su padre, inspector del ferrocarril y también actor aficionado, debió radicarse con su familia en San Pedro.
Allí, a los 19 años, Sandrini se recibió de maestro, de maestro sin puesto, como muchos, en aquella época, y creo que en todas las épocas…
Tenía 20 años, cuando su familia regresó a Buenos Aires.
Finalizado su servicio militar, se incorporó a un circo.
Primero, como actor secundario, luego como payaso.
Hasta que las circunstancias, o el destino, o las dos cosas, lo cruzaron con Elías Alippi, que el actor Enrique Muiño integraban una prestigiosa compañía teatral.
Lo incorporaron y estrenaron una obra: “Los tres Berretines”.
Allí, Sandrini sobresalió nítidamente como actor, pese a que hacia un pequeño papel.
El cine lo requirió inmediatamente. Y le tocó actuar en la primera película argentina sonora, “Tango”, en 1933.
Y ese mismo año filmó ya para el cine “Los Tres Berretines”, película que lo consagró definitivamente. Al año siguiente hizo “Riachuelo”.
Después filmó “La Muchachada de a Bordo”. Luego “Loco Lindo”.“El Cañonero de Giles…”. La lista sería interminable.
¡74 películas en total como ya lo expresé!.
Marquesinas con su nombre, fama, dinero, popularidad, aplausos. Y llegó a la radio –permanecería 24 años en ella.
También hizo TV durante 6 años, con un personaje tipo antihéroe: tartamudo, ingenuo, noble. Felipe se denominaba.
Pero quiero aludir al ser humano que fue Luis Sandrini, un hombre sencillo y humilde.
Y un operador de radio “El Mundo”, me relató este episodio.
En la época en que Sandrini hacía su personaje “Felipe”, el operador le contó al actor, durante el intervalo de un programa radial, que al día siguiente, le rematarían su única propiedad, por deudas, originadas –le contó- por su pasión por el juego.
-“Tengo 5 hijos pequeños. Sólo me resta suicidarme.”
-“¿Cuándo rematan su casa?”, le dijo Sandrini.
-“Mañana, Don Luis”.
-“¿Dónde es el remate?”
-“En Lanús Sr. Sandrini”.
-“Anóteme la dirección y la hora. Mañana estaré allí y la voy a comprar yo. Después, despreocúpese. No lo voy a desalojar”.
Al día siguiente Luis Sandrini fue al remate, superó varias ofertas y adquirió la propiedad.
Tres meses después, fue a una escribanía a firmar la escritura de la propiedad que puso a nombre del operador radial.
-“¿Cuánto le debo?” dijo el hombre.
-“Me debe dos cosas: su silencio acerca de esto y su promesa de olvidarse del juego”. Y se despidió con un apretón de manos.
El actor, jamás mencionó este hecho a nadie.
Creo que esta simple anécdota es mucho más importante que su valía actoral, que sus películas, que toda su trayectoria artística. Porque en lo humano también fue un elegido.
Diría que fue más altruista todavía que generoso.
Porque el generoso da algo que le pertenece pero el altruista da algo de si mismo.
Sandrini, evidentemente sintió como propio el dolor ajeno. Por eso sintió menos el propio. Que lo tuvo, humano al fin.
Y un aforismo final ya no para el brillante actor que fue, sino para el ser humano noble y comprensivo que también fue.
“Quien disimula su caridad es doblemente generoso”.