LA HABANA, Cuba. — Ninguna de las campañas impulsadas por el mediocre gobierno de Díaz-Canel ha dado resultados. La gente no está sembrando su pedacito porque no quiere, no tiene tiempo o, simplemente, no dispone del dichoso pedacito para sembrar siquiera una lechuga. Tampoco resiste creativamente ni piensa en revolucionar absolutamente nada. Todo lo que implique el vocablo revolución genera una profunda desconfianza en los cubanos, a quienes tampoco les interesa ponerle corazón a lo que está definitivamente muerto.
Nada de lo que ha dicho Díaz-Canel arrastra una comisión de embullo, aunque sea pequeñita. Ni siquiera esos que en los reportajes de la televisión le rodean, le aplauden y gritan alguna que otra consigna se plantean seriamente dedicar su tiempo a otra cosa que no sea raspar todo lo que puedan, en dinero, especies o favores, para enfrentar la prolongación de la crisis, o emigrar.
La insistencia en hacer ciertas cosas por el bien de una Revolución que yace fría y muerta ha generado esfuerzos en sentido contrario. Ello pudiera deberse a las redundancias de Díaz-Canel, que tienden a confundir; pero lo cierto es que la vanguardia uniformada de los que “aman el amor y odian el odio” ha protagonizado uno de los episodios de abuso más lamentables de los últimos meses.
Sucedió en Purnio, una localidad rural en San Andrés, provincia de Holguín. En las imágenes que circulan en redes sociales se ve muy claro cómo dos agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) intentan arrestar a un joven campesino que, al parecer, sufre de alguna discapacidad intelectual. Al este negarse a ponerse las esposas, uno de ellos le suena varias bofetadas delante de una mujer —presumiblemente su madre— que graba la escena y en todo momento le dice al muchacho que se quede tranquilo.
Así lo hizo el joven. Sin levantarle la mano al esbirro se dejó golpear cuatro veces. Cuatro sonoros galletazos que han hecho saltar de indignación a cuanto cubano con vergüenza ha visto el video. El uniformado, además, lo zarandeó, le aplicó una llave de estrangulamiento, lo arrojó al suelo y amenazó a la señora con golpearla también a ella.
Así de simple, esto es “palo pa´to´el mundo”: las niñas de Nuevitas, los presos políticos, la madre que intercede por su hijo y cualquiera que se atreva a protestar contra la dictadura o reclamar un derecho universal e inalienable. Nada ni nadie puede ponerle un alto a estos atropellos porque son política de Estado. Ese policía es un maltratador, un tipo de mano pesada, un cabrón. Esas cuatro galletas en el rostro del joven campesino no fueron un exabrupto, sino la reacción habitual de un sicario que, protegido por una placa y un uniforme, siembra en los campos cubanos del siglo XXI el mismo terror que sembraban la Guardia Rural española en el siglo XIX o los casquitos de Batista durante los años de la República.
Mucho golpe y mucha corrupción. Eso es la policía cubana: una recua de muertos de hambre, agobiados por las mismas privaciones que el pueblo, pero viles y cobardones a un nivel que no tiene perdón. En el video no hay un corte, nada que deje espacio a dudas o interpretaciones malintencionadas. El guajirito no se defendió y el esbirro le dio todos los bofetones que quiso en presencia de testigos, porque se cree intocable. Quien se comporta de esa manera está convencido de que no va a pasarle nada. Si la madre quiere denunciar, que lo haga; si el chamaco quiere reclamar, que reclame.
Bajo un régimen totalitario que ha hecho del terror su único recurso para mantenerse en el poder poco pueden hacer una madre humilde y su hijo. ¿Dónde está el abogado que los va a defender? ¿En cuál emisión la empellita sin carácter de Con Filo o la rata mentirosa de Humberto López van a denunciar esta nueva brutalidad, que al igual que las muertes de Raidel Vidal Caignet, Diubis Laurencio Tejeda y Hansel Ernesto, o las golpizas a las niñas de Nuevitas y a cientos de manifestantes del 11 de julio de 2021 se hundirá en el silencio y la impunidad?
Quien a estas alturas insiste en dialogar con una dictadura que permite semejantes iniquidades es su cómplice, y como tal debe ser tratado. La policía sobrepasa todos los límites mientras la prensa oficial tilda de terrorismo un simple cartel en la vía pública. Cada día hacen más evidente que en Cuba los mecanismos para impartir justicia están atrofiados. Los que aman el amor pretenden sobrecumplir la emulación repartiendo “cariñito” a dos manos, desafiando las leyes, pisoteando los derechos constitucionales que en esta desgracia de país valen menos que una bola de estiércol.
No se sorprendan si un buen día sus “cariños” son retribuidos con un Plan Machete del que no va a librarse ninguno. Hace rato están jodiendo a gente que está muy cansada, muy dolida y cada vez más empujada al extremo. El golpe mortal puede salir de cualquier parte. En Cuba todo se sabe y pueden estar seguros de que no habrá equivocación.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org