Las sectas criminales operan porque sus líderes brindan certeza en momentos de quiebre cuando algunas personas se encuentran con vulnerabilidades psicológicas, emocionales y sociales. Ser inteligente o tener un alto nivel educativo no impide que lleguen a involucrarse en alguna. Son más bien los momentos de debilidad o de crisis, la sensación de inadecuación o de que todo está perdido, los que son aprovechados por los líderes, porque llenarán el vacío y la incertidumbres con placebos que irán estabilizando la psique y el sosiego espiritual, ya que se presentan como una salvación o restauración, al principio con palabras y luego con acciones o pedidos inocuos.
Así, de a poco, se va entrando en la dinámica de la captación, que será efectiva en personas que conserven la inteligencia, capacidad de adaptación, conciencia de realidad y estén motivadas a realizar un cambio para mejorar su vida o estén decididas a encontrar la felicidad.
Se busca que puedan controlar sus emociones o respuestas afectivas espontáneas para poder ser reprogramadas; se los induce a eliminarlas o a modificarlas, y se implanta las que el líder considera correctas.
Ninguna secta destructiva o criminal va a presentarse al comienzo como lo que es realmente; es muy raro que lo hagan con los referentes sociales que pueden servir de publicidad positiva para captar a otras personas, a las que sí coaccionan una vez que ingresan.
Materiales relativos a la secta de Jim Jones y la masacre de Guyana (Archivo/Templo del Pueblo/)
Al ser captadas, comenzará el proceso de aislamiento que servirá, sostenido en el tiempo, para evitar cualquier interferencia con auténticos vínculos afectivos anteriores e importantes que puedan estar notando los cambios radicales y progresivos en sus seres queridos y busquen prevenirlos del peligro que está por venir.
Evadir a las personas significativas y reemplazarlas con las que piensan igual que ellos es esencial en este proceso. Este distanciamiento voluntario con el afuera o “los otros” en pos de una felicidad o mejora tiene otra función, que es la pérdida de noción del tiempo cronológico, porque contribuirá a un grado de desorientación para llevar a alguien hacia la esclavitud psicológica.
Así se los va convenciendo cada vez más a través de vestimentas, rituales que convocan el pensamiento mágico-animista y palabras nuevas con significados específicos que fortalecen una nueva identidad y la unión a través del pensamiento grupal para una captación eficaz.
Materiales relativos a la secta de Jim Jones y la masacre de Guyana (Archivo/Templo del Pueblo/)
Luego de este proceso aparece el lavado de cerebro, que es una técnica de control mental que consiste en anular la libertad de acción, asociación, confianza en otros y libertad de pensamiento. Pero para que esto se dé es necesario haber conseguido truncar la tendencia que tenemos los seres humanos a compartir nuestros sentimientos con otras personas.
Así, sugestionar y crear una apatía condicionada a respuestas emocionales básicas se hará más fácil. Por eso, las víctimas de sectas destructivas y criminales suelen caracterizarse por la ausencia de remordimiento o empatía por el sufrimiento ajeno, y pueden mostrarse insensibles al ver o ejecutar actos de crueldad y humillación extrema hacia personas con las que tienen un vínculo afectivo, incluso dentro de la secta.
Se aprende a despreciar a otros porque se implanta la idea de que son seres inferiores y el modo de aprender es el sufrimiento corporal y emocional.
Esto se desarrolla y perpetúa a través de un temor que se va forjando con ideas paranoides de persecución o de perjuicio que, paulatinamente, pasan a ser verdades absolutas. Muchas veces se les hace creer que los enemigos son sus vínculos más queridos en una etapa anterior, los desertores de la secta o familiares que luchen por rescatarlos. Así se logra generar inseguridad, manipulación y dependencia.
A su vez, para contrarrestar el miedo y la sensación de desprotección que se fortaleció con estas ideas del mundo contra ellos, se van implantando nuevas ideas y preceptos con miras a una restauración, revolución o salvación que, a veces, puede incluir al mundo. Con el tiempo y el aislamiento se manipula en masa y se implantan emociones como el odio y la búsqueda de confrontación.
Materiales relativos a la secta de Jim Jones y la masacre de Guyana (Archivo/Templo del Pueblo/)
Las normas sociales y culturales con las que llegan las víctimas a una secta son un desafío para el líder, que va a hacer que sean reinterpretadas como le conviene; ahí también entran los intereses económicos, por lo que muchas sectas comienzan con el ardid de “aprender a despojarse de lo material”, que incluye la renuncia a bienes económicos y al apego afectivo. Las normas que no se puedan adaptar serán reemplazadas por normas propias.
Eliminar los impulsos sexuales juega un papel fundamental en el sometimiento, porque controlar estos instintos y liberarlos cuándo y cómo lo ordena el líder hará que el control y la sumisión sean absolutos. Por eso, las personas captadas, poco a poco, irán quebrantando leyes o tabúes que incluyen el incesto.
Tomas Neer y Mary Ellen O’Toole, experfiladores criminales del FBI, plantean que existe una diferencia sustancial que ocurre entre las personas captadas y radicalizadas por sectas destructivas o criminales con las que lo son por grupos terroristas.
Si bien muchos de sus líderes son como dioses o semi dioses que portan y transmiten sabiduría que no solo es terrenal, en el primer caso los súbditos presentan lo que llaman Mirror Thinking o pensamiento en espejo: se ven y quieren ser como el líder, perfectos. En cambio, en el segundo caso se da el Ideal Thinking o la búsqueda de un ideal, que incluso trasciende al líder y al tiempo.
Materiales relativos a la secta de Jim Jones y la masacre de Guyana (Archivo/Templo del Pueblo/)
Luego de la masacre de Jonestown, en Guyana, donde murieron más de 900 personas captadas por una secta, lo que para nosotros fue el suicidio y homicidio en masa más impactante de todos los tiempos, para muchos de los sobrevivientes se trató de un acto revolucionario. Algunos de los sobrevivientes que fueron arrancados de ese hábitat y enfrentados con un entorno con leyes que conocían, pero que ya no los regían, presentaron fenómenos alucinatorios y sensaciones de fin de mundo, según informes y reportes del FBI de la época.
Es importante que las víctimas rescatadas y sacadas contra su deseo de este tipo de sectas no sean abandonadas a su suerte, sino que cuenten con una terapéutica psicológica y psiquiátrica especializada para comprender qué los llevó a eso, entender que fueron víctimas de esclavitud psicológica y manipulación de la voluntad, que cuenten con apoyo social para así lograr una readaptación y evitar futuras recaídas.
Fuente La Nacion