Por Carlos Pagni
Las necesidades del ministro de Economía no están en el tope de la agenda kirchnerista, que tiene otras urgencias, y un comandante ausente.
En la sala 77 del Museo del Louvre se encuentra una de las obras fundacionales del romanticismo francés: La balsa de la Medusa, de Théodore Gericault. El cuadro, terminado en 1819, representa un acontecimiento que había conmovido a la opinión pública unos años atrás: el naufragio de la fragata Medusa, cerca de las costas de Mauritania. Esa embarcación navegaba como parte de una pequeña flota que se dirigía a Senegal, hasta que encalló en un banco de arena. Al cabo de varios intentos frustrados por rescatarla, que duraron cinco días, sus pasajeros subieron a los botes para salvar los 60 kilómetros que los separaban de la playa africana. Como sólo consiguieron ubicarse allí 250 personas, otras 146 intentaron salvarse en una balsa construida de improviso. En pocos minutos comenzó a hundirse. Desde los botes intentaron arrastrarla, pero pronto alguien soltó amarras y los balseros quedaron librados a su suerte. El capitán también los abandonó. Al hambre y la sed les siguieron la desesperación y la locura. Después de la primera noche, cuando se ejecutaron 20 asesinatos, se cayó en el canibalismo. Es la escena que captura Gericault. Trece días más tarde la balsa fue rescatada por una nave que la encontró por accidente. La tragedia fue un escándalo vergonzoso. Se señaló como culpable al comandante, Hugues Duroy de Chaumareys, un vizconde con poquísima experiencia de navegación, que había sido designado por favoritismo político. De Chaumareys escapó por poco de ser ejecutado por la muerte de 150 navegantes, pero una corte marcial lo condenó a tres años de prisión. Lawfare de los Borbones.
El desastre que retrata Gericault ocurrió entre el 5 y el 17 de julio de 1816. En los mismos días en que, en el remoto sur de América, un conjunto de provincias declaraba su independencia. Cuando se observa el trance actual del Frente de Todos, que hoy gobierna aquel país, la imaginación se siente atraída por La balsa de la Medusa. No sólo por los avatares de un naufragio. También por la ausencia de altruismo entre la tripulación. Un comandante ausente, y pasajeros que buscan la supervivencia en medio de la dispersión.
Cristina Kirchner, igual que su círculo más cercano, se aferra a la memoria de 2017. Los escándalos de corrupción, encabezados por la trasnochada de José López, sus bolsos y su ametralladora, en el convento de General Rodríguez, no impidieron que ella ganara en las primarias, por poquísimo margen, como candidata a senadora. Igual que los explosivos cuadernos de las coimas, que Diego Cabot y su equipo dieron a conocer en La Nación el 1 de agosto de 2018, no hundieron a pique un liderazgo que llevó al peronismo a la victoria un año más tarde. Habría que pensar que el atractivo electoral de la vicepresidenta es inconmovible a cualquier acusación de corrupción.
Esa hipótesis puede no estar asegurada. Entre 2016 y 2019 la señora de Kirchner fue, por su propia identidad y también por la hostilidad de sus rivales, la contrafigura del gobierno de Mauricio Macri. Fue también la contrafigura del ajuste que llevó adelante ese gobierno. El panorama actual se modificó en ese aspecto decisivo. Hoy el que racionaliza es el oficialismo que ella encabeza. Las miserias morales, por lo tanto, ya no se ven disimuladas por las decisiones antipáticas del adversario. Acaso queden subrayadas por las malas noticias que comunica el propio bando.
Existe una correlación misteriosa pero infalible entre el Índice de Confianza en el Gobierno que publica la Universidad Di Tella y el porcentaje electoral que obtienen los oficialismos. El economista Fernando Marull detectó que, según esa medición, el Frente de Todos obtendría hoy 23,6% de los votos.
Según una investigación de Isonomía, en la provincia de Buenos Aires, cuyo conurbano es el bastión de la vicepresidenta, el primer problema personal de los consultados es la economía (38%); el segundo, la falta de trabajo y la situación salarial (24%); el tercero, la inflación (13%); y el cuarto, la inseguridad (8%).
Son cifras que hacen juego con las observaciones de un estudio realizado por el equipo del senador provincial Joaquín De la Torre, en San Miguel. Es cierto que se trata de un solo partido del Gran Buenos Aires, pero expresa problemas extendidos. El procesamiento de residuos que realiza el Ceamse, por ejemplo, cayó en julio un 9,3% respecto de junio y un 7,4% respecto de julio del año pasado. Es un indicador muy fidedigno de los niveles de consumo. En los comercios barriales, las ventas se derrumbaron entre un 25% y un 30% entre la tercera semana de julio y la tercera de agosto. En junio, las familias que se inscribieron en el municipio para retirar alimentos fueron 7729; en julio, 8508 y para agosto se proyectaban 9487. Las que buscaron esos alimentos fueron, en junio, 75% de las inscriptas; en julio, 82%; y en agosto, 85%.
Una novedad reveladora es que, según este estudio, en 24 de las 27 zonas en las que se divide San Miguel regresó el trueque. En 20 aumentó la venta ambulante. Los beneficiarios de planes que trabajan en cooperativas cumplen cada vez menos con el presentismo porque ahora también necesitan hacer changas. En todo el distrito se registran más robos en la última semana del mes. De nuevo: el trabajo de De la Torre se circunscribe a un solo partido. Pero expone dramas generalizados en toda la región.
Sobre este panorama se proyectan Sergio Massa y su plan de ajuste, con aumento de tarifas y recortes de gastos en Educación, Salud, Transporte y para el plan Procrear, por un total de 128.000 millones de pesos.
Las restricciones son contradictorias. Por ejemplo, no rozan a las empresas estatales, algunas de ellas custodiadas por La Cámpora. También hay medidas que aumentan los gastos del Tesoro. Es el caso de varias prestaciones por discapacidad de las obras sociales, que ahora serían absorbidas por el Estado. La Superintendencia de Salud aclara que no se trata de la cobertura sanitaria, sino de pagos educativos, logísticos, etc. Desde la Agencia de Discapacidad pidieron el decreto a la ministra Carla Vizzotti, con la intención de revisarlo. Fue después de una campaña de protesta, que se prolongó ayer con un acampe de un Colectivo de Discapacidad frente a las vallas (sic) que rodean la Casa Rosada.
Los sindicalistas, subidos a uno de los botes de Medusa, esperan que se consolide la medida. Desde el 18 de julio no tienen novedades. Están inquietos porque Cristina Kirchner destacó a Mara Ruíz Malec en la dirección de Recursos de la Seguridad Social de la AFIP. Es la exministra de Trabajo bonaerense, que ahora se encargará de autorizar los giros a la Superintendencia de Salud. Quiere decir que la vicepresidenta puso en manos de una de sus seguidoras, integrante del equipo de Axel Kicillof, el control de la “caja” sindical. Una jugada que se completa con la designación de Walter Correa, un íntimo de Máximo Kirchner, como sucesor de Malec en La Plata. Correa tiene como misión garantizar la recomposición del salario real. Es lo contrario de lo que le pide el Fondo Monetario Internacional a Massa.
Las necesidades del ministro de Economía no están en el tope de la agenda kirchnerista. Otras urgencias. Otro bote. Lo demostró el diputado Kirchner cuando, ante un plenario de la UOM, en Avellaneda, lamentó que Kristalina Georgieva pidiera “decisiones dolorosas”. También criticó a Mauricio Claver-Carone, el actual presidente del BID, por su papel en el Fondo durante la extensión del crédito que obtuvo Mauricio Macri. Georgieva y Claver son las principales figuras a las que tiene que ver Massa, la semana próxima, en su peregrinación a Washington. En el caso del presidente del BID, debe lograr que autorice el desembolso de 800 millones de dólares indispensables para la posición de reservas del Banco Central. Por suerte para Massa, Andrés “Cuervo” Larroque lo rescató el lunes del alto horno de la UOM: dijo que por primera vez en tres años el oficialismo tenía un ministro de Economía. En La Cámpora no se olvidan de Guzmán, de quien hay que rescatar un pormenor inquietante: la señora de Kirchner quitó el respaldo que le había dado a su ajuste en diciembre de 2020, cuando empezaba la campaña. ¿Mantendrá ese calendario? Otra pregunta para Massa.
El préstamo de los bancos internacionales prometido por el ministro de Economía en su primera presentación pública se ha convertido ya en una quimera. Igual que los 5000 millones de dólares que aportarían las cerealeras. A la “oligarquía sentada sobre los silobolsas”, la frase es del sindicalista Correa, Massa debe ofrecerle un dólar especial para ver si liquida algo de su cosecha. Un objetivo ambicioso: ¿quién quiere hoy tener pesos?
En medio del oleaje, también Juan Grabois se sube a otra embarcación. Sus diputados en el Congreso rompen el bloque oficialista. Son Hagman, Fagioli y Zaracho. Tres indispensables para un Gobierno que, con 118 bancas propias, está ajustadísimo a la hora de reunir quorum. Un percance que tal vez no habría ocurrido cuando Fernando “Chino” Navarro, compañero de Grabois desde el Movimiento Evita, estaba al frente, por encargo del “Capitan Chaumareys”, de las relaciones con el Congreso. Una curiosidad: ¿dónde estaban los líderes del Evita en las horas revolucionarias de Juncal y Uruguay? En realidad, no fueron invitados. Los únicos amigos íntimos del Presidente salpicados por el hidrante de Recoleta fueron Victoria Tolosa Paz y su enamoradísimo esposo, Enrique “Pepe” Albistur. Los demás eran militantes del PJ Capital, a los que Cristina Kirchner pagó con muy mala moneda: los mandó a conseguir votos porteños con la consigna de que la autonomía del distrito no figura en la Constitución. ¿En qué estaría pensando cuando, como constituyente, en 1994, votó el artículo que establece esa autonomía?
Grabois y su Frente Patria Grande no hablan de secesión. Prefieren “corrimiento”. Igual que Malena Galmarini, la esposa del ministro castigado, que no aumenta tarifas. Redistribuye subsidios. (A propósito: ¿es verdad que en AySA contrató a la empresa CyE, atribuida al sindicalista/espía José Luis Lingeri, y a CPC de Cristóbal López, para un proyecto de tratamiento de efluentes en Moreno? Habladurías de los náufragos). Grabois obtuvo gran notoriedad en las trifulcas de Recoleta. Podrá contar a sus nietos que fue el que empujó la valla. Acaso fue por eso que la señora de Kirchner, cuando bajó de la tarima a saludar a la multitud, le dedicó el único abrazo de la noche. Desde que la acompañó a Comodoro Py, en 2016, la proximidad de este dirigente es un activo valiosísimo. Como no roba, extiende certificados de buena conducta. Más allá de este detalle: ¿qué alcance tiene la bendición de la vicepresidenta? Hay quienes interpretan que incluía la separación del bloque.
Las barcas toman derivas muy distintas. El clima de polarización que alienta Cristina Kirchner congeló la actividad parlamentaria. Justo cuando Massa necesita prorrogar impuestos, es decir, garantizar en Washington que tendrá por lo menos los mismos ingresos que hasta ahora para reducir el gigantesco déficit fiscal. La sesión prevista para hoy se suspendió. Habrá que ver si se puede celebrar la semana que viene.
La campaña de victimización de la vicepresidenta también atrae adhesiones internacionales que conspiran contra las negociaciones de Massa en “la capital del imperio”: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Rafael Correa, Evo Morales, Ernesto Samper… Un coro bolivariano en el que desafina, estridente, el silencio de Lula da Silva, sumo sacerdote del lawfare. Algunos íntimos de la señora de Kirchner sospechan que las gestiones para que el candidato a presidente del PT se pronuncie no tuvieron el empeño necesario. Recuerdan que Alberto Fernández sí consiguió un tuit del brasileño en favor de su acuerdo con el Fondo, en el momento más agresivo de su conflicto con la vicepresidenta. Es una suspicacia irrelevante. Más doloroso es intuir que el Presidente operó todas las palancas para beneficiar en tribunales a Cristóbal López y Fabián de Sousa, sus antiguos empleadores. Los resultados están a la vista cuando se contrastan las absoluciones de esos empresarios con los infortunios de la vecina que paga impuestos en Recoleta, como ella se autodefinió. Ella naufraga. Los otros sobreviven. A pesar de que tienen los mismos abogados.
Fuente La Nación