Repudio el atentado. Y la rapidez del Gobierno por hallar un culpable comparable con la inutilidad para cuidar a Cristina. Hay río revuelto y el Gobierno mezcla todo.
Este es un momento de consignas vacías e interpretaciones forzadas. Ahora mismo el lector está esperando que yo diga que repudio el atentado. Repudio el atentado. Esas son las palabras que me permiten seguir hablando.
Una vez repudiado el hecho, ¿podemos analizarlo? Ver cómo se llegó hasta el y, en todo caso, qué consecuencias desencadenó hasta ahora?
Está detenido un culpable material y tanto el gobierno como su prensa adicta señalan que el responsable actuó como parte de un “clima de época” generado por la oposición.
La historia del mundo muestra que frente a magnicidios concretos o frustrados, no hay una respuesta unívoca; muchos fueron parte de complots internos y otros, provocados simplemente por un “loco suelto”.
Pero en la Argentina la capacidad del Gobierno para hallar culpables fue instantánea, comparable a su inutilidad para proteger a la vicepresidente. Hace unos días, Aníbal Fernandez asignó veinte efectivos de la Policia Federal para reforzar la custodia, con lo cual Cristina cuenta con ciento veinte efectivos afectados a su seguridad personal. Cristina fue protegida por la casualidad: ninguno de los efectivos pudo hacerlo.
Cristina, por cierto, es claramente una víctima de lo que sucedió. Pero ser víctima ¿le otorga superioridad moral? ¿La vuelve de inmediato inocente de otros cargos? La reacción oficial parece verlo así: la calificación del Presidente del atentado más importante desde la vuelta a la democracia.
Desconoció, así, los tres atentados que sufrió Alfonsín en 1986,1989 -ambos con explosivos- y en 1991, con balazos.
O la muerte -según sus padres, el asesinato- de Carlos Menem Junior en 1995. Es importante advertir, cuando se habla de la democracia, que la democracia somos todos.
Ninguna persona la encarna per se.
También es una paradoja que el kirchnerismo -que defendió y defiende la violencia política de los 70 -se golpee santurronamente el pecho frente a lo que supone violencia política en la actualidad.
La multitudinaria marcha en apoyo a Cristina Kirchner, este viernes en Plaza de Mayo tras el atentado que sufrió la vicepresidenta. Foto AFP
Es cierto que la violencia verbal o simbólica abre la puerta a la violencia real; pero eso nos pone frente a una discusión que duraría una eternidad: ¿Cómo comenzó? ¿Quién tiró la primera piedra? ¿Quién respondió?
“La oposición está viendo quién mata al primer peronista”, afirmó Máximo Kirchner en El Destape Radio, el mismo día del atentado a su madre.
“Es necesario desterrar la violencia y el odio del discurso politico y mediático”, dijo el Presidente el jueves por la noche.
El viernes por la mañana Página/12 ampliaba la consigna: “El odio trepó hasta un intento de magnicidio”, escribió en la nota de tapa Raúl Kollmann. En la contratapa, Mempo Giardinelli, en una columna titulada con una curiosa sintaxis (“Y ustedes ¿cuánto más, ex compañeros periodistas?”) acusó a Leuco, Majul, Rossi y a mí mismo expresando su “más profundo y sincero desprecio por vuestro miserable comportamiento periodístico”. “Mi Patria está en emergencia, feroz por culpa de ustedes”, escribió.
En el curso de la mañana del viernes Marcelo Leiras, funcionario de Wado de Pedro, publicó en Twitter: “Esta también hay que anotársela al salame fenicio que tiene el programa político en el 13 los domingos a la noche, el Norman Mailer de Sarandí. Todos los fuck you terminan germinando, otario”.
La intendente de Quilmes Mayra Mendoza prefirió publicar directamente mi foto con un cartel que decía “El odio”, y debajo “Nunca vas a verlo”.
Luis D’Elía fue más extenso: “La Bersa es de Lanata -escribió- El cargador es de Leuco. Las balas son de Feinmann. La mira es de Johny Viale. La empuñadura es de Majul. El cañón es de TN. La instigación es de Clarín. El plan es de la Embajada. El brasileño es un perejil”.
El abogado del Partido Comunista Eduardo Barcesat publicó en Télam (la agencia de noticias oficial) una columna titulada “Magnicidio: el eslabón fallido del golpe de Estado impulsado por el lawfare”.
Como se ve, una catarata de amor.
En el mundo, CNN Live titulaba: ”La vicepresidente argentina sobrevive a un aparente intento de asesinato”. Lo de “aparente” en el lenguaje CNN no es casualidad: en la diagonal de esta escena aparece, no dicha, la sospecha de la parte más paranoica de nuestra población: ¿Y si todo esto estuvo armado? Finalmente incontrolables, la teoría paranoica floreció en las redes.
Hay río revuelto.
Hay quienes quieren mezclar todo: atentado-lawfare-medios hegemónicos- Cristina víctima-Cristina inocente de todo-Santa Cristina.
El atentado del jueves fue un hecho lamentable. Ojalá nunca hubiera sucedido. Nadie puede estar a favor de la muerte. Ya tuvo demasiada muerte la Argentina. Sería bueno que el Gobierno piense lo mismo.
Fuente Clarin