LA HABANA, Cuba. — A un artista, para que le permitan poder serlo bajo una dictadura como la castrista, le exigen hacer concesiones éticas y conceptuales que menoscaban la dignidad humana. Que un artista sea considerado como tal depende del criterio político y la valoración ideológica de los decisores de la cultura socialista. Mientras el artista comulgue con el discurso del régimen, o finja hacerlo, como la gran mayoría, recibirá el visto bueno de los burócratas censores.
Para el cineasta Lester Hamlet, “ya no es antes”, como titulara uno de sus filmes más populares. Su denuncia en las redes sociales de que le habían prohibido volver a Cuba en los próximos cinco años lo puso ante una disyuntiva: aceptar el perdón y olvido que le otorgarían las autoridades de regresar al país o el apoyo de sus colegas en el sector artístico y el aplauso de los admiradores de su obra.
Causó asombro la inusitada rapidez para subsanar el “error” de un funcionario, así como el tono moderado y conciliatorio de algunos defensores de la libertad de expresión y movimiento de los artistas.
Pocos cubanos creyeron en el apego y respeto a unos derechos constitucionales que no existen, evocados por un ministro de Cultura como Alpidio Alonso, capaz de arrebatar un teléfono celular a un periodista independiente para que no filmara el acto represivo contra un joven que se manifestaba pacíficamente frente a la institución que preside.
Tampoco nadie dio crédito a la parodia oportunista de Abel Prieto, quien impidiera en el año 2006 el regreso a Cuba del escritor Amir Valle y del poeta y ensayista Jorge Luis Arcos, condenándolos al destierro perpetuo.
Y menos creyeron en las puertas de Cuba abiertas para Lester Hamlet por un desconocido Miguel Sanada, quien no tiene autoridad ni para cerrar y abrir la puerta de su casa, asignada por la dictadura.
¿Por qué no apeló el ministro Alpidio Alonso a la Constitución cuando otro Hamlet cubano, el artista visual Hamlet Lavastida, fue secuestrado por la Seguridad del Estado en el aeropuerto de Boyeros, a su regreso a Cuba? ¿Qué fuerza mayor o cobardía silenció al paranoico Abel Prieto, presidente de la Casa de las Américas, cuando Hamlet Lavastida fue encerrado durante 87 días en el cuartel general de la policía política? ¿Acaso alguno de esos tres gendarmes de la cultura cubana —Alpidio Alonso, Abel Prieto y Miguel Sanada— intentó evitar el destierro del laureado artista?
Poco importa si algunas autoridades de instituciones culturales del régimen desmienten la veracidad de la sanción contra Lester Hamlet, aseguran que fue un malentendido, prometan rectificaciones y aseguren que el realizador tiene las puertas abiertas para regresar cuando lo desee porque, según alegan, cínicamente, le asiste el derecho constitucional de regresar al país.
¡Vaya alijo de falsos papelitos! Lester Hamlet sabe que si regresa al corral lo espera el ostracismo… o la cárcel.
Las razones para este comportamiento “democrático” que fingen ahora los policías del pensamiento en Cuba no están dadas por una apertura hacia la libertad de opinión o de movimiento, sino por el apoyo unánime que recibió Lester Hamlet ante el anuncio de su destierro y el rechazo de muchos miembros del sector artístico a la intolerancia y las limitaciones impuestas por el régimen.
Artistas de diferentes generaciones como las cantantes Haydée Milanés e Ivette Cepeda y las actrices Tahimí Alvariño y Heydy González rompieron las barreras del miedo y denunciaron los atropellos de la dictadura castrista, sumándose a los reclamos de otras reconocidas figuras del cine y la televisión cubana de la valía de Luis Alberto García y Ulises Toirac, entre otros.
Unos años atrás, estas expresiones de libertad individual o colectiva eran impensables en el gremio artístico cubano. Pero desde la guerrita de los email en 2007, la prohibición del filme Santa y Andrés, la salida al exilio del cineasta Juan Carlos Cremata, el encarcelamiento y posterior destierro de Hamlet Lavastida, y, sobre todo, los pronunciamientos contra la represión del Movimiento San Isidro y los manifestantes pacíficos del 27N, y el estallido social del 11 de julio de 2021, la cúpula gobernante está atemorizada y finge que está cambiando su talante.
Pero los conocedores del carácter intolerante y represivo del régimen están a la espera de que suelten a la jauría de descalificadores oficialistas contra Lester Hamlet, que lo calificarán de mediocre y negarán su condición de artista luego de que el realizador, que ya está en los Estados Unidos, afirme que “la sociedad cubana está quebrada y continúa su marcha hacia la mediocridad absoluta”, además de lamentar que, por exiliarse, no podrá ser testigo directo del fin de la dictadura.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org