Por Santiago Fioriti
La vicepresidenta ensayó antes de su alegato. Y prepara nuevas acciones políticas. En la oposición están en alerta. El rol de Massa y la marginación de Alberto Fernández
El miércoles a las tres y veinte de la tarde, a instancias de su jefa, los ejecutores del plan político de Cristina Kirchner en el Congreso decidieron sepultar la posibilidad de una foto con Mauricio Macri, como se ilusionaba un sector del Círculo Rojo después de dos semanas de llamados y coqueteos entre operadores de los principales dirigentes de la política argentina. A esa hora, de modo inesperado, la oposición se enteraba de que el Frente de Todos convocaba a una sesión especial en la Cámara alta para debatir, tan solo 24 horas más tarde, ni más ni menos que la conformación de una nueva Corte Suprema de 25 miembros. “Siempre lo mismo con esta gente”, dijo Macri en una conversación telefónica desde República Dominicana. “Mejor, que todo muera antes de nacer”, contestó uno de los dirigentes que habló con el ex presidente. Los halcones de la oposición inflaron el pecho y los más moderados se escondieron.
Esa sensación de que el kirchnerismo oculta una trampa detrás de cada maniobra terminó de agudizarse el jueves, exactamente a las 21.28, cuando el bloque oficialista en el Senado, ya con la sesión demasiado avanzada, le hizo saber por WhatsApp a sus pares de la oposición que ingresaba una modificación repentina en el artículo 21 del proyecto. Tan repentina que no quisieron perder tiempo en imprimir el texto de nuevo antes de enviarlo. Faltaba media hora para la votación.
Donde decía “la Corte Suprema de Justicia de la Nación estará compuesta por veinticinco (25) jueces y juezas”, alguien había tachado a mano el número 25 con una cruz y había escrito con lapicera, en el margen superior, el 15. Y, en otro tramo de la versión original, donde se sostenía que la Corte podía estar integrada por hasta “15 jueces o juezas del mismo género”, se había hecho lo mismo: se había eliminado con una cruz el 15 y se había agregado, otra vez con lapicera, el número 8.
Las modificaciones fueron vitales para que el rionegrino Alberto Weretilneck, la riojana Clara Vega y la misionera Magdalena Solari Quintana ayudasen al oficialismo a conseguir media sanción de la ley. La iniciativa, salvo un milagro, será frenada en la Cámara de Diputados, pero demuestra hasta qué punto la agenda personalísima de la vicepresidenta (el poder real por fuera del poder formal que se supone en manos de Alberto Fernández, en otros tiempos defensor a ultranza de un tribunal de cinco jueces) puede transformarse en agenda pública, aun cuando uno de sus bloques en el Congreso no dispone de los votos.
Cristina, pese a que le correspondía, no lideró la sesión. Se mantuvo activa en su despacho del Senado hasta que se aseguró que había quórum, pero nunca pisó el recinto. Durante esa larga jornada se aisló para dedicarse a ensayar el alegato que iba a presentar el viernes en el juicio por presunto direccionamiento en la obra pública para favorecer al empresario santacruceño y amigo de su marido, Lázaro Báez. Sí, no solo a preparar: a ensayar.
Quien crea en la verba improvisada de la ex presidenta, extendida entre propios y ajenos durante tantos años, podría pecar de cándido. Ensaya hasta los silencios y las aliteraciones. Siempre ha sido así. Como solía contar el histórico operador del PJ, Juan Carlos “El Chueco” Mazzón: “La diferencia entre Néstor y Cristina es que a Néstor le decís vaca y él te dice ‘traeme a la vaca’; a Cristina le decís vaca y ella te dice ‘traeme diez carpetas con información que quiero saber de la vaca”. A esa curiosidad hoy se le añadió el pánico. La posibilidad latente de una condena a prisión ha provocado que la ex presidenta se sumerja en largos preparativos.
Su equipo de abogados y de comunicación supervisó las expresiones. Cuando se pensó en la puesta en escena, hasta se acordó poner un ejemplar de la Constitución sobre la mesa, aunque más no fuera para que en las redes sus fanáticos pudieran burlarse de Macri, que la semana pasada había condicionado su diálogo a esa metáfora. Todo, al cabo, iba a terminar saliendo más o menos como lo había planificado, salvo una delatora carraspera, que le hizo atravesar pasajes incómodos durante los 90 minutos de presentación.
Las dos movidas, la política y la judicial, estuvieron sincronizadas. Veinticuatro horas continuas de embates. La actual Corte Suprema no sirve y la Justicia, en general, no funciona: son sus miembros, y no ella, los que tienen que estar en el banquillo de los acusados. Bajo esas columnas se sustenta el proyecto de reforma del máximo Tribunal. Y esa es la estrategia de defensa: la quieren condenar sin pruebas, por actos de gobierno que no son judiciables, y, básicamente, por los doce años de éxitos de las administraciones con el sello de los Kirchner. Eso piensa, eso dice, eso hace decir. El operativo es tan impresionante que abarca a dirigentes que en otros tiempos la asociaban a la corrupción.
A los argumentos ya preestablecidos, frente al Tribunal Oral Federal 2 sumó una denuncia: responsabilizó a los integrantes del Poder Judicial y a los medios de comunicación por el atentado que sufrió el 1° de septiembre, cuando Fernando Sabag Montiel intentó volarle la cabeza de dos disparos.
El frustrado operativo de diálogo con la oposición, encabezado por el ministro del Interior, Eduardo De Pedro, y fomentado en las sombras por varios dirigentes kirchneristas menos conocidos e, incluso, por algún integrante de la Iglesia Católica -que le hizo llegar un mensaje privado a Macri, como se contó el domingo pasado en Clarín– podría derivar en una nueva jugada en el Congreso por parte del oficialismo. Son cada vez más los kirchneristas que hablan sin pudor de la posibilidad de eliminar las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias.
Hasta el Presidente, que se negaba a su derogación, asumió en Estados Unidos que se trata de un debate “abierto”, repitiendo, casi calcadas, las palabras que un día antes había pronunciado Axel Kicillof. El gobernador bonaerense se frota las manos. En Salta y Jujuy ya suspendieron las PASO y otras provincias seguirían el mismo camino. Kicillof podría resultar el principal favorecido. En la Provincia no hay segunda vuelta y la oposición debería resolver sus problemas con otro mecanismo. No solo eso: Juntos por el Cambio podría dividir sufragios con el candidato que elija Javier Milei.
Lo cierto es que, luego de declarar en una de sus últimas entrevistas que “definitivamente” se presentaría por un segundo mandato, Alberto Fernández pasó a habilitar implícitamente un circuito electoral que, de prosperar, lo podría marginar muy temprano de la competencia. Si algo no está en la cabeza del kirchnerismo es apoyar su reelección. Lo que queda del albertismo ya ha planteado los riesgos que le depara a un Presidente gestionar sin la chance de un segundo tiempo y con una crisis inflacionaria mediante.
El kirchnerismo instaló las PASO en 2009, tras la derrota de Kirchner frente a Francisco De Narváez. Las alimentó mientras le convino, siempre con un discurso de pureza, como una forma de propiciar la democracia de los partidos. Pero en 2015, tras la derrota de Daniel Scioli, Cristina entendió que las internas fueron un gran aporte para la convivencia del PRO, la UCR y la Coalición Cívica, una manera en la que pudieron zanjar sus diferencias y hacerse de las llaves de Balcarce 50. Desde entonces, la líder de la coalición gobernante se debate entre la chance de promover ella misma la competencia en su fuerza o eliminarlas. “Vamos a hacer lo que nos convenga”, dice uno de sus dirigentes de mayor confianza.
Hoy el Frente de Todos no tiene candidatos competitivos. Es eso lo que los impulsa a pensar en clausurar las PASO para ir directo a las generales de octubre. Son dos meses en los que podría ganar tiempo y soñar con algún tipo de mejora en los números de inflación. Pero, sobre todo, podría generar un fuerte cimbronazo en sus competidores, que necesitan las primarias para poder ahuyentar sus cada vez más notorias diferencias sobre el país que viene. En la oposición se habla de, llegado el caso, una interna abierta. Pero no faltan voces tremendistas que advierten la posibilidad de una ruptura si no hay consenso.
La gran traba para el cristinismo es, como con la reforma de la Corte Suprema, el tránsito por Diputados. Allí ya existen negociaciones. Los jefes de bloque de la oposición pueden dar fe. Se habló en los pasillos durante toda la semana. En los pasillos y en alguna reunión reservada que sus protagonistas ocultan. En la UCR, por ejemplo, dicen que Sergio Massa también está auspiciando la eliminación, en tándem con Cristina. Massa es un protagonista central porque de él depende la economía y porque él mismo se propuso enderezar el barco para anotarse en la sucesión de Alberto.
Los legisladores del peronismo disidente armaron un borrador sobre cómo se votaría en la Cámara baja. Ese informe coincide con un trabajo de un legislador radical. Desde luego, si se presentara el proyecto todo podría cambiar, pero, según esos datos preliminares, hoy habría 126 votos a favor de la suspensión de las primarias, 128 en contra y tres indefiniciones. El peso de la balanza se compensó cuando los representantes de Córdoba, que responden a Juan Schiaretti, dejaron trascender que votarían con el kirchnerismo.
Dos de los indefinidos pertenecen a Avanza Libertad, el partido de Milei. Son votos determinantes que podría beneficiar la estrategia K. El oficialismo descuenta que al economista le convendría en términos electorales porque podría pelear de igual a igual con los aspirantes de Juntos por el Cambio y porque metería más ruido en la interna entre Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Facundo Manes y Gerardo Morales.
—¿Qué piensa hacer si se da el debate, Milei?
—Sinceramente, creo que es un tema que sólo le interesa a la política y que nada tiene que ver con lo que le está pasando a la sociedad con sus problemas reales. Casi me parece una discusión obscena y ofensiva. Es para que lo discutas con la casta, no conmigo. En lo que a mí respecta, yo juego con las reglas que haya que jugar…
Fuente Clarin