Por Jorge Augusto Cardoso
“Cuanto más atrás hurguemos en la historia, más adelante seremos capaces de ver”
Winston Churchill
A fines del siglo XIX, en nuestro país, en ciertos líderes entre los que se encontraban Alem, Yrigoyen, del Valle y Mitre, había nacido la idea de que las revoluciones constituían parte de las opciones adecuadas para imponerse en las contiendas cívicas, por eso se convirtieron en adoctrinadores de Oficiales y no midieron las consecuencias y el daño que iban a causar a la disciplina militar y fundamentalmente, al orden institucional cuyos fatídicos efectos perdurarían por varias décadas.
La propaganda que fueron infiltrando en las filas del ejército tuvo su eco en el famoso “mitin del Jardín Florida”, del 01 Sept de 1889 al que concurrieron Cadetes del Colegio Militar que, junto a estudiantes universitarios allí reunidos, crearon la Unión Cívica de la Juventud, luego devenida en Unión Cívica Radical. Se inició de este modo el nefasto proceso de involucrar a los Oficiales de las Fuerzas Armadas en la política.
Cientos de Oficiales, impulsados por Alem e Yrigoyen, conspiraron en las revoluciones de 1890, 1903 y 1905 para derrocar al gobierno constituido que, si bien fracasaron en el campo táctico, pues no lograron hacerse del poder, triunfaron en lo ideológico, convenciendo a generaciones de civiles y militares que los golpes de estado eran medios válidos para las luchas cívicas.
Yrigoyen, sintiéndose comprometido con los militares que lo habían seguido y que habían sufrido la consecuencia de sus actos con bajas, retiros y exoneraciones, se propuso repararlos.
En su primera presidencia, arreciaban los decretos de ascensos, promociones y asimilaciones. De este modo se “reparaba” a quienes se habían levantado en armas contra las instituciones de la República o a quienes habían sido habilidosos haciendo antesalas en despachos oficiales.
El desagravio no sólo llegó a los revolucionarios de baja o retiro sino también a los fallecidos; mandó modificar la pensión de sus deudos. Entre los fallecidos estaba el Coronel Martín Yrigoyen, su hermano.
En ley impulsada por Yrigoyen pero sancionada en el período de Alvear, se declaraba “servicios a la patria” los prestados por los Oficiales y Tropa en los movimientos revolucionarios de 1890, 1903 y 1905.
Las numerosas intervenciones militares a las provincias que realizó Yrigoyen, la connivencia de la política con la función militar, fue deteriorando la disciplina y la capacidad específica de las Fuerzas Armadas, motivo por el que comenzó a crecer, en su seno, disconformidad con lo que estaba ocurriendo. Algunos se organizaron en logias y, aliados con grupos de civiles, finalmente se complotaron y contribuyeron al triunfo de la revolución de 1930 y posteriormente la de 1943.
Estas acciones revolucionarias se fueron sucediendo a lo largo del siglo XX favorecidas, por un lado, por el desapego de la población en general a las normas republicanas y por la creencia internalizada en la ciudadanía de que los golpes de estado eran válidos para cambiar los rumbos políticos. La revolución de 1955 fue propiciada por radicales y socialistas entre otras agrupaciones.
La historia es acontecimiento y nos da la posibilidad de aprender a partir de las consecuencias de las acciones realizadas.
Por lo expuesto, podemos inferir como enseñanza: Que la actividad militar debe realizarse alejada de toda influencia política partidaria y centrada sólo en brindar servicios a la patria manteniendo e incrementando la capacidad individual y del conjunto para la ejecución de operaciones militares y de servicio a la comunidad, para lo cual debería encontrarse preparada para actuar en todo momento, lugar y circunstancias.
Que cuando se dispone asensos sin que se haya exigido previamente a los que se asciende, que ejerzan y demuestren aptitudes en el mando, gobierno y administración del elemento que le corresponda mandar de acuerdo a su jerarquía, o teniéndolas y habiéndolas demostrado no fuese considerado para ascensos, o simplemente sea desechado sin causa que lo justifique; o cuando se ascienda sólo por simpatía y/o decisión de quienes detentan el Ejecutivo, se promueve a minar la disciplina y a corromper la moral y ética que debe poseer todo Soldado, impulsando a que estos subordinen la preparación para la defensa de la patria y sus instituciones a otras mundanas prioridades, cortesanas prioridades, para lograr beneficios y promociones.
Epílogo
El último recurso de un Estado para su supervivencia son sus FFAA. Las FFAA apoyan las decisiones políticas que adopta el Estado en el concierto de las naciones afianzando su libre albedrío. Todos los países que han sido líderes o lo son en el mundo han tenido o poseen poderosas Fuerzas Armadas. Para tener buenas FFAA es necesario adiestrarlas en los largos períodos de paz asignándoles los recursos necesarios y suficientes para la realización de su función específica.
Para defenderse no sólo hacen falta medios, hace falta voluntad y duros líderes, profesionales militares de carácter templado en el cotidiano entrenamiento y fuertes ante las adversidades.
Para tener buenos líderes profesionales de carácter templado y de convicciones éticas militares, que no privilegien alianzas con sectores políticos para lograr los ascensos, se debería preservar a los integrantes de las FFAA de injerencias externas de política partidaria. Si prevaleciera lo contrario, si los reconocimientos proviniesen por la cercanía a sectores partidarios se repetirían los errores del pasado y, en lugar de soldados al frente de los ejércitos se tendrá civiles de uniforme; hábiles lobbistas, concurrentes asiduos de despachos oficiales, pero carentes de las virtudes que deben caracterizar al militar para la defensa de la patria cuando la situación lo demande.