Por Jorge Lanata
Nadie hizo más mérito que la propia política para destruirse a sí misma. El libertario encarna hoy aquel voto subterráneo que sobrevivió durante los últimos veinte años.
Aquel “Que se vayan todos” del 2001 no era una metáfora, era una solicitud formal. Por supuesto no solo no se fueron sino que se quedaron y multiplicaron su número y sus vicios. Veinte años después esa demanda insatisfecha reaparece en forma de voto antisistema. No es un voto de izquierda o derecha, es un voto catártico, es un grito.
Ese río subterráneo que sobrevivió los últimos veinte años es hoy encarnado por Javier Milei. Su piso de intención de voto es del 25% y, según le dijo a Clarín un experimentado dirigente del conurbano bonaerense, tiene un 45% de intención de voto entre los jóvenes de 16 a 25 años, que representan el 18% del padrón electoral.
La pérdida de influencia de las dos coaliciones políticas es progresiva y va en aumento desde 2019: entonces tenían el 90% de los votos, el número bajó al 70% en 2021 y todos los encuestadores presumen que será menor ahora. Con un elemento adicional: el descreimiento de los votantes en la política se extiende también a la democracia.
Según el sociólogo Eduardo Fidanza, Milei plantea una reforma cultural y encarna un sentimiento antidemocrático que detectó en su última medición.
Ante la pregunta “¿La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno?”, en 2018 el 73% respondió que sí. Este año el porcentaje se redujo al 62%.
“Me da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”. Fue otra de las preguntas. En 2018 lo afirmaba el 14% de los encuestados y este año el 25%.
Y también este año un 10% respondió que sí a a la afirmación “En algunas circunstancias un gobierno no democrático es preferible a un gobierno democrático”.
Sumando los parciales, el 35% de la población argentina es indiferente a la democracia. Cuando se repite la pregunta a jóvenes de sectores populares el 54% dice que le da lo mismo la democracia que la no democracia y un 10% cree que “A veces es mejor el autoritarismo”. Dos tercios de los jóvenes de sectores bajos son indiferentes a la democracia.
Esta semana en radio Mitre el propio Fidanza dijo que “Cristina perdió la representación de los jóvenes” y que “los pibes para la liberación son un mito”.
“Estos sectores jóvenes son votos que tradicionalmente captaba el kirchnerismo y ahora van en gran proporción a Milei, que dejó de robarle votos a Juntos por el Cambio y se convirtió en una amenaza para los K”, agregó.
Según un trabajo reservado de Opina Argentina procesado en la última semana, Milei se impone entre los bonaerenses menores de 30 años. Es el candidato más votado de la provincia de Buenos Aires, por encima de Cristina. Esto cambia cuando se mide por espacios políticos, donde el Frente de Todos recupera el primer lugar. Un estudio presentado en noviembre por la consultora Trespuntozero, dirigida por Shila Vilker, determinó que Milei tiene un 43% de imagen buena o muy buena y un 37% de imagen mala a nivel nacional.
El experto en comunicación política Mario Riorda le dijo a este diario que “tradicionalmente predominaba en Argentina la idea de solidaridad, llegando al 70%. Hoy el sentimiento que elige el 60% de los consultados es la libertad. Por primera vez el mercado es más valorado que el Estado. Eso no pasaba desde 2007”.
Un dirigente del PJ en La Matanza le dijo a Clarín que Milei “hace meses tenía en los distritos del Tercer Cordón un piso de 8 a 12 puntos; ahora ya está entre los 15 y los 20”. Un dirigente de Juntos, también del Conurbano, agrega: “Los primeros votos de Milei eran nuestros, pero hoy el votante que suma es el joven de un hogar peronista que no quiere tener la vida que tiene su padre”.
“Nosotros, desde el Círculo rojo, podemos definir como un mamarracho a los candidatos que acompañan a Milei, pero para el votante también nosotros somos un mamarracho, no hace diferencia”, grafica.
Ahora lo llaman candidato del “nuevo clima de época”. El clima de época no es tan nuevo y tardó veinte años en llegar. Nadie hizo más mérito que la propia política para destruirse a sí misma.
Fuente Clarin