Por Evgen Tsybulenko
La insistencia permanente para que Ucrania negocie un acuerdo de paz en los términos dictados por Rusia presenta un paralelo histórico con el Acuerdo de Múnich de 1938, por el cual Checoslovaquia cedió a Alemania la región de los Sudetes a cambio de obtener garantías de que ésta última no emprendería una guerra en Europa. El profesor de Derecho, Yevhen Tsybulenko, afirma que la táctica de apaciguar dictadores y violentos lo único que acaba logrando es incrementar sus apetitos depredadores y el número de víctimas de sus campañas militares criminales.
La operación especial, de acuerdo a la denominación rusa, no es más que una guerra invasiva contra Ucrania. En los últimos dos meses, las Fuerzas Armadas de Ucrania ya han liberado la mitad del territorio ocupado por la Federación Rusa desde finales de febrero. La semana pasada, el ejército ruso sufrió la pérdida de al menos 80.000 efectivos, y esto contando sólo los fallecidos.
A principio de septiembre las tropas rusas ya habían superado el umbral de los 50.000 soldados fallecidos, y hace dos semanas, esta cifra se incrementó a 70.000 bajas. Resulta obvio afirmar que gracias al suministro de armas modernas a Ucrania por parte de los países occidentales el número de caídos entre las filas rusas sólo irá al alza, al igual que el desgaste de sus tropas. Y si al número de muertos le sumamos el de heridos, desaparecidos y desertores, podemos afirmar que la situación del ejército ruso es más que dramática.
Rusia presenta la retirada forzada de sus tropas como una maniobra táctica
Durante estos últimos meses, Rusia no ha logrado realizar ninguna operación de ataque efectiva. Es por eso que ahora está tratando de exponer la toma de solo unos pocos poblados del Donbás como un gran éxito, pero a la vez se ve obligado a abandonar sus posiciones y vastos territorios en otras direcciones, calificando esta señal clara de debilidad como un “gesto de buena voluntad” o una “maniobra táctica”. Esta posición incómoda en el campo de batalla ha provocado decisiones precipitadas por parte del dictador, tomadas únicamente por motivos emocionales: desde la anexión en septiembre de los territorios ocupados, sin resolver los problemas fronterizos, hasta la movilización y el envío al frente de soldados mal equipados y sin entrenamiento alguno.
Esta situación de frustración obligó a Putin a movilizar incluso a condenados por delitos graves, a reorganizar los recursos humanos en todos los departamentos clave, lo que, a su vez, acabó provocando una grieta entre las élites militares y las masas, acrecentando las protestas entre estos últimos. El Kremlin no termina de extinguir una protesta social que ya le aparece otra.
Si Putin no logra congelar de alguna manera las hostilidades y detiene la expansión de la ofensiva del ejército ucraniano, entonces estos “gestos de buena voluntad” se repetirán con bastante frecuencia, como lo demuestra la última decisión del Ministerio de Defensa de Rusia de abandonar el margen derecho del río Dniéper en la región de Kherson bajo la presión de las Fuerzas Armadas de Ucrania. La retirada de Kherson, es un verdadero papelón, teniendo en cuenta que era el único centro regional que Rusia había logrado capturar desde febrero.
El Ministerio de Defensa de Rusia comprende bien el hecho de que el ejército ucraniano ahora está en racha y muy motivado dado su reciente éxito. El ejército ruso, por el contrario, no pudo resolver sus problemas clave incluso bajo el breve liderazgo del general Surovikin. En el transcurso de la guerra, Rusia ha perdido a sus mejores oficiales e instructores militares, que podrían haber contribuido al entrenamiento de los soldados movilizados.
Por otra parte, las sanciones impuestas han logrado socavar la economía de Rusia y su complejo industrial militar no puede compensar todo lo destruido, perdido y desgastado durante la guerra. Según el Pentágono, Rusia ya ha perdido la mitad de sus tanques.
De hecho, sin la decisión de Irán de suministrar drones a Rusia a fines del verano, la situación hubiera sido peor aún para Putin. Sin embargo, no es difícil comprender que el potencial de Irán (incluso junto con Corea del Norte) es incomparable con el potencial de todo el mundo civilizado, que apoya activamente a Ucrania, incluso teniendo en cuenta los envíos de aeronaves no tripuladas.
Por negociaciones Putin entiende la aceptación de sus ultimátum
El Ministerio de Defensa ruso está intentando ganar tiempo con la confianza puesta en que las tropas ucranianas suspendan la ofensiva, a la vez que, está tratando de reagrupar y equipar a las fuerzas ya existentes, así como de formar nuevos soldados a través de la convocatoria de otoño y la formación de voluntarios. Al mismo tiempo, es posible observar cómo los políticos occidentales prorrusos y algunos funcionarios rusos no cesan de hablar sobre la posibilidad y la necesidad de iniciar negociaciones. Sin embargo, es necesario evitar cualquier tipo de negociación en los términos dictados por Rusia.
Desde Rusia, ya no hay demandas de desmilitarización y desnazificación, incluso los planteos por lo que respecta a la adhesión a la UE y la OTAN no son relevantes. Sin embargo, Putin pretende aún mantener la presencia rusa en los territorios ocupados. Para él, las negociaciones no son más que el cumplimiento de sus ultimátum.
Hasta cierto punto, esto nos recuerda al Acuerdo de Múnich de 1938 entre Alemania, Gran Bretaña, Francia y el Reino de Italia. Como parte de este acuerdo, Checoslovaquia cedió la región de los Sudetes a Alemania a cambio de garantías por parte de esta última de no iniciar una guerra en Europa. El deseo de ganar un par de años de paz en el continente a expensas de la soberanía de otro estado condujo a una sangrienta e inmensa guerra, donde murieron millones de personas.
En nuestros días el fenómeno denominado “política de apaciguamiento”, de hecho, no es más que simple egoísmo y el deseo de “pasar la pelota” a nuestros descendientes, con el riesgo de expandir el conflicto fuera de las fronteras ucranianas.
Putin pretende usar esta tregua para fortalecer su imperio del mal, porque un agresor y ocupante como él no sabe mirar este fenómeno como lo haría una persona pacífica. Renunciar a sus planes sobre Ucrania, es renunciar a su propia esencia. No sabe ni quiere vivir en armonía con Ucrania, que proclamó abiertamente ante el mundo como “un error de Lenin”.
Si permitimos que el dictador tome aire en estos momentos, acumulará fuerzas y ciertamente tratará de llevar a cabo lo que no logró en su primer intento. Sin embargo, esta vez tiene más experiencia, conocimiento y probablemente cuente con la ayuda de Bielorrusia, no solo como trampolín para el lanzamiento de misiles y la ofensiva de las tropas rusas, sino como un participante de pleno derecho en la guerra.
No hay duda de que, en el supuesto de que Putin logre doblegar a Ucrania, su ambición de restaurar la “justicia histórica” se trasladará a los países bálticos.
El régimen de Putin está debilitado, ahora es el mejor momento para acabar con él
Rusia ya está proponiendo negociaciones sin condiciones previas. Lo único que, en teoría, el Kremlin puede permitirse como “concesión” para la paz es devolver la región de Kherson a Ucrania.
Esto requeriría reprimir a algunos miles de rusos descontentos e incrementar las detenciones, pero quedarían preguntas pendientes. ¿Cómo encajarán los medios federales su declaración previa: “estamos aquí para siempre”? ¿Y, cómo se resolvería esto desde el punto de vista legal y político?
Incluso ante este escenario – aunque es poco probable que Rusia haga algún tipo de “concesión” – la sociedad ucraniana nunca aceptaría un acuerdo de paz bajo estas condiciones. Como lo han declarado en varias oportunidades los líderes ucranianos, incluyendo el presidente Zelensky, sólo se puede llegar a un acuerdo de paz después que Rusia devuelva todo el territorio ilegalmente ocupado y se vuelva a las fronteras de 1991. Y, a posteriori, Rusia tendrá que pagar las reparaciones correspondientes, mientras que los criminales de guerra rusos deberán recibir el castigo que se merecen.
Por supuesto, para Putin, esto significaría el fin de su régimen y posiblemente podría acabar con su muerte. También se teme que en este caso aparezcan protestas masivas en toda Rusia y el país se desintegre.
En todo caso, ahora no hay temas de discusión ni están dadas las condiciones para decretar la paz o una tregua. No importa cómo acabe Putin: en el Tribunal de La Haya, pidiendo asilo político en China, asesinado por sus cómplices o el pueblo “agradecido”, como en el caso de Gadafi. Lo importante en lo que respecta a la integridad de Ucrania es no repetir los errores del pasado, se trata de mostrar determinación y disposición para no “dar carpetazo” al problema, sobre todo en este momento que el problema se está encarrilando.
El poder de Rusia se está debilitando. Menos recursos, menos apoyo, a la vez que aparecen más interrogantes y desaprobación por parte de los propios ciudadanos rusos. Putin está buscando unos meses de tranquilidad para renovar sus fuerzas. Si no ayudamos a Ucrania a derrotar a Rusia en este preciso instante – que es el momento propicio -, después se necesitará más colaboración, pero esta vez para occidente.
Ucrania necesita suministros de armas, especialmente sistemas modernos de defensa aérea que ayuden a contrarrestar los ataques con misiles contra ciudades e infraestructuras críticas. Pero incluso esto no es suficiente, se necesitan también armamentos y técnica para una ofensiva exitosa y la liberación de los territorios ocupados, como, tanques, vehículos de combate de infantería, aviones y misiles tácticos. Occidente no se puede dar el lujo de relajarse ni mostrar síntomas de debilidad cuando ya se ha llegada hasta aquí, cuando un número considerable de ucranianos han ofrendado su vida para defender su patria, a Europa y a todo el mundo civilizado de esta terrible agresión que no puede ser tolerada en nuestros días.