Por Enrique Szewach
El precio del dólar en todas sus variantes dio un salto durante la última semana. Tal vez fueron las declaraciones del viceministro Rubinstein o el acto opositor que protagonizó el oficialismo, lo cierto es que algo “coordinó expectativas”
Los titulares de la semana, en materia económica, coincidieron en una expresión: “Se despertó el dólar”.
Obviamente, todos hacían alusión al salto observado en la cotización en pesos de los distintos tipos de cambio cuasi libres que hoy conviven en la Argentina.
Y son cuasi libres, porque en los mercados financieros “blancos” rigen restricciones para operar, impuestas a empresas y particulares, vinculadas a distintas condiciones que se deben reunir (no haber recibido o estar recibiendo subsidios de distinto tipo, o no estar realizando algunas operaciones particulares en el mercado oficial. O que dependen de la titularidad de las cuentas que utilizan para mover sus divisas a través del mercado de bonos y acciones, etc. etc.). Y en el mercado “blue” rige la explícita limitación, relacionada con el control tributario.
Pero aún con estos impedimentos para operar del lado de la demanda en dichos mercados, o como consecuencia de los mismos, la relativa pax cambiaria que se vivió desde el pico de 340 pesos por dólar de julio pasado, fue interrumpida esta semana, paradójicamente, al tiempo que se anunciaba una supuesta inyección de reservas líquidas de USD 5.000 millones al Banco Central, provenientes del swap negociado, en su momento, con el Banco de la República Popular de China, presidido desde finales del 2002, por el amigo Zhou.
Muchas pueden ser las causas que explican este salto semanal, como muchas podrían ser las explicaciones en torno a la calma previa o, inclusive, a la baja que podría darse la próxima semana.
Pero lo cierto es que “algo pasó”.
Empiezo por los datos.
El precio del dólar al que el Banco Central compra los ingresos por exportaciones y raciona las ventas por importaciones está notoriamente “atrasado” (en torno al 30% respecto de finales del 2019, de acuerdo con el cálculo del tipo de cambio real multilateral que elabora el Banco Central), mientras que el precio de los dólares libres, respecto de la misma fecha, se encuentra “adelantado” también en torno al 30%, considerando la inflación local y la internacional.
Dicho en forma más coloquial, el precio del dólar oficial está barato, por eso todos lo quieren, mientras que los precios de los dólares cuasi libres están caros, y aun así muchos están dispuestos a pagar esa “prima” para asegurarse tener dichos dólares.
Vista del Banco Central en Buenos Aires
Y es en este punto en dónde resulta necesario repasar, otra vez, el particular régimen cambiario de la economía argentina.
En efecto, el dólar oficial es básicamente una unidad de cuenta que fija la cantidad de pesos que reciben los exportadores, y el monto de pesos que los importadores deben llevar al Banco Central, para pagar sus compras externas.
Es decir, el comercio exterior argentino, más ciertas operaciones de deudas financieras y otros rubros, son, para los privados, transacciones en pesos, al tipo de cambio que fija el Banco Central que es el que se queda con el neto de dólares. El precio oficial es la unidad de cuenta que define los precios de los productos que son exportables y, dadas las restricciones actuales, de sólo algunos precios de los insumos que se importan.
Si un particular o una empresa quiere transformar parte de su tenencia de pesos en dólares, y está regulatoriamente autorizado para hacerlo, tiene que recurrir a mercados en dónde otro particular o empresa decide transformar parte de su tenencia de dólares en pesos. O tiene que recurrir, como mencionara, al mercado no oficial, en dónde, otra vez, tiene que encontrar una contraparte privada que, por alguna razón, esté dispuesta a desprenderse de parte de sus dólares a cambio de pesos.
Sin uso de reservas del Banco Central, se trata de un mercado que solo ajusta por precio. Cuando hay exceso de demanda el precio del dólar sube y viceversa.
Para analizar, entonces, este supuesto exceso de demanda hay que considerar otra obviedad. Al tratarse de mercados donde se intercambian pesos por dólares, todo exceso de demanda de dólares implica una caída de la demanda de pesos.
A esto hay que agregarle la “complicación” que introdujo la regulación del Banco Central, que permite, en teoría, a los importadores pagar importaciones con dólares propios cuya demanda, entonces, también forma parte de estos mercados libres.
Es decir, ahora tenemos un mercado de dólares financieros “contaminado” en alguna medida, por la demanda de dólares libres para pagar importaciones.
Por el lado de los pesos, el que modifica la cantidad nominal es el Banco Central, que emite para financiar el déficit y los vencimientos de deuda interna que el sector privado, y/o público, decide no renovar.
Emite para pagar intereses de las leliqs y emite para comprar el neto de dólares del balance comercial.
Y luego, retira parte de toda esa emisión colocando más leliqs.
A este aumento del stock de pesos presente, hay que agregarle el aumento que ya se hizo en el pasado cercano –por ejemplo, para comprar dólares soja, o para comprar bonos de la deuda pública-. Emisión pasada que se transformó en depósitos a interés en el sistema financiero -los depósitos remunerados que los argentinos tenemos en los bancos, crecieron nominalmente 25% en el trimestre-.
Son todos esos pesos los que presionan, y presionarán, sobre el mercado de dólares que, como le mencioné, al ser un mercado “encepado”, en dónde alguien sale de los pesos y compra dólares, pero otro sale de los dólares y compra pesos, su desequilibrio se refleja en el precio.
Está claro que, en la semana que pasó, algo “coordinó expectativas” para que, algunos tenedores de pesos decidieran que ya era hora de pasarse a dólares, decisión que llevó a algunos tenedores de dólares, a subir sustancialmente el precio al que están dispuestos a desprenderse de dólares.
¿Qué coordinó expectativas?
Pudieron ser las declaraciones del viceministro de Economía -que no dijo nada que no sepamos, pero lo dijo desde su posición-.
Gabriel Rubinstein en el Senado de la Nación
Pudieron ser las opiniones de las calificadoras de riesgo internacionales.
Pudo ser el acto opositor que protagonizó el oficialismo.
Pudo ser el ataque al orden institucional de algunos senadores.
O pudo ser la duda sobre la renovación en el futuro de la deuda en pesos de corto plazo que se está acumulando y que, si no se renueva obligará a mucha más emisión.
O pudo ser cualquier otra excusa.
Pero en este contexto, o surge algo que cambia las expectativas para el otro lado nuevamente, o sube fuerte la tasa de interés en pesos, o el Banco Central interviene “bajo la mesa” en los mercados libres, o el precio del dólar libre vuelve a ser percibido como “caro”, o estamos de nuevo en una escalada que, más temprano que tarde, se trasladará a la parte “injusta” de los precios.
Con este escenario de volatilidad vamos a tener que convivir en los próximos meses, con cambios de portafolio desde el sector privado e “inventos” de distinto tipo desde el Gobierno para contrarrestar sus efectos.
Porque lo cierto es que no se despertó el dólar, sino que se despabilaron los tenedores de pesos.
Fuente Infobae