Los ataques con misiles rusos contra la infraestructura ucraniana se intensifican y los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas superan los perpetrados por la Alemania nazi
El pasado 23 de noviembre, el Parlamento Europeo reconoció a Rusia como estado patrocinador del terrorismo. En respuesta a ello, el ejército ruso emprendió de inmediato un ataque sobre numerosas ciudades ucranianas, dejando un saldo de 10 fallecidos y más de un centenar de heridos. A su vez, tres centrales nucleares ucranianas dejaron de funcionar de forma temporal: por primera vez desde el 24 de febrero fuimos testigos de una amenaza nuclear de tal magnitud que, sin exagerar, habría podido afectar a toda la humanidad. El terror provocado por Putin está alcanzando un nivel sin precedentes: la victoria sobre el régimen ruso se ha convertido en un hecho vital para todo el mundo civilizado.
El 23 de noviembre, Rusia lanzó un ataque con misiles contra la infraestructura civil de Ucrania. El ejército ruso disparó alrededor de 70 misiles, de los cuales 31 estaban dirigidos a Kyiv. La mayoría de ellos fueron interceptados y destruidos por los sistemas de defensa aérea, pero una cierta parte alcanzó los objetivos, lo que provocó un colapso energético en el país. A partir de las 18.00 horas del 23 de noviembre, el 80% del territorio de Ucrania estaba sin fuente energética, el trabajo en hospitales, fábricas y plantas quedó paralizado.
Todos los centros regionales de Ucrania quedaron sin suministro de electricidad. En la mañana del 24 de noviembre, la situación seguía siendo compleja: alrededor del 50 % del territorio de Ucrania estaba total o parcialmente sin energía eléctrica. El golpe a la infraestructura crítica de Ucrania también afectó a Moldavia: Chisinau, su capital, se quedó totalmente en penumbras, lo que demuestra una vez más que Rusia es un estado terrorista y que, ahora todos los países civilizados se enfrentan a la amenaza del Kremlin.
El ataque con misiles rusos contra Ucrania en la fecha mencionada coincidió con el reconocimiento por parte del Parlamento Europeo de Rusia como estado patrocinador del terrorismo y la llegada del típico frente frío de esta época en Ucrania. Como se suponía, Putin intensificó los ataques y la gran cantidad de misiles disparados de forma simultánea acabaron provocando una verdadera crisis energética: a la situación ya extremadamente difícil de los cortes en el suministro eléctrico se le añadió el corte del servicio de agua y de calefacción. Ucrania está sumergida en la oscuridad, y esto es una clara evidencia que el régimen ruso está dirigiendo sus armas contra la población civil, se trata de una guerra que bien merita el título de genocidio. De hecho, Putin ha fijado un objetivo claro para su ejército: si no logra ocupar Ucrania, entonces la opción es destruirla por completo. Rusia siempre ha utilizado esta táctica para no dejar rastros de personas ni de cosas en los territorios donde su ansia conquistadora fracasó. Putin está generando una crisis compleja: al destruir la infraestructura crítica de Ucrania, hace imposible la vida de los ucranianos, paraliza el trabajo de empresas, hospitales y otras instituciones, destruyendo la economía ucraniana. Además, la ola de refugiados ucranianos a la UE podría provocar una crisis social en Europa. Es decir, las tácticas empleadas por Putin son una clásica agresión híbrida, que hace mucho que traspasó las fronteras de Ucrania y son un elemento de la guerra de Rusia con Occidente.
Rusia solo puede ser detenida en el campo de batalla. No hay otra solución que destruir la amenaza rusa contra Ucrania y Europa en el campo de batalla. Para debilitar al ejército ruso hay que golpear la economía rusa. Es necesario aislar completamente a Rusia, como se hizo con Corea del Norte. Rusia ni siquiera se puede comparar con Irán o Siria, porque la escala de la agresión de Putin y sus consecuencias afectan a todos de una forma u otra. Occidente ha estado patrocinando la economía rusa durante mucho tiempo, comprando sus recursos energéticos, y estos fondos se utilizaron para fortalecer la maquinaria militar rusa. Después de todo, a Occidente le tocó un monstruo geopolítico que anhela la expansión territorial, mientras que el propio territorio de Rusia está abandonado y en estado de decadencia.
Ucrania es solo la primera etapa de la guerra de Putin: en estos momentos, en Rusia, se están creando los requisitos necesarios para realizar una movilización general en la que absolutamente cualquiera podrá ser llamado a filas (!), toda la economía está dirigida hacia la maquinaria de guerra, y la propaganda rusa está comenzando gradualmente a divulgar la narrativa de que la guerra con Occidente es un hecho inevitable. Además, el Kremlin no oculta el hecho de que el objetivo de los ataques con misiles es la destrucción de la infraestructura energética de Ucrania, mientras los propagandistas rusos piden al aire el asesinato de ucranianos. De hecho, Rusia está llevando a cabo un genocidio explícito del pueblo ucraniano: Putin quiere apoderarse de Ucrania, eliminar o expulsar a los ucranianos que no comulgan con el régimen, y convertir al resto en esclavos sin derechos, para acabar deportándolos a Siberia, como en los tiempos de Stalin, y repoblar los territorios ucranianos con rusos. Estamos siendo testigos del crimen más sangriento y sin precedentes del siglo XXI, y Occidente no tiene derecho a permanecer callado.
Putin ha planeado una agresión indefinida, el complejo militar-industrial ruso está produciendo armas a destajo 24 / 7, y la invasión rusa de Ucrania se ha convertido en un verdadero desafío para todo Occidente.
Desde el punto de vista de la politología, las acciones de Rusia son un intento de cambiar y rediseñar por completo el orden mundial existente, en el que no habrá lugar para la libertad y la democracia, y todos los que se opongan deberán ser eliminados físicamente. Estamos frente a un verdadero “genocidio legalizado”, tácitamente aceptado. Si Occidente permite que Putin siga con sus planes, su agresión podrá continuar indefinidamente, incluso después de dejar la presidencia. En nuestros días, en Rusia se están sentando las bases para la creación de una futura fuerza política que será aún más radical y agresiva, donde la expansión hacia los territorios vecinos se convertirá en política oficial y un motivo de culto. Es posible trazar un paralelismo total entre Rusia y el Tercer Reich, porque el sistema que ahora está formado por el Kremlin es la versión rusa del nazismo, respaldado por la presencia de armas nucleares y el potencial de recursos. Queda muy poco tiempo para detener a Rusia. Si logra adaptar su economía al ritmo de la guerra, movilizando y acumulando una cantidad considerable de armamento, acabará destruyendo todo el que crea conveniente, y esto es a priori occidente en su totalidad.
En lo militar, lo fundamental para enfrentar a Rusia y aniquilar sus tropas en territorio ucraniano es el suministro de armamento al ejército ucraniano, especialmente de sistemas de defensa aéreo y antimisiles. En lo que respecta a la política y la economía, es necesario aislar completamente a Rusia, y para ello, occidente debe imponer todas las sanciones posibles contra el Kremlin y sus aliados, además de romper todas las relaciones diplomáticas con ellos. En estos momentos, estas acciones no son exageradas, sino por el contrario, son claves para la supervivencia de la humanidad en su conjunto.