Por Ignacio Miri
Claudio Tapia y Aníbal Fernández discutieron cuando los jugadores dejaron la caravana en micro y empezaron a subir a los helicópteros que los llevaron a Ezeiza.
“No se puede seguir, que vayan a los helicópteros”. Aníbal Fernández, ministro de Seguridad de la Nación, ya había tomado la decisión de desviar la caravana que transportaba a los campeones mundiales desde la Autopista Riccheri y la Avenida General Paz hacia la Escuela de Cadetes de la Policía Federal Juan Ángel Pirker. La gente había desbordado cualquier previsión y, unos minutos antes, un hombre se había tirado desde un puente hacia el micro en donde estaban los jugadores.
Cuando la caravana se desvió de Riccheri, Claudio Tapia, el presidente de la AFA, decidió reaccionar y llamó desde su celular a uno de los funcionarios porteños que monitoreaba el operativo desde la Sala de Situación del Ministerio de Seguridad de la Ciudad. A los gritos, Tapia le recriminaba al hombre de Horacio Rodríguez Larreta: “Escuchame, nos están llevando a una escuela de policía tuya. Me están cagando los festejos”, gritaba Tapia con una voz que por momentos resultaba difícil de entender, acaso por el cansancio acumulado, la emoción de la victoria y las jarras de fernet con coca que circulaban desde hace horas en el micro entre los jugadores y los dirigentes. Finalmente, luego de varios intentos, Tapia consiguió entender que esa escuela de policías, que está ubicada dentro de la Capital Federal, pertenece al Estado Nacional y no al porteño.
Envalentonado con el dato, marcó el número de Fernández. “Nos cortan la posibilidad de seguir festejando. Nos cagan. Nosotros queremos seguir”, volvió a gritar Tapia, también con una voz que, según los testigos de la conversación, dejaba entrever las horas de celebración encadenadas.
El ministro de Seguridad tenía en su teléfono un mensaje del Jefe de la Policía Federal que le decía desde el predio de la escuela Pirker: “Messi ya subió al H17, atrás subió Di María, atrás subió De Paul”. Con esa información, Fernández decidió responderle a Tapia, también a los gritos: “Pero escuchame, vos decís que yo les corto los festejos y los jugadores ya están arriba de los helicópteros. El que quiere seguir festejando sos vos”. El intercambio de insultos se terminó cuando el ministro le cortó el teléfono, en un episodio que marcó hasta qué punto la relación entre el Gobierno y la AFA se había quebrado.
Hasta ese momento, Aníbal Fernández era el funcionario de más alto rango del Gobierno que venía negociando con Tapia el operativo de regreso de los campeones. El ministro había ocupado ese rol porque Alberto Fernández no tiene ningún diálogo con Tapia. Se acusan mutuamente de casi todo: el Presidente sostiene en privado que considera a Tapia un delincuente y el jefe de la AFA dice que Fernández le mandó la Inspección General de Justicia a la Asociación para hostigarlo y lo culpa de haber resignado la Copa América a manos de Brasil.
Aníbal venía hablando desde el lunes con la AFA para definir el recorrido final del micro. Este martes, incluso, Fernández fue hasta el predio de la AFA en Ezeiza a las 7 de la mañana. Hizo tiempo hasta las 9, cuando Tapia lo atendió y terminaron de dibujar el recorrido.
El ministro, incluso, sugirió no ingresar con los micros a la zona del Obelisco por los problemas de seguridad que ese traería y le propuso a la AFA que fueran a la Casa de Gobierno, que estaría lista para esperarlos. La promesa que transfirió Fernández fue que los jugadores podrían mostrarse sin ningún político a la vista en el histórico balcón de la Casa Rosada. “Van a estar sólo los jugadores y el cuerpo técnico ahí”, dijo Fernández. Para reforzar esa promesa, el Presidente se mantuvo toda la mañana y la tarde en la Quinta de Olivos, bien apartado de los campeones. Habían preparado un catering, adornos con banderas y un operativo de seguridad especial.
Los jugadores no aceptaron el convite, aunque hubo alguno que opinó que no estaría mal ir al balcón como fueron los campeones de las dos primeras copas. Como ganó la negativa y ya estaba descartada la posibilidad de que el micro circulara entre la multitud hasta llegar al Obelisco, Tapia propuso que los jugadores saludaran desde el “rulo” que conecta la Autopista 25 de Mayo. La invasión de la autopista ocurrida después del mediodía también hizo naufragar esa posibilidad.
A esa hora, con millones de personas desde hacía largo rato en las calles en una movilización desconocida en la historia argentina, el plan de que los jugadores saludaran a la gente comenzaba a deshacerse, como ocurre con la espuma del fernet cuando las celebraciones se alargan.
Fuente Clarin