Por Ricardo Sarmiento
La sociedad argentina vive en Buenos Aires una inédita catarsis con 5 millones de personas en las calles que superan todo antecedente histórico y que se inició inmediatamente después del triunfo de la Selección Nacional de Fútbol al ganar la Copa Fida Mundial Qatar 2022.
Es casi imposible estimar la cantidad de personas que cubren e impiden cualquier actividad normal en calles, avenidas y autopistas de la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, particularmente en las últimas 24 horas cuando se inició la vigilia en espera del equipo triunfador en la Copa del Mundo.
El tercer trofeo mundial ganado por Argentina movilizó a fanáticos, ultrafanáticos, familias, ciudadanos curiosos que unificaron a todos los estratos sociales en celebraciones multitudinarias sin parangón en la historia del país.
El punto neurálgico de las celebraciones populares pudo registrar no menos de 2 millones de personas tranquilas o exaltadas que duplicaron las presencias del 27 de octubre de 1983 cuando Raúl Alfonsín cerró allí la campaña política que lo colocó en la Presidencia de la Nación y lo puso en la historia nacional como el Padre de la Democracia, recuperada luego de una dictadura militar que gobernó el país durante 6 años.
Hasta ese momento, la mayor concentración se había registrado en Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945, quizá con cerca de un millón de trabajadores que encumbraron políticamente a Juan Domingo Perón como figura dominante en la política argentina de los últimos 70 años.
Hubo otro momento en 1973 cuando el 17 de noviembre el mismo Perón regresó de su último exilio y fue aguardado por unos 400.000 seguidores que consagraron esa jornada como la Masacre de Ezeiza al enfrentarse grupos armados antagónicos del propio peronismo. Nunca se determinó la cantidad de muertos y heridos que arrojó la violencia ese día pero Perón debió aterrizar en la Base Militar de El Palomar.
Cerca de 2 millones de persona acudieron en Buenos Aires a la misa celebrada por un Sumo Pontífice de la Iglesia Católica cuando la mediación papal evitó una guerra entre Chile y Argentina en Diciembre de 1978.
El Bicentenario de la Indepencia, 9 de Julio de 2016, se supone que convocó también a un millón de asistentes con todo el aparato del Estado movilizando gente de todo el país hacia los actos en Buenos Aires.
Lejos de ser un prócer ni un ejemplo de nada en su vida privada, el oportunista velatorio de Maradona en casa Rosada puso en las calles a 1 millón de personas imprudentemente convocadas por el poder político y provocó un aumento de 15% en casos de Covid en plena pandemia.
Hoy sabemos que Messi no es Maradona. Es mejor ser humano, mejor ciudadano, mejor esposo, mejor padre y un deportista leal en el triunfo o en los reveses del deporte.
Es inevitable ademas reseñar que en los últimos años, Buenos Aires parece una ciudad sitiada por las movilizaciones de los piqueteros trostkistas y movimientos sociales manipulados para extorsionar al gobierno nacional y mantener cautiva e intimidada a la ciudadanía respetuosa de las instituciones, las leyes y los derechos al libre tránsito y al trabajo digno.
Argentina vive hoy una coyuntura económica en la que se reconoce oficialmente 6% de desempleo porque no se contemplan como desempleados a más de 17 millones de argentinos que sobreviven o dependen de subsidios o planes sociales ni a otros 3,6 millones de argentinos que viven del empleo público nacional, provincial o municipal que opera como un seguro de desempleo encubierto.
Lo cierto es que entre empleo privado genuino sólo 6 a 7 millones de argentinos sostienen la actividad económica del país.
Entre la pobreza estructural, la inflación anual que se duplicó en año a año y que cerrará 2022 en 100% o algo levemente menos y un futuro 2023 que proyecta un piso de 99,7%, el argentino medio, sin distinción de clases, recibió esta Copa Mundial de Fútbol como un bálsamo emocional colectivo y copó calles, avenidas, puentes, autopistas y plazas para este ejercicio de catarsis colectiva.
En Francia, sólo 10.000 personas recibieron al seleccínado subcampeón del mundo.
Se estima que no menos de 5 millones de personas se volcaron desde ayer y aún hoy permanecen en las calles de Buenos y eso puso, desde las 10:00 de esta mañana, en estado de alerta a las guardias de todos los hospitales públicos, aunque parece que hoy, también, Dios atiende en Buenos Aires.
El detalle adicional: ningún político de turno, opositor u oficialista, pudo usufructuar el éxito del seleccionado argentino de fútbol.
Esta selección da una lección de civismo separando el deporte de la política.
Esta selección no tiene personajes asociados a los excesos ni excentricidades, ni comportamientos socialmente censurables como las adicciones, la violencia de género o el abandono o desconocimientos de sus obligaciones paternas como lo fue algún otro futbolista convertido por el fanatismo en un falso Dios siendo nada más que un ídolo con pies de barro.
Más allá del obseno gesto público del desubicado arquero argentino en el momento de las premiaciones en Qatar las pocas notas discordantes del regreso de la selección estuvieron a cargo del lumpenaje descontrolado rompiendo alguna vidriera o tratanto de robar un televisor o una moto. También rompieron o robaron las rejas que protegían al Obelisco, rompieron su puerta de ingreso y treparon 65 metros de escaleras poniendo en riesgo sus vidas entremezclando alcohol y fanatismo inconsciente, kamikaze.
Los 5 millones de argentinos salieron a las calles esta vez sólo con banderas argentinas, sin mensajes ni carteles políticos.
Un ministro de la Nación fue apartado del pie de la escalerilla del avión que trajo a los deportistas a Ezeiza y un presidente no logró ser el centro de atención. Ningún miembro de la Selección sucumbió a la invitación de un paso por la Casa Rosada.
Quizás sean señales de los tiempos que vienen o aprendizajes de las nuevas generaciones que aspiran a que los méritos sean de quien los ganó con disciplina, metodología y esfuerzo y no monedas de cambio de los vicios y el oportunismo de la mala política.
Fuente SRSur