El doctor Gonzalo Miño aseguró que “no existen las garantías constitucionales” para todo aquel que haya sido implicado en las causas. “No hay una prueba, no hay un testigo, no hay nada. Solo los condenan por haber vestido el uniforme en los años 70”. Afirmó que sus defendidos tienen menos derechos que un narcotraficante.
Por: David Rey
Al doctor Gonzalo Pablo Miño ya le pesan los años, pero no porque se las ande con achaques. Le pesa todo el tiempo de injusticias que debió enfrentar en la soledad propia del que se lanza contra molinos de viento. No es para menos, si apenas con 36 vueltas al sol se involucró en la temática de “los militares”. Dijo a DAVIDREY.com.ar: “Es el cansancio propio de 17 años de lucha y no ver un final. Empecé en el año 2005 con la defensa del General Díaz Bessone. Tengo más que 14 juicios orales sobre el lomo”.
Miño es abogado de militares, policías y civiles que son o han sido alguna vez imputados en el marco de los llamados juicios de lesa humanidad, ese “invento de la justicia de nuestro país en donde eternamente se enjuicia” a cualquiera que haya tenido la más mínima relación con la guerra civil de los años 70 y “donde las garantías constitucionales no existen”. Y es, pues, la historia sin fin: “Como ya están muertos los que integraban las cúpulas militares, ahora avanzan con los que eras tenientes, subtenientes, cabos, sargentos y soldados”, según señaló a este medio.
Lo que para cualquier abogado sería un caudal interminable de posibilidades laborales, para Miño es una pesadilla diaria. A sus 53 años, el fanático newellista puede felicitarse a sí mismo tanto por Messi y Scaloni como por haber asumido la profesión de las leyes no por un afán economicista sino por un genuino instinto de justicia, realmente una excepción a la regla -al menos en este país. Pero llega cierto momento en que hasta el mejor del mundo necesita un descanso después de tanto gambetear molinos.
Marino González
Miño estalló el 19 de diciembre de 2022 cuando a uno de sus defendidos le retiraron la prisión domiciliaria… porque sí, ¡y sin haberle avisado al propio abogado! Es común que por estas épocas las hordas “derechohumanistas” se procuren algún orgasmo por el estilo. Miño lo explicó con claridad: “Marino González, defendido mío, a quien se le había dado la detención domiciliaria en 2018 en función de que presentó un cuadro de cáncer en dos oportunidades, obviamente que gracias a estar en su casa pudo recuperarse de forma paulatina. Pudo recibir el tratamiento que no iba a tener en (el Penal de) Campo de Mayo. El tribunal, sin embargo, entendió que como se estaba recuperando -y sin pensar en que puede ocurrir un resurgimiento de la enfermedad si no continúa con su tratamiento-, decidió revocarle la domiciliaria y mandarlo a la cárcel”.
El teniente coronel Marino González (causa Guerrieri) tiene 76 años y hace desde 2014 que está preso por la barbaridad de haber vestido el uniforme del Ejército Argentino cuando los guerrilleros se proponían tumbar al general Perón, instaurar una dictadura comunista y pasar a degüello “a un millón de burgueses”, tal cual lo anunció nada menos que Roberto Santucho, entonces jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). “La mayor barbaridad de mi defendido”, indicó su abogado, “como del 99.9 % de los que están en prisión, es el solo hecho de haber prestado funciones durante esa época, en este caso en particular en el Destacamento de Inteligencia con el grado de capitán al momento de los supuestos hechos. No hay una prueba, no hay un testigo, no hay nada. Por haber sido capitán, por eso solo lo condenaron”.
“Yo, que soy el abogado de él, me entero de que le revocan la domiciliaria… cuando ya lo están llevando preso”, confió Miño, y precisó: “Anteriormente, me había metido, por las dudas, a ver el expediente y el mismo estaba sin movimiento. Mi mismo cliente me llamó para decirme que tenía a la Gendarmería en la puerta y que lo estaban por llevar a Campo de Mayo. En ese momento, reviso el expediente otra vez… ¡y no había nada! La resolución no estaba. Me tendrían que haber notificado, a mí me corren los plazos para que yo recurra. Lo que hicieron es una brutalidad. Violaron todos los derechos habidos y por haber”.
Lógico es que, pues, tras este nuevo destrato por parte de la Justicia argentina, Miño haya esbozado a sus amigos que ya estaba cansado de todo este circo sin fin. “Estoy destruido”, dijo, entonces. “Estamos peleando contra molinos de viento. Estoy en duda de seguir con estas causas… ya se sabe el final y seguirán así por muchos años más”.
Peor que a un narco
“Un narcotraficante que va preso tiene más derechos que los militares detenidos”, ponderó en DAVIDREY.com.ar. “Por ejemplo, lo más grosero que sucedió en Rosario, cuando se juzgó la causa de Los Monos, donde se los sindicó como a un grupo organizado para la venta de drogas y a un sinfín de delitos, se los condenó solo a 12 años de prisión; en los juicios de lesa, por la sola suposición de haber tenido privado ilegítimamente a un terrorista, les dan 22 años. Ningún juez tiene en Rosario las agallas y los pantalones bien puestos para condenar narcos. Es mucho más fácil, placentero y beneficioso económicamente condenar a un pobre viejo de ochenta años que enfrentar a un tipo líder de una banda narcotraficante”.
¡Todo mentira!
Miño, a pesar de los 17 años de lucha, todavía no logra morigerar su asombro ante las barbaridades que le tocó ver durante todo este tiempo, por ejemplo, las “capacidades penitenciarias” que supuestamente podrían contener las específicas cualidades de detenidos octogenarios. Y dice: “El tribunal se basa en un mamarracho o una aberración hecha por la Secretaría de Derechos Humanos -la que se presenta como un órgano independiente al mismo tiempo que es querellante en las causas- donde, en treinta hojas con fotitos tecnicolor y panorámicas nos demuestran que la Unidad Penitenciaria de Campo de Mayo y la Unidad Penitenciaria de Ezeiza son una especie de hoteles 7 estrellas, mezcla de Fleni y Fundación Favaloro. Nos cuentan, alegremente, que el preso tiene shockroom y ambulancia las 24 horas, que tienen de todo y que están fantástico. ¡Todo mentira! Uno lee el cuadernillo ese… ¡y me dan ganas de ir a mí ahí! Me quedo quince días y la paso bomba. Es un spa”.
Pero tiene algo más: “En el año 2016 fui al Hospital Penitenciario de Ezeiza y me muestran el famoso lugar donde supuestamente tenían montada una sala de altísima complejidad en la que podía atenderse cualquier emergencia. Uno entraba… y realmente veía unos aparatos espectaculares. Realmente pensé que estaba en un hospital de los Estados Unidos. ¡Te lo juro, lo vi yo…! ¡Era un decorado! Lo podías levantar y todo, parecía de telgopor. Y ellos venían, le sacaban fotos para los jueces… ¡Y era un decorado! Ese es el cuadernillo con que los jueces dicen que en Campo de Mayo los presos están bárbaro”.
“Es obvio que la persona que está en prisión domiciliaria va a estar mejor porque se está recuperando de todo lo hecho miércoles que estuvo en una unidad penitenciaria. Están en la casa, van a la clínica, se atienden, les hacen los estudios. No se puede usar el argumento canallesco de como ahora el preso está bien, que vuela a la cárcel. ¿Entendés mi bronca? ¿De por qué digo que me quiero ir?”.
Finalmente, el doctor Miño, para tranquilidad de sus clientes, confió a DAVIDREY.com.ar que, a pesar de sus dichos eventuales respecto del hastío que siente, seguirá la lucha tal cual lo viene haciendo. Y claro… Cansar, nos cansamos todos. Pero los valientes, no abandonan jamás.
Ver entrevista al doctor Gonzalo Pablo Miño: