Por Eliseo Calzado- Especial para Total News agency-
Primera entrega: un “mito fundante” sin héroe ni heroísmo.
Durante la campaña de 2019 hubo un cúmulo de spots propagandísticos relevantes sobre Seguridad que marcaron, en gran medida, la pulsión electoral en las grandes urbes. Causaban suspicacias a toda la élite política provincial mientras observaban a Perotti tomando el candoroso rol actoral de General de Brigada, Comisario, Policía, Estratega, detective incorruptible y autoproclamado héroe provinciano. Obviamente, fueron acciones legítimamente aceptables en el “vale todo” de campaña para poder seducir a la ciudadanía, no obstante, era el preludio del “choque frontal” que iba a tener con la realidad, con los niños asesinados, con las mujeres acribilladas, con los ríos de sangre y la locura.
Elementos preexistentes de la violencia que Perotti profundizó, multiplicó y exacerbó con la tripulación de su submarino oxidado. A sabiendas y recapitulando superficialmente; con la estela de homicidios en la provincia se evidencia que Perotti jamás tuvo en su agenda gubernamental prioridad para la Seguridad.
Posiblemente, termine su gobierno con 1000 vidas extinguidas a tiros y otros miles de heridos en 48 meses.
Incluso en esos videos de campaña, el nivel de escisión entre realidad y ficción eran demasiado agudos, intragables incluso para el peor de los seres irónicos. Hay que recordar uno de los spots que menos circuló; donde Perotti cuenta una historia en la que estaba preparado para pelear en el potencial conflicto del Beagle contra Chile, aparentemente, en su paso como conscripto. Ya en ese registro narrativo, nos damos cuenta que su autopercepción estaba desdibujada y desbarrancaba en la falacia autorreferencial.
Simplemente, porque se veía a sí mismo como un guerrero, habiendo sido solo un conscripto más y no un “soldado profesional” del Ejército. Esa guerra nunca sucedió, el nunca peleó, por ende; el mito fundante carece estructuralmente de 3 elementos básicos: la ubicación espacial, una circunstancia y el esfuerzo basado en algún valor intangible.
Ya habiendo ganado la elección, los meses pasaban. Y la nueva gestión no aparecía; hubo silencio de radio… meses sin transición. Como si en ese mundo imaginario de Perotti un simple botón de “Reset” iría a arrancar la máquina nuevamente, olvidándose que en el disco rígido estaba todo igual, la burocracia, los problemas, las bandas criminales y los muertos. Esos meses los aprovechó para ir armando el desdibujado gabinete ejecutivo, que incluyó a Marcelo Saín y su grupo de gestión ministerial. Saín, a diferencia de los demás deslucidos ministros, nunca se lo podría considerar como “un gil”, por el contrario, es un actor que entiende el poder y la conflictividad política lo estimula permanentemente.
Podría arriesgarse, entre cientos de conjeturas, que Saín fue traicionado -en cierta medida- por Perotti, por un lado, en cuanto a factores económicos para la labor ministerial y, por otro, en lo estrictamente político: la construcción de poder. Dejándolo en offside en los momentos que Perotti debía firmar la autoría de los embates a la oposición y a los adversarios internos como Traferri. Hay que aclarar que, los enemigos son de Perotti y no de Sain, y que fueron multiplicándose en el subibaja emocional que mezclaba la paranoia de un ex alcalde y los delirios presidenciales en su rol de gobernador ganador.
Paralelamente a los temas irresolutos de seguridad, Perotti ansiaba atomizar las fuerzas opositoras del poder provincial (utilizando las estructuras del ejecutivo), los adversarios directos eran: el Senado y el Poder Judicial. Desde la asunción, Omar siempre se proyectó con el sueño de algo más, obviamente, la victoria de Cristina y Alberto Fernández no lo beneficiaban. Porque a principio del gobierno, la figura de Alberto todavía no se había erosionado.
Analizando periféricamente la cuestión, Perotti planteaba abrir frentes conflictivos hacia dentro y fuera del Peronismo provincial, cosa que incluía, la actividad del Ministerio de Seguridad. Cabe recordar que los Senadores Santafesinos (cuasi vitalicios) son actores con gran peso electoral y legitimidad territorial basada en los esquemas de prebendas, tan conocidos en el caudillismo tercermundista argentino. Visto desde una perspectiva más humanitaria y casuística, al menos esos Senadores, colaboran con los ciudadanos más que Perotti. Lo que no puede negarse es que, donde Saín introducía el bisturí, aparecía un tumor. Esos cuerpos extraños se expandían de manera lógica al sector empresarial, la política, al crimen organizado, al lavado de activos, etc.
Una de las relecturas de la imputación a Sain por actividades de inteligencia ilegal puede direccionar al analista a las pujas centrales del poder vernáculo, donde Perotti querría constreñir a sus adversarios políticos y económicos, sacrificando también a Saín y llevándolo -con la energía rítmica de la poiesis política- a transgredir la legalidad.
Es notoria, luego de tres años de gestión, la capacidad reactiva de Perotti para desmarcarse, entregar la tropa propia -e incluso- ser querellante de lo que es “su propia responsabilidad gubernamental en Seguridad”. La causa por actividades de inteligencia ilegal donde se imputó a Sain y otros, en caso que la justicia avance, indefectiblemente llevan a un oscuro callejón donde solo está parado debajo del farol Omar Perotti.