El 2 de febrero serán condenadas a prisión perpetua. Alberto Fernández intercedió para que se apruebe la “Ley Lucio” que exige capacitación en las capas del Estado. Lucio fue torturado y muerto por su mamá y la novia, una pareja pampeana que lo vejó durante meses.
El feminismo verde, nacional y popular, ese profundamente anti hombrista, que rivaliza con el hombre y cree que puede con todo, que al “macho escracha” y corea en una plaza la consigna como si fuera una revolución y no un sketch de humor, desnudó ahora su peor cara.
Dos psiquiátricas, odiadoras de hombres, recibieron de la Justicia la tenencia de un tierno y lleno de vida, Lucio Dupuy. Iban a la marcha del “orgullo”, como si a esta altura de los acontecimientos y de los profundos cambios sociales a alguien le importase ya con quién soñás o con quién dormís. No sé si hay una marcha progresista que atrase más que la que te cuenta a quién ama o con quién tendría sexo.
Lucio no murió, a Lucio lo fueron asesinando de a poco. Quizás, como dijo su abuelo Ramón, a Lucio lo mataron por ser varón, por odio al género opuesto porque, según ellas, interfería en la relación. Y, por ende también, para que sufra el padre, porque odian a los hombres que les dieron la vida.

Otra mujer, en este caso una jueza de apellido Pérez Ballester, determinó su muerte obligándolo a vivir con dos asesinas. Y fue así que Lucio, un bombón de cinco años con una sonrisa pícara y sumamente histriónico que me hace acordar al mío de casi tres años, se convirtió durante varios años en un objeto de abuso.
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