Alemania llegó a estas costas para tratar negocios, no por iniciativa de nuestro gobierno, sino por la germana. Todo estaba dado para que sean recibidos con la mas fina voluntad y profesionalismo, pero no fue así.
Al Palacio San Marti llegaron, el Canciller alemán, Olaf Scholz, importantes figuras de su gabinete y las contrapartes nacionales. Los temas a tratar podrían marcar un alivio a las arcas por las posibles fuertes inversiones, el Litio, prácticamente en manos chinas, solo uno de ellos.
Por el lado empresario argentino, estaban presentes, Siemens Mobility Argentina S.A., Tecpetrol, Bayer, Volkswagen Argentina, Lithium Mining Corp., Helport, Wintershall Argentina, Siemens Mobility Argentina S.A., Tecpetrol, Bayer, Techint, Pan American Energy y Corporación América, solo por mencionar algunas.
El gran salón donde se llevarían adelante presentaciones y charlas sobre una muy amplia gama de intereses nacionales y alemanes, estaba a full, el calor también y el aire acondicionado brillaba por su ausencia. Primer papelón.
Massa no participo, tal vez, como su historial lo indica, imagino conflictos y eligió no poner la cara a la catástrofe que se avecinaba. Si estaba presente, Gabriel Rubinstein, Flavia Royón y Cecilia Todesca quien fungía de chaperona con un pobre discurso que evidentemente no estaba en la partitura ni en el protocolo. Todo porque el señor de los precios, Matías Tambolini no llegaba y los alemanes esperaban. Justamente ellos, que se caracterizan por su puntualidad y metódica organización.
Dado que en la cancillería que conduce el inefable y chabacano, nieto de Antonio Cafiero, al que lo denominan, Cafierito o el pibe melena, no aparecía ningún técnico que hiciera funcionar el aire acondicionado, alguien decidió abrir las grandes ventanas del recinto. Bienvenido fue esto, pero solo por unos momentos. La brisa inicial que refrescaba al Canciller Sholtz y demás concurrentes se transformo en un ventisquero patagónico que derribo todo a su paso, incluidos mástiles y banderas, a tal punto que algunas cosas fueron a parar sobre los invitados, a la cabeza de Rubinstein y a una integrante de la “prusiana” delegación.
Desde luego, si no había un técnico para el aire acondicionado, tampoco hubo un medico o enfermero para atender a los “combatientes” del campo de batalla en que se había convertido el evento destinado a atraer inversiones alemanas
Tal vez por este carácter bélico de la luctuosa jornada, el segundo del Ministerio de Economía, Gabriel Rubinstein, intento apelar al humor negro y espeto: “Se sabe que para estos eventos hay que usar casco”.
Después de esto, si los alemanes deciden continuar tratativas gente que no puede organizar un simple evento, e invierten en el país, quiere decir que Argentina no solo es a prueba de populistas, sino también de boludos.