Por Dr. Jorge Corrado*
“La cultura es la suma de todas las formas de arte, de amor y de pensamiento, que, en el curso de siglos, han permitido al hombre ser menos esclavizado.” André Malraux
Vivimos y somatizamos la histórica crisis de nuestra cultura y de nuestro “sistema político”. Ellas tienen como manifestación visible, en la actualidad, la licuación institucional del Estado, la anarquía social, la decadencia y la confusión dirigencial. El diccionario de la Real Academia Española define a la anarquía como: “Ausencia de poder público. Desconcierto. Incoherencia”. Sobre el concepto de confusión, expresa: “Perplejidad, desasosiego, turbación del ánimo”.
El título del presente trabajo es Cultura, Civilización y Crisis Política. Comencemos a analizar cada uno de estos conceptos siguiendo a la Real Academia de la lengua española.
Es nuestra intención demostrar, en un breve análisis, que nuestra crisis estructural más que centenaria tiene su lejano y profundo origen en la ociosa perversidad de haber confrontado Cultura con Civilización. Evitaremos ingresar en las consecuencias, que somatizamos y evidencian el drama. Intentaremos bucear en sus orígenes, en sus causas profundas. Soslayaremos lo meramente operativo y accesorio. Nos esforzaremos en descubrir lo sustantivo, lo esencial.
No hay salida de la larga decadencia desde la hermenéutica superficial del vencedor. La verdad es alcanzable y es el camino del “sabio”, que “regresa por el camino que los demás ya han recorrido” y vuelve a las fuentes cristalinas de nuestro origen, para recuperar el rumbo perdido. Cuando la sociedad y su cultura perciben la disfuncionalidad del medio en el que deben actuar, surge la vivencia del caos anárquico. En éste ambiente, los pronósticos son nulos: hay incertidumbre.
La resolución del caos lleva a:
- la disgregación política o a
- la superación de la crisis, por un retorno a las fuentes: la recuperación de la identidad y la readaptación al medio.
La disgregación política, es la muerte de la Nación. La superación, por evolución, presenta diversas alternativas posibles.
La historia de la formación del “espacio argentino” y de las “corrientes” imperiales actoras en los siglos previos a 1810, han tenido una influencia decisiva en el desarrollo del fenómeno que nos ocupa. Comprender éste complejo proceso geopolítico, permitirá dar inicio a la salida de la larga noche argentina.
Cultura es:
- “el conjunto de valores que permite a alguien desarrollar un juicio crítico.
- Es el conjunto de manifestaciones y creencias en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.
Civilización es:
- “el estadio cultural alcanzado por las sociedades humanas más avanzadas, a través del nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres”.
Confundir estos términos nos ha llevado al conflicto socio-político permanente.
Salvo en breves y aislados períodos de nuestra historia, desde los albores de Mayo y hasta hoy, hemos vivido en la constante crisis del “Sistema Político” y en la sectarización ciega de los partidos. Morenistas y saavedristas, unitarios y federales, roquistas y mitristas y podríamos seguir así con las antinomias excluyentes, hasta nuestros días. Esta impronta cultural-socio-política fue interpretada por el visceral y temperamental sanjuanino, con su célebre expresión: “Civilización o Barbarie”.
Esa sentencia encierra e interpreta una visión de casi doscientos años de historia argentina, signados por la violencia política, la guerra civil y la crisis estructural, sin resolución y en evolución constante. Erróneamente, se cree que la historia argentina comienza el 25 de mayo de 1810. No es así.
La formación de los “valores centrales” del espíritu nacional y de la “vida tradicional” de los argentinos, comienzan su desarrollo en los siglos XVII y XVIII. Estas son las centurias fundacionales que debemos abarcar en su “ola profunda”, si queremos entender los problemas de hoy y, paradójicamente, son las menos estudiadas en nuestras aulas.
En esos años fundacionales se gesta el cimiento de la “cultura sustantiva” de nuestra Patria: la cultura hispano-criolla-católica.
Tiene su origen en la estructura de poder que ocupó Pizarro, en el trono del Inca, con asiento en Perú y se extiende luego hacia el Alto Perú, con un sistema económico sostenido en la minería, con Potosí como nexo hacia el Sud. Desde allí, desde la profundidad del país minero, proviene nuestro patronímico: Argentina. El sol del Inca, estampado en nuestra bandera nacional, aun lo recuerda. Pero pocos argentinos “cultos” lo saben. Aquél poder y su prosperidad económica-fisiocrática, se extendían hasta Córdoba del Tucumán, proyectándose hacia la “vaquería del mar”, en el Atlántico.Era el “sistema tucumanés”, en todo su esplendor: una Cultura fuerte, expansiva y generosa, sostenida por la Cruz y la Espada españolas. El giro y la fractura histórica e innovadora, clave para entender la etiología de las crisis históricas, tienen su comienzo con la creación, por parte de Carlos III, del Virreinato del Río de la Plata (1776).
En los siguientes cuarenta años, Buenos Aires consolidará su posición de centro cosmopolita, comercial y guerrero. Pero lo hará de espaldas a su tradición original. De espaldas al “Gran Tucuma” y de frente al Atlántico. Buenos Aires negará en los hechos, desde entonces, sistemáticamente, los doscientos cincuenta años de cultura preexistente. Rescató su escudo fundador hace muy poco tiempo. Izó su símbolo por unos meses en la Plaza de la República. Pero como todo aquello que no es genuino, lo olvidó. Ya no está allí. Fue una anécdota. Por el Río de la Plata ingresará, a fines de S. XVIII, la Civilización, con los vientos de “la fronda” revolucionaria francesa y el impulso “mercantilista” británico. No lo hace como necesario desarrollo y progreso, sobre una cultura basal, fundacional, identificatoria y pre-existente, sino como modelo cultural alternativo, de reemplazo.
Se inicia así, en pleno proceso independentista, una desgraciada confusión conceptual.
Lo que es la “continuidad” identificatoria: la cultura, pretende ser desplazada por el dinámico “cambio” instrumental: la civilización. Esta confusión se traslada inmediatamente al ambiente socio-político. Impide continuar la campaña libertadora bajo bandera argentina después de Chacabuco y facilitará pérdidas territoriales sucesivas. Se inicia y desarrolla así nuestra crisis cultural-política, por desacople del natural “sistema social” con un “sistema político” extraño, artificial. El “sistema económico” se inviabiliza, por ausencia de soporte político. En un país naturalmente rico, se vivirá del empréstito. La antigua cultura expansiva se hará contractiva y pedigüeña. Egoísta y especulativa. El país naturalmente rico, ingresa en la decadencia.
He allí nuestra crisis-conflicto permanente, artificioso, perverso y autodestructivo, del cual aun no hemos salido. Nuestros “pensadores cosmopolitas” homologaron Cultura con Civilización. Intentaron reemplazar lo sustancial con lo accesorio. Confundieron los valores espirituales, los fines; con los instrumentos, los medios, proporcionados por la ciencia y las tecnologías. Obstinadamente se opusieron a los valores centrales, propios de la continuidad (la Cultura), para imponer hasta con violencia el cambio instrumental (la Civilización), sin entender que ambos debían evolucionar en sinergia y no en oposición.
La prueba está en que los actuales centros urbanos de “mayor nivel cultural”(¿), son los que ostentan el “menor nivel de identidad”. Allí tienen éxito electoral quienes atacan a los valores fundacionales y los reemplazan por “las modas”, por la modernidad en constante evolución, en la creencia que la civilización puede homologarse con la cultura.
Allí tienen su origen los “códigos de convivencia” y especies transculturales similares, que son rechazadas “naturalmente” por la sociedad, pero no asimiladas “políticamente”.
Prevalece la desinformación mediática y la ideologización, que explota a la superficialidad cívica y educativa de una sociedad sincrética.
La imposición por la fuerza, desde Buenos Aires, de la “Civilización” porteña sobre la “Barbarie” interior, fue el germen de las sangrientas guerras civiles (mal llamadas “guerras de la organización”) y la clave para analizar la actual crisis política. La “democracia inculta”, sostenida por sus valores fundacionales, frente a la “democracia de las luces”, inspirada en la “modernidad”. En el tiempo, se las traducirá con reduccionismos y simplezas, como “libros o alpargatas”, cuando debió expresarse “libros y alpargatas”.
Lo inteligente era poner el libro en manos de la alpargata y caminar muy juntos, hacia un destino comunitario. Cuando el “sistema político” no representa al “sistema social”, donde reside la cultura y la ética consecuente, la crisis y la anarquía se tornan endémicas y violentas. El “sistema político” no funcionó como tal, como mecanismo de acuerdo social permanente. Hubo y hay conflicto estéril. La verdadera sabiduría política está en encauzar definitivamente este histórico conflicto hacia una resolución donde de una vez por todas el pueblo recoja los frutos de la felicidad, el trabajo y la paz. De lo contrario la crisis endémica destruirá por siempre los cimientos de nuestra Nación. En éste 2023 se juegan muchas cosas para el destino de nuestra Nación, si ahondamos ésta “grieta” histórica, caeremos en el vació de la autodestrucción y la disgregación nacional será un hecho irremediable.
* El Dr. Jorge Corrado es abogado diplomado en la UBA. Profesor Titular de Ciencia Política, Estrategia y Geopolítica en la Universidad Católica de La Plata. Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.