Por Dr. Jorge Corrado*
“La guerra es un acontecimiento de importancia vital para el Estado ya que en ésta se encuentra involucrada la vida o la muerte de las milicias y del pueblo, como así también la supervivencia o la destrucción del país. Por tal motivo debe ser examinada y estudiada en forma minuciosa” –Sun Tsu, estratega chino, siglo V a.C.–
En nuestra Región y particularmente en nuestro país, bien puede hablarse de una histórica estratificación de la estructura conceptual y orgánica del Estado y de su Seguridad Estratégica. La confusión conceptual produjo parálisis política. Bajo el pomposo anuncio de “reestructuraciones organizacionales”, solo han existido “remiendos”, ajustes y achicamientos, sin orientación estratégica alguna, promovidos exclusivamente por restricciones presupuestarias, por desconfianza o por ignorancia.
No ha habido decisión ni voluntad política proactiva, reformista y la moderna estructura de la Defensa Nacional y del propio Estado-Nacional, hoy reliquias casi inexistentes, constituyen “asignaturas pendientes” en el ámbito de una crisis de raíz cultural, política e institucional.
Las ideologías reemplazaron, en nuestra querida Patria, a la Gran Política. La ausencia de objetivos y de un “plan arquitectónico sustentable”, transformaron al Estado en una burocracia parásita y prebendaria y al remanente de la Defensa Nacional en un excedente irritativo, decorativo y costoso. La ausencia permanente de lucidez dirigencial, es cubierta hoy por el espanto social y éste puede ser el agente del cambio.
Ha llegado el momento de reiniciar la marcha. Es imprescindible rehabilitar el Estado como instrumento institucional, para lograr un futuro o definitivamente ingresar al ocaso. No puede modernizarse “una parte” de la estructura estatal y retener las antiguallas en su derredor. La estructura debe verse como el andamiaje ordenador de los sistemas homólogos y funcionales que la ocupan. Ello exige nuevos cimientos, nuevas formas, nuevas funcionalidades, interrelacionadas con el TODO.
Ese todo, nuestro ESTADO-NACION, es donde se inserta la estructura de Seguridad Estratégica Nacional y su correlato: la Defensa Nacional. Ese estado nacional derruido y malversado, carcomido por su debilidad frente a la globalización, debe REHABILITARSE cuanto antes, en función de la etapa de la civilización que transitamos.
Sin una Nueva Teoría del Estado, la “Teoría del Estado Necesario”, insistimos, no habrá rehabilitación alguna y sin Estado, sin Instituciones, no habrá futuro comunitario, paz, progreso, libertad o bien común. Ingresaremos inexorablemente a la disgregación nacional.
Pero el cambio estructural en el área de la Defensa Nacional, no es un cambio más, ni un segmento cualquiera de la imprescindible “reforma del estado”. La estructura de la Defensa Nacional es, sin duda, el “núcleo duro” del Estado-Nación. El núcleo de referencia, articulador de la “integración social” y de la “unidad nacional”. Allí, en su intimidad, están los altares de los símbolos patrios, las liturgias tradicionales; los ejes culturales de la identidad, de la pertenencia, de la personalidad de la Nación que, desde sus entrañas sociales determina su organización jurídica como sistema político, para convivir en paz, en libertad y en progreso. Allí está su “ultima ratio”, “la razón de fuerza y la fuerza de su razón”, allí está su capacidad y garantía más confiable y creíble de relacionamiento, ya sea en alianza o enemistad, en integración o confrontación.
La Seguridad Nacional, que incluye a la Defensa Nacional, es la responsabilidad primaria y esencial del Estado Nación. Es su razón de ser. Sin ella no hay ni habrá “salud social”. Nada pues, de esencia más Política que la estructura de la Defensa Nacional, como sólido soporte del sistema político. Nada más importante en la orientación y referencia de las reformas de segunda generación que exige éste tiempo singular, al Estado-Nación. Cabe el interrogante: ¿Ustedes conocen la Estrategia de Seguridad Nacional del Estado argentino? No creo que la encuentren.
La “teoría del estado necesario”, para conducir esta crítica etapa de la “civilización del conocimiento”, en las puertas del Siglo XXI, tiene en la reforma estructural de la Defensa Nacional, sin duda, un punto de partida inexorable para los pueblos sudamericanos en camino al continentalismo y a la integración política, a partir de la seguridad estratégica comunitaria, a partir de una Defensa Común frente a un enemigo internacionalizado.
No habrá salida de la tremenda y larga crisis-decadencia que nos azota, sin “Recuperación de la Identidad”, como condición para la recuperación ética de la Política.
No habrá progreso posible sin la “Recuperación Institucional del Estado”, como instrumento jurídico para lograr el “bien común”. Ambas tienen, en la Reforma Estructural de la Defensa Nacional, su punto de partida y su vigor sustantivo.
No habrá posibilidad de enfrentar con éxito los actuales riesgos estratégicos internacionalizados y los enormes desafíos para el desarrollo de nuestra Región, sin un Acuerdo de Seguridad Colectiva y de Defensa Común Sudamericano.
El cimiento de la seguridad nacional, en cualquier país desarrollado del mundo, se origina en el entendimiento de la naturaleza dinámica de los conflictos, en la determinación de los riesgos y amenazas que acechan a la Nación, en la actualización de la inteligencia estratégica oportuna. A partir de estas bases, se construye una Política de Seguridad Nacional, su correlativa Estrategia y la Política de Defensa, consecuencia y sostén permanente de la Política Exterior y de la Política Económica. Sobre éste trípode sólido y coherente, cabalga la credibilidad y confiabilidad del Estado: su proyecto comunitario sustentable. Si él, la crisis terminal y el fantasma de la guerra social será una dramática realidad. Rosario puede ser un simple ejemplo homeopático en comparación a la dantesca situación del conurbano bonaerense.
Ante el actual panorama de la violencia cotidiana y la sangre en las calles de nuestra Argentina, con el avance incontenible del narcotráfico desde hace tres décadas, con las Instituciones quebradas culturalmente, resuenan con más fuerzas las palabras de Platón cuando expresaba: “LA LIBERTAD SIN ÉTICA ES ANARQUÍA”
*El Dr. Jorge Corrado en Abogado, Profesor Titular de Estrategia y Geopolítica en la Universidad Católica de La Plata. Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.