Por Claudio Jacquelin
Se multiplican fuerzas para doblegar la terca resistencia de Fernández a declinar su proyecto reeleccionista; el juego propio de los gobernadores del PJ y los problemas que afronta Massa
e parece bastante a la “Rebelión en la granja”, de George Orwell, pero se trata de una insurrección mucho más real, con consecuencias concretas y de largo alcance en el escenario político nacional. Alberto Fernández, el “presidente más federal”, como le gusta autocalificarse, enfrenta por estos días un profundo proceso independentista de las provincias que alguna vez soñó fueran el sostén de un poder propio.
El adelantamiento o el desacople del calendario nacional de las elecciones de 12 distritos en manos del oficialismo y de otros tres gobernados por aliados más o menos permanentes muestra la manifiesta decisión de esos mandatarios provinciales de no atar su suerte a la performance del Gobierno ni correr el riesgo de padecer un efecto contaminación de la gestión de Fernández y de los conflictos internos que sacuden al Frente de Todos.
También, esa ola diferenciadora exhibe la corrosión que afecta a Cristina Kirchner, a pesar de ser (o quizá por seguir siendo todavía) la figura que más caudal de votos retendría de ese espacio, en el que nadie asoma aún con posibilidades de desplazarla de su sitial. El hartazgo o la falta de esperanza no anida solo en la mayoría de la ciudadanos comunes.
El proceso independentista para peor no terminó con la fijación de la fecha de las elecciones desdobladas (que podría ampliarse), sino que, como se publicitó en las últimas horas, ya provocó una escisión en el bloque del Senado y dejó al Frente de Todos como segunda minoría de la Cámara alta
Lo curioso es que en el nuevo bloque de los cinco senadores peronistas secesionistas hay, además de antikirchneristas de siempre, como la cordobesa Alejandra Vigo, sino también de exalbertistas desilusionados, como el entrerriano Edgardo Kueider y el correntino Carlos Espínola, o el ubícuo jujeño Guillermo Snopek, enojado por motivos familiares y provinciales con Fernández por la buena relación del Gobierno con su rival y cuñado (a pesar suyo), el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales. Cosas de pago chico y bastante más.
Este último caso resulta el más singular, ya que aunque su alejamiento termina por dificultarle el manejo a discreción que hacía Cristina Kirchner de la Cámara alta, el equipo oficial de comunicación del cuerpo difundió el comunicado de renuncia del jujeño con sus duras críticas al Presidente. Esa publicidad solo pudo interpretarse como una pretensión obvia de la vicepresidente de deslindar responsabilidades respecto del quiebre del bloque. Más que una ola autonomista, un proceso de descomposición que Cristina Kirchner parece alentar antes que intentar detener.
En tal contexto se complican seriamente los esfuerzos que viene haciendo el Gobierno y especialmente el equipo de comunicación del ministro de Economía, Sergio Massa, por mostrar en lo inmediato algún apoyo consistente a la gestión por parte de los propios, más allá de las disputas electorales que sacuden inocultablemente a la coalición exfrentetodista.
Además, a futuro hay otro objetivo dentro del oficialismo: apropiarse de probables triunfos en varias de las provincias que adelantan las elecciones a los efectos de crear un pequeño clima de opinión favorable para afrontar las primarias y la elección general nacionales en agosto y octubre próximos. La pretensión de construir una narrativa que haga ver que las cosas en la Argentina profunda no están tan mal para proyectarla al plano nacional no será fácil de sostener, a pesar de contar ahora con cierto contexto político propicio.
Las agrias disputas dentro de la coalición opositora y las dificultades que esta muestra para despejar riesgos de fracturas en el universo cambiemita en algunas provincias alimentan la esperanza peronista para afrontar los comicios provinciales.
Manipulación electoral
Sin embargo, los indicadores económicos han vuelto a conspirar contra la viabilidad de ese relato en construcción. Al mismo tiempo, los riesgos electorales que enfrentan los gobernadores en muchos de los distritos que el oficialismo conduce desde hace décadas quedan expuestos con la modificación de las reglas que rigen los comicios o las forzadas interpretaciones legales que vienen haciendo en beneficio propio.
Los casos de San Juan, Tucumán o Chaco resultan paradigmáticos. Más aun cuando varios de esos gobernadores fueron o aún pretenden ser vistos como posibles presidenciables.
El repliegue sobre su distrito de Sergio Uñac, la otrora esperanza renovadora sanjuanina, es tan elocuente, como el alejamiento de la jefatura de Gabinete de Juan Manzur para retomar la gobernación de Tucumán e integrar con fórceps legales la nueva fórmula provincial, esta vez con un descenso a la categoría de vicegobernador.
Todo es tan rocambolesco que el tucumano aspira a que ese down-grade le sirva de trampolín para anunciar en la misma noche de la elección provincial, el 14 de mayo, el lanzamiento de su precandidatura a Presidente, como le anticipó a varios de sus colaboradores al reasumir la gobernación.
Hace una semana, en el acto de reasunción dejó expuesta tanto la aspiración de instalarse como presidenciable así como la pretensión de contar con el apoyo del cristicamporismo con una empalagosa cucharada de elogios al ministro al que el Presidente considera un traidor y al que la vicepresidenta pretende instalar como su postulante nacional.
A pesar de su poco reluciente paso por la Jefatura de Gabinete, las ambiciones de Manzur son y han sido siempre muy elevadas, como para descartar ahora que Wado de Pedro pueda ser su compañero de fórmula. El deber de fidelidad hacia Fernández terminó (oficial y públicamente) con el acto de su renuncia. En el calendario peronista solo hay un Día de la Lealtad.
Tan singular como el caso de Manzur asoma el del chaqueño Jorge Capitanich. Por un lado, el excéntrico gobernador logró en la Legislatura manipular el sistema electoral local, con la eliminación de las PASO y la habilitación de las listas colectoras, para tratar de acotar el alto riesgo que tiene actualmente de perder la provincia a manos de los cambiemitas, a los que las encuestas dan altas chances de romper con la hegemonía peronista.
Por otro lado, Capitanich sostiene sus esfuerzos por intentar una salida por arriba de la amenaza local y hacerse con la precandidatura presidencial del kirchnerismo, para lo cual viene limando con insistencia las pretensiones de Fernández de sostener un intento de reelección y prolongar toda las definiciones para no ser el pato rengo que ya es para casi todo el Frente de Todos.
Más pinzas cristinistas
El chaqueño oficia así como uno de los brazos ejecutores de los deseos cristinistas, en concordancia con La Cámpora. Lo hizo en los días previos y en la reunión de la mesa política del peronismo a la que convocó hace una semana Fernández.
“Cristina cada vez está más apurada por bajarlo a Alberto de su utopía reeleccionista para poder empezar a construir y tratar de instalar un candidato propio”, dicen en las cercanías de la vicepresidenta, con lo que coinciden en el entorno del chaqueño y en la organización maximista. En ese espacio dan por descartada una nueva candidatura presidencial de la actual vicepresidenta, pero cobra cada día más fuerza la posibilidad de una postulación para renovar la banca de senadora.
El sueño, de cumplimiento altamente improbable, que puebla las noches de los que pretenden que Fernández despeje rápidamente el camino es que en la apertura del último período de sesiones ordinarias del congreso de su mandato, el próximo miércoles, el Presidente anuncie el renunciamiento a su ilusión reeleccionista.
“Podría hacerlo con un discurso de dimensión épica en el que resalte las extraordinarias dificultades que debió sortear durante su gestión para quedar como un gran Presidente que antepuso el interés general por sobre sus ambiciones personales”, argumentan con pretendida generosidad los que propician esa salida. “En el final podría quedar como el estadista que no fue durante su gestión”, explican con notable seriedad y aparente benevolencia.
Pero Cristina Kirchner se ocupa de despertar a los soñadores con la crueldad del enojo que su criatura le provoca. “Si tuviera dignidad sería una gran oportunidad para que lo hiciera. Pero, por eso mismo, no hay que esperar que lo haga”, dicen que fue la contundente respuesta recibida por algunos de los que acunaron la idea y la hablaron con ella. Irreversible.
No todos comparten el apuro
El apuro del cristicamporismo y de algunos gobernadores no encuentra eco tan fácil en otros referentes oficialistas, que tienen sus propias ambiciones y proyectos, aunque tampoco quieren que el Presidente insista hasta el final con su desordenadora pretensión releccionista.
En el equipo de quien asomaba como el candidato más probable del oficialismo hasta que se difundió el último índice de inflación son, por obligación, más cautos. Sergio Massa está tomado por otras urgencias y no tiene claro los efectos de un pronto renunciamiento electoral albertista si a este le suceden, de inmediato, los trabajos de construcción de otras postulaciones. Más aún si llevan el sello indeleble de Cristina Kirchner y La Cámpora.
Temen en el entorno del ministro que eso traiga más ruidos y temblores de lo que la frágil situación económico-financiera está en condiciones de soportar, cuando aún faltan seis meses para las PASO y ocho para la primera vuelta presidencial. Una eternidad en el país del cortísimo plazo.
Las mejoras cualitativas respecto de la imagen de Massa que se advierten en varios grupos focales son incipientes y de relativa consistencia y profundidad. Por eso, “Orden y silencio” (el progreso te lo debo) sigue siendo el lema massista dominante.
Ahora desde el exterior, la flamante reaparición de Daniel Scioli agrega una cuota más de incertidumbre y de opciones para el mazo que baraja con ansiedad Cristina Kirchner. No solo anteayer publicó en sus cuentas de las redes sociales que estaba a disposición (sin decir, pero sí sugiriendo, para qué) sino que ayer terminó por despejar cualquier incógnita.
Los voceros históricos del embajador que Alberto Fernández designó en Brasil se ocuparon de propalar la entrevista que le concedió al influyente diario O Globo en la que no niega su intención de ser candidato a Presidente. Scioli se suma así a la lista de los que Fernández rescató y que, aunque simulen lealtad, ahora le rodean la manzana. Manzur no está solo.
El Presidente no puede decir lo mismo. Desde el interior y desde el exterior, desde adentro y desde afuera de su espacio crecen las fuerzas por doblegar su terca resistencia. La rebelión en la granja oficialista ya parece indetenible. Pero todavía a Fernández le quedan nueve meses y medio de mandato. Un parto.
Fuente La ación