Por Pablo Sirvén
Una de las obsesiones del averiado relato kirchnerista es demonizar a Mauricio Macri en todo momento y lugar.
Tres años y tres meses después de finalizado el mandato presidencial del líder del PRO, el “¡ah, pero Macri” es fuente de todos los males producidos en la Vía Láctea y más allá, inclusive los muchos autoinfligidos por el cuarto gobierno kirchnerista que transitamos. El “ah, pero Macri” no se le cae de la boca, especialmente a su sucesor, Alberto Fernández. Hasta los aspectos más anecdóticos del expresidente terminan por producirle a él, y a toda la variopinta familia kirchnerista, un sarpullido que hasta podría originarse en cierta envidia. Lo increíble es que lo expongan sin disimulo y constantemente.
En la semana que pasó hubo dos noticias que alteraron aún más los nervios de los antimacristas diplomados. La foto en la que Mauricio Macri posa con Lionel Messi y Dibu Martínez provocó lloriqueos y aullidos en medios y redes sociales copados por militantes K ignotos e ilustres.
Ahí no termina la cosa: las clases a empresarios y a universitarios que el miércoles Macri dictó en Bolonia llevaron a que el mismísimo presidente de la Nación, un día antes, durante un acto en Morón, reprochara a viva voz que ahora diera “cátedra” en la FIFA, un involuntario error de apreciación de Fernández, pero que tiene su razón de ser.
En efecto, Macri ha descubierto, tras dejar el poder, una nueva e inesperada actividad muy placentera y enriquecedora: dictar clases en distintos lugares del mundo, algo bastante usual en mandatarios del mundo desarrollado al término de sus mandatos. Si bien viene enfrentando a distintos alumnados en Miami, Washington, República Dominicana, Salamanca y, recientemente, Bolonia, en la FIFA no es su función darle lecciones a nadie; simplemente es uno de sus altos funcionarios. Pero esto también perturba a la cúpula y a las bases kirchneristas porque le brinda a Macri una inesperada vidriera internacional, potenciada todavía más desde que nuestro país se convirtió, por tercera vez en su historia, en campeón mundial de fútbol. De allí que Alberto Fernández haya juntado en una misma frase las palabras “cátedra” y “FIFA”, dos escollos incómodos contra los que choca de frente el laborioso relato de exhibir a su antecesor como vago, bobo, corrupto y sin corazón.
La grave noticia del atentado contra el supermercado de los suegros de Messi en Rosario dejó atrás las rabietas mediáticas por la foto del mejor jugador del planeta, pero más allá de las implicancias inesperadas que podrían tener ese ataque y mensaje mafioso, no estaría de más reflexionar sobre si aquellos “mensajes de odio” (para usar terminología K, muy recurrente en la vocera Gabriela Cerruti) no contribuyeron a propiciar este episodio de violencia que dio la vuelta al mundo. ¿Alguien lo está investigando?
Messi viene recibiendo presiones para que deje de seguir en Instagram a Macri. En esa cuenta, que tiene 436 millones de seguidores, el notable crack presta atención a tan solo 290 personas, selecta lista en la que aparece en tercer lugar el expresidente, el único político al que sigue.
El cristikirchnerismo ya no puede más de bronca contra el 10 de oro, pero debe contenerse por tratarse de un ídolo popular en su momento de máximo esplendor. No le perdonan que haya ignorado a Wado de Pedro cuando llegó a Ezeiza y que él, sus compañeros y el cuerpo técnico gambetearan la foto con el Presidente en la Casa Rosada. Y peor todavía: tras Cristina Kirchner felicitarlo en sus redes por “su maradoniano ‘anda pa’ allá bobo”, el jugador pidió disculpas públicamente por ese exabrupto tan alejado de su habitual sobriedad y equilibrio.
Atrapado en sus propios conflictos ideológicos y pueblerinos, el oficialismo se ofusca cuando personajes tan admirados como Messi se muestra tan distantes de ellos, y se incomoda por demás cuando percibe que su enemigo público N° 1 accede a estrados tan prestigiosos como el de la universidad más antigua del mundo. El miércoles, primero en el Museo Ferrari, Macri habló de liderazgo frente a los top managers de esa compañía, que hace décadas tuvo negocios con su padre. Luego, mientras aquí su sucesor en la Asamblea Legislativa lanzaba sus graves diatribas contra la Justicia, habló a un auditorio de jóvenes estudiantes globales sobre las cualidades que todo líder debe tener.
¿Alivia o aflige más aún al malhumorado planeta K saber que, por lo general, los auditorios donde dicta sus clases Macri se interesan en un porcentaje muy menor por su experiencia como político y prefieren, en cambio, escuchar más sus experiencias como dirigente empresario y futbolero?
También les habla del populismo. “Somos expertos en eso”, suele decir al introducir el tema.
Fuente La Nacion