Por Irene Hartmann
El psicólogo venezolano cuestiona la repitencia y plantea la necesidad de “asentar una cultura educativa”. “Hay que reemplazar a los profetas del desastre por los profetas de la esperanza”, desafía.
-En Argentina, de los inscriptos en primer grado, solo el 16% termina la secundaria en tiempo y forma, con los conocimientos básicos de lengua y matemática. Además, el 40% de los egresados de la secundaria está bajo la línea de pobreza. Como psicólogo y especialista en Educación, ¿qué haría con un país como este?
-Hay que valorar que es un gran logro que exista un sistema educativo al que tienen acceso todos. Es una plataforma sobre la que se puede construir. En otra época, la mayor parte de los chicos no accedía a la escuela. Lo segundo es entender que la Educación es un sistema con procesos que requieren una alineación coherente. No tiene sentido cambiar la currícula si en simultáneo no se crean oportunidades para que los docentes desarrollen sus capacidades. O mejorar el funcionamiento de una escuela si tiene “profesores taxi”, que completan su salario trabajando en cinco establecimientos distintos. Se hace muy difícil que “hagan vida” en la escuela. Construir un buen sistema educativo requiere coherencia en las acciones.
-¿Cómo se podría lograr eso acá?
-Debe haber una visión compartida sobre qué se intenta hacer y qué le toca a cada uno. Esto implica que los niveles de Gobierno y la sociedad civil generen una cultura educativa. Debe haber valores compartidos. Valores que son tan invisibles e importantes como el agua. Tengo la sensación de que hay sistemas educativos diseñados para el fracaso. Tienen una enorme fragilidad y el producto lógico es que los chicos vayan a la escuela pero no aprendan. No es un accidente sino el resultado de un sistema diseñado para el fracaso, sin coherencia.
-Usted suele hablar del empoderamiento de los chicos para mejorar sus oportunidades. ¿Cómo se logra eso con medio país en pésimas condiciones socioeconómicas?
-Es posible hacerlo. Le doy un ejemplo. En 2018, la OCDE hizo una encuesta a profesores de 60 países. Les preguntaron cómo enseñaban. Casi todos parecían ser buenos en dar clase, pero mostraron gran heterogeneidad a la hora de pensar estrategias pedagógicas para aumentar las responsabilidades de los estudiantes. Hacer que trabajen con otros, que enfrenten problemas cognitivos que los desafíen, en los que deban trabajar más de una semana. Pensaba en esto viendo la película argentina El suplente. Saca a la luz los enormes desafíos estructurales de muchos niños en entornos de pobreza y drogas. Pero también muestra cómo los profesores no desafían a los chicos. No hay una buena tarea de compromiso e involucramiento.
Fernando Reimers, psicólogo y profesor de Educación de la Universidad Havard, en un Congreso de Naciones Unidas, junto a su esposa.
-¿Un par de “tips” para al menos intentarlo?
-Creo que es posible desafiar a los estudiantes de cualquier condición y lograr que desarrollen un conjunto de capacidades. En primer lugar, debería haber una asignación lógica de profesores en cada escuela. Que el docente esté ahí todo el día. Una parte del tiempo frente al grupo y la otra, trabajando con sus colegas. Segundo, equipos colegiados para crear planes estratégicos por escuela, de modo que se puedan definir desafíos puntuales y formas de abordarlos. Hoy, en Argentina, para algunos chicos es más fácil que para otros prepararse para ir a la universidad. En el ambiente (N. de la R.: de barrio popular bonaerense) que muestra la película, solo los profesores van a la universidad. Cada escuela tiene que hacer de su lugar un proyecto pedagógico, con autonomía y continuidad. Requiere construir sistemas coherentes, tener claridad sobre qué se intenta hacer y contar con apoyo institucional.
-Hablando de El suplente, la película toca el polémico tema de aprobar alumnos con bajo rendimiento. Hace poco la provincia de Buenos Aires impulsó eliminar la repitencia para mitigar el abandono escolar. ¿Qué opina?
-Se sabe hace mucho que una de las principales razones de la deserción escolar es la repitencia continua. Está bien estudiado. Los chicos no deciden un día “yo no vuelvo más a la escuela”. Ellos o sus padres toman esa decisión como resultado de haber repetido varios años. La repitencia es una forma muy inadecuada de apoyar a un niño que no aprendió lo que debía. Es decir, “bueno, usted no aprendió lo que se esperaba; entonces le vamos a dar una segunda dosis de la misma medicina”. Es un mecanismo torpe, como hacer una cirugía del cerebro con una sierra. Por otro lado, invisibilizar el problema y que nadie repita más sin hacer otra cosa, es igual de torpe. Es como decir “prefiero no saber si aprendieron o no, y que vayan pasando”. Se necesita una medicina personalizada: intervenciones que permitan entender por qué a algunos chicos les cuesta más, sin necesidad de reprobarlos.
-¿Cómo tendría que ser el abordaje pedagógico en esos casos?
-La primera condición para aprender es tener tiempo dedicado al estudio efectivo. Por sus condiciones de vida, algunos chicos no asisten regularmente a la escuela, y éstas no siempre están diseñadas para que esos alumnos puedan seguir los temas. Esto es fácil de resolver con las clases invertidas (N. de la R.: modelo en el que los nuevos conocimientos se adquieren fuera del aula, quizás online, y en clase se practica, con actividades, lo aprendido), de modo que la transmisión del contenido pueda hacerse con herramientas tecnológicas. Esto puede hacerlo cualquier profesor ofreciendo algunas clases grabadas. Y se podrían sumar tutorías: un auxiliar, un docente jubilado o un estudiante adelantado. La repitencia es una expresión clara de que hay un problema.
-Un tema recurrente son los cuestionamientos a la formación docente, que no es universitaria, suele ser deficitaria y cada vez tiene menos aspirantes, dados los bajos salarios y el desprestigio social asociado. ¿Qué sugiere?
-Para que el sistema tenga calidad, los docentes deben estar bien formados y tener formación continua. Hay que pensar cómo construir ese continuum educativo que comienza con la formación inicial y debe seguir con un sistema de apoyo en el que los maestros se formen hasta el último día. Desafortunadamente, en algunos lugares, el sistema educativo sirve a intereses por fuera de los niños. Sobre todo, a partidos políticos u otras corporaciones para recompensar a grupos que los apoyan políticamente. Y como el sistema educativo representa un presupuesto importante, también tiene corrupción. ¡Imagine las posibilidades de manejar los comedores escolares!
-¿Cómo se superan esos escollos?
-Hay que asentar una cultura educativa. En sociedades más avanzadas como Finlandia, Singapur o Portugal, se entiende que educar es dar oportunidades. Debe haber incentivos para la carrera docente; encontrar gente que quiera enseñar y que tenga capacidades mínimas. Son los salarios, pero es más que eso. Si usted paga muy bien pero sigue haciendo de la carrera docente una máquina para recompensar lealtades políticas, no se consigue nada. Y si usted le paga bien a los profesores y logra una profesión meritocrática, pero la persona tiene que repartirse en cinco escuelas, tampoco funciona. Hay que pensar en todos los incentivos, incluso los simbólicos.
-Habló de “meritocracia”. ¿Cómo se aplica este término en el ámbito educativo?
-Significa que la práctica en cierta profesión tiene que estar guiada por un saber experto y no por la improvisación. Por eso es tan importante la formación docente inicial, el hecho de que sea continua y que haya un código de ética. Si usted decide ser enfermero o médico y demuestra incompetencia, hay un colegio de especialistas para determinar si debe ser sacado de su rol.
-Muchos creen que la meritocracia es negativa, ya que la desigualdad social repercute en diferencias sustanciales en el acceso a las oportunidades. Ese “saber experto” no estaría al alcance de todos.
-Uno de los países donde hay mayor meritocracia en el ingreso a la profesión educativa es Singapur. Los maestros están bien pagados e ingresar a la carrera docente es tan difícil como ingresar a Medicina. El ejercicio de la profesión del maestro tiene que ver con el saber experto. Ahora bien, en la evolución de los sistemas educativos hubo un primer momento sin estándares: cualquiera podía enseñar. Luego, en una segunda etapa de “formalismo” se intentó que quienes enseñaban tuvieran algunos conocimientos puntuales. La tercera etapa fue con maestros más capaces, pero todavía con una postura rígida. Recién en la cuarta etapa se pudo personalizar la relación con los alumnos. Hay países que desde entonces incurrieron en retrocesos. Yo no profundicé en el sistema educativo argentino, pero siendo el creador de la escuela pública en América latina un argentino (N. de la R.: Domingo Faustino Sarmiento), me impresiona que haya habido tantos retrocesos. Debe haber otros intereses que han capturado el sistema educativo, por fuera de los niños.
-El federalismo, acá, genera un escenario desparejo y la gobernanza nacional es pobre. Hay alternancia política, pero la falta de consenso en proyectos educativos de largo plazo se vuelve obstaculizante. Nada indica que los profesores vayan a dejar de trabajar dos turnos y en modo “taxi”.
-El desarrollo de un sistema es un proceso evolutivo, en base a sus recursos. Comprendo que haya dos turnos porque el gasto por alumno en Argentina es muy distinto del de Finlandia. Cada docente trabaja el equivalente a dos profesores. Uno desearía que no fuera así, pero la realidad es la que es. Cuando uno mira la historia, todos los países pasaron por tener que ser más con menos. El tema de los recursos y la pobreza a veces son una excusa para no usar mejor lo que sí se destina a Educación.
-La ley Federal de Educación establece que se destine el 6% del PBI a Educación.
Eso está muy bien.
-Pero (informa el Observatorio Argentinos por la Educación) esa meta solo se cumplió tres veces en la última década.
-Claro… América latina tiene la memoria de una época terrible: los 80. Los países estaban muy endeudados y se aplicaron programas de ajuste que contrajeron el gasto público. Las áreas más afectadas fueron Salud y Educación. Recuerdo haber pisado el Palacio Pizzurno. Era todo tan triste. La desinversión en Educación…
-Con el 100% de inflación, el panorama quizás no sea muy distinto ahora.
-La lección de esa década perdida es que toma 30 años construir un sistema educativo, pero se destruye rapidito, en 5 años. Usted deja de invertir y la gente buena se le va: empiezan a manejar taxis, a trabajar en hoteles. Pero piense en 1945: había 2.800 millones de habitantes y solo dos de cada cinco personas habían pisado una escuela. Fue hace 80 años. Ahora hay 8.000 millones de habitantes y el 95% tuvo acceso a la escuela por un número de años considerable. Es la revolución silenciosa más importante que tuvo la humanidad.
-¡Usted es un optimista!
-Hay que reemplazar los profetas del desastre por los profetas de la esperanza. No se mueve a nadie diciendo que el mundo se está acabando. Es lo que pasa con el discurso del cambio climático. Una de las cosas que le ha permitido progresar al ser humano es la imaginación. Piense en la Declaración de los Derechos Humanos. Tras el exterminio del Holocausto, un grupo de personas dijo “un mundo mejor es posible”. Fue un ejercicio de poesía: imaginar un mundo que no existe. Decir “todos los seres humanos tienen derecho a la educación”. Hay que ver el medio vaso lleno. Sin menospreciar lo importante que es resolver las condiciones estructurales que limitan el sistema, hay que preguntarse cómo vamos a usar estas cuatro horas en que tenemos a los chicos adentro del aula.
De las atrocidades del nazismo a Messi: educación, democracia y trabajo en equipo
A los 64 años, con una parte de la vida en su natal Venezuela y la mayor parte, en Estados Unidos, las décadas de trabajo en Educación (en organismos de la talla de la UNESCO, el Banco Mundial o la Universidad de Harvard) hicieron de Fernando Reimers un gran observador.
Reimers, experto en Educación de Harvard, evaluó las posibilidades de Argentina de mejorar su sistema educativo.
En realidad, un agudo diagnosticador: “Cuando pienso en Argentina, pienso en Sarmiento. Para su época, fue un genio. Pero no me caben dudas de que en el contexto que está describiendo para Argentina debe ser una figura muy politizada”.
Entonces arrancó -cómodo- a hablar de política. Quizás porque la Educación está obligada a nadar en esas aguas. Él se zambulle: “Los temas del mundo siguen siendo civilización y barbarie… Yo tuve la suerte de nacer en Venezuela el año en que dejó de ser una dictadura. Tiene una de gobiernos autoritarios, pero cuando nací, el país intentó ser una democracia. La democracia es un sistema imperfecto, en construcción, pero la narrativa de la democracia da esa idea de que todos tenemos los mismos derechos. Y, entonces, aunque sea imperfecta, esta narrativa permite que emerjan personajes como Martín Luther King, por ejemplo, y generen grandes logros”.
La solidez de los sistemas democráticos son una gran preocupación para Reimers: “Hoy, en postpandemia, estamos rodeados de mercaderes de la crisis, educativa. No hay que olvidar que en la pandemia de 1918, el gran ganador fue un personaje considerado inicialmente un payaso político, que creció en pocos años: Adolf Hitler”.
-¿Sugiere que las crisis por el Covid representan una oportunidad para el surgimiento de determinados personajes? Hay quienes piensan que algo así podría estar pasando en Argentina…
-Claro. La democracia es muy frágil. La pandemia la debilitó aún más. Hay grupos neonazis que niegan la igualdad de las personas y promueven ideologías tóxicas, postulando la superioridad de unos sobre otros. El peligro del populismo intolerante se está viendo en todo el mundo. Y no tiene por qué ser de derecha.
Reimers matizó estos dichos con algunas de sus figuras de referencia. En particular, el escritor y ex político venezolano Luis Alberto Machado: “Es quien desarrolló en mí un interés por la Educación”.
“Su primera tesis es que la inteligencia y el talento no son innatos: dependen del desarrollo de oportunidades. Su segunda tesis, que si el talento no es innato, decía, la obligación de un Estado democrático es darle oportunidades a todos”, dijo, y subrayó: “Mi misión en la vida es avanzar a esto. Ayudar a desarrollar el talento de los chicos más marginales. El gran desafío es escalar. Que la Educación llegue a todos los niños”.
Para eso, debe ‘haber equipo’, concluyó: “No recuerdo si fue Messi o fue el entrenador, que en cierto momento dijo ‘ganamos todos’. No son los individuos. La valoración del equipo y del equipo contrario (sin el cual uno no puede ganar) es fundamental. El ser humano progresa cuando se une con los demás”.
Itinerario
Psicólogo nacido en Venezuela, Fernando Reimers se doctoró en Educación en Harvard, universidad estadounidense en cuya Escuela de Graduados dirige la Iniciativa de Innovación en Educación Global. Es docente de Educación Internacional y un prolífico teórico del mundo educativo, con 45 libros de los que es autor o editor. Asesora gobiernos, universidades, fundaciones y organizaciones educativas, integró la Comisión sobre El Futuro de la Educación de la UNESCO y trabajó en la Universidad Central de Venezuela, en el Instituto de Desarrollo Internacional de Harvard y en el Banco Mundial.
Al toque
Un libro: El Principito
Un referente musical: Andrea Boccelli
Un deporte: El ultimate frisbee
Un equipo: Los Red Sox (Medias Rojas)
Una bebida: El jugo de tomate
Una comida: El plato venezolano pabellón criollo
Un lugar: Las Cataratas del Iguazú
Un recuerdo: Participar en las obras de teatro de fin de curso en el Colegio Juan Jacobo Rousseau, en Caracas, donde inicié mis estudios.
Una pasión: Aprender de mis alumnos.
Un deseo: Un mundo en el que cada persona pueda ser arquitecta de su propia vida.