Por Eduardo van der Koy
El PRO ha convertido la elección concurrente porteña en un espectáculo poco decoroso. El verdadero significado de una coalición y la cosecha silenciosa de Javier Milei por errores ajenos.
Quizás la lucha por el liderazgo del PRO (y algo más), expresada en la disputa entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta por la elección en la Ciudad, esté ocultando en la principal coalición opositora asuntos más trascendentes. Difíciles de ser descubiertos porque aquella ambición (el ego del que suele hablar el ex presidente) se convierte en un gigantesco telón capaz de taparlo todo.
El primer punto es que aquella pelea en la cima del PRO irradia a la totalidad de Juntos por el Cambio. No por casualidad el radicalismo y la Coalición Cívica se sumergieron en el debate que nació después que el Jefe de la Ciudad anunció la realización de elecciones concurrentes en las PASO. Se trata de comicios únicos pero de doble vía: por un lado se elegirá el postulante para presidente; por otro, con boleta electrónica y urna separada, para la intendencia porteña. Todo en el mismo acto.
El problema central que aflora en esa discusión es la falta de convicción política entre muchos de los participantes acerca de lo que significaría una coalición. Laboratorio relativamente novedoso en la Argentina, bien desarrollado en el plano electoral. Que ha naufragado a la hora de la gestión. La tremenda crisis está a la vista. Pasó entre el 2015-19 con Cambiemos. Se reitera de manera patética con el dispositivo que inventó Cristina Fernández para encumbrar a Alberto.
El intercambio de acusaciones entre Macri, Patricia Bullrich y Maria Eugenia Vidal contra Rodríguez Larreta formarían parte solo de los artificios políticos. Cada uno de ellos dijo algo en su tiempo sobre la boleta electrónica o el cambio de reglas en medio de un proceso electoral sobre lo cual se desdicen ahora. El valor de la palabra pública. La mayor incomprensión sobre el espíritu societario que debe regir una alianza recaería en la idea del ex presidente de considerar al gobierno de la Ciudad como un patrimonio partidario.
Es cierto que, con gran habilidad, Macri transformó al territorio porteño en piedra fundacional del PRO que luego extendió por el país. La consolidación de Juntos por el Cambio llegó por la adhesión de otros socios. Son los que reclaman (UCR y la Coalición) una competencia en la Ciudad. Derecho difícil de ser discutido si prevalece aquel sentido societario.
En este punto, habría que detenerse en el reciente apartamiento electoral de Macri. Se esforzó en subrayar su prescindencia y en jurar que el próximo mandatario (suponiendo que sea del JXC) no será un títere. Como considera que Alberto lo es de la vicepresidenta. Pero su primer gesto ha sido “desilusionarse” porque Rodríguez Larreta no consagró a Jorge Macri, su primo, ex intendente de Vicente López, ministro del Gobierno de la Ciudad, como postulante hegemónico. La elección concurrente le abre también las puertas a Martín Lousteau, auspiciado por el radicalismo.Mauricio Macri recibióem el verano a Patricia Bullrich en Villa La Angostura. Luego hizo lo mismo con Larreta.
El gesto del ingeniero resulta reiterativo. En 2015 desautorizó a quien fue su vicepresidenta, Gabriela Michetti, cuando le planteó una interna a Rodríguez Larreta para la jefatura de la Ciudad. La dirigente de Laprida, Buenos Aires, después de cumplir su ciclo en el Poder Ejecutivo resolvió militar el ostracismo.
Esa historia plantea una enorme duda sobre el papel que aceptará Macri en un plano paralelo al del poder, si Juntos por el Cambio termina por destronar al kirchnerismo en octubre. No resulta un detalle menor si se piensa en la armonía imprescindible de la coalición para administrar una pésima herencia. ¿Cómo reaccionaría si el hipotético gobierno no puede encarar un cambio profundo y veloz, como pregona?
Esa es una reserva que tiene con Rodríguez Larreta. Podría sucederle también con Bullrich quien, nunca hay que olvidar, exhibe orígenes peronistas. Ahora acompaña a Macri con ese discurso y está en la hilera de los halcones. Jamás olvida el célebre teorema de Baglini (Raúl), el dirigente radical mendocino que una vez pontificó: “Cuanto más cerca se está del poder, más suele crecer el sentido de la moderación”.
Resulta imposible negar la importancia de la disputa por las candidaturas en un año electoral. También la definición de los liderazgos. La cuestión radica en la metodología y el contexto. El PRO ha convertido la elección concurrente de Rodríguez Larreta en un espectáculo poco decoroso. Sembrando una tensión generalizada y peligrosa en la alianza que brotó ni bien se abrió el plenario virtual que los macristas realizaron este martes. Juntos por el Cambio se inundó de rumores tóxicos.
¿El ingeniero haría público en un futuro su apoyo a Bullrich en las PASO? Especie de revancha. ¿Jorge Macri, encargado de fiscalizar el proceso electoral en la Ciudad, renunciaría a su cargo? No pareciera. El clima se enrareció y la unidad flamea.
También cabe interrogarse sobre el timming del Jefe de la Ciudad para salir a disputarle el liderazgo a Macri. Pudo haberlo hecho inmediatamente después de la derrota del 2019. Prefirió permanecer bajo su ala. El ex presidente, beneficiado por los desastres del Frente de Todos, recuperó identidad y fortaleza. Tanta, que pretende imponer condiciones después de su renuncia a la competencia por el segundo mandato. Rodríguez Larreta no habría hecho un cálculo correcto.
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El jefe de Gobierno porteño y precandidato a presidente anunció a través de un video en redes sociales el llamado a las elecciones “concurrentes”.
La discordia se desarrolla, por otra parte, en un contexto hostil. La opinión pública no parece atenta a aquellos enjuagues. Si la crisis en el PRO extendida a Juntos por el Cambio se mide en audiencia televisiva, los dirigentes podrían caer en la decepción. Ninguno de los canales de noticias tuvo el lunes un plus importante de espectadores en torno al episodio opositor.
Exactamente a la inversa de lo que ocurrió la semana anterior, con el crimen del colectivero Daniel Barrientos, en La Matanza, y la salvaje agresión a Sergio Berni, el ministro de Seguridad. Todos los canales registraron picos perdurables de audiencia. Incluso varios días después. La inseguridad atraviesa a la Argentina (no sólo el conurbano y Rosario); es la demanda popular que figura al tope junto a la inflación en todas las encuestas de opinión.
La coalición opositora ventila aquellos problemas, por otra parte, como si tuviera alguna seguridad, que no tiene, sobre su triunfo en las urnas en octubre. Ninguna encuesta la ubica cerca del 40% histórico que supo cosechar. Existe el factor del libertario Javier Milei cuya dimensión resulta difícil mensurar.
Afecta el crecimiento de JXC. Los expertos señalan que su figura estaría impactando en la caída de 6 puntos que el Frente de Todos exhibe desde noviembre hasta hoy. Números de un trabajo oficialista. Pellizca en ese mundo, aunque el grueso de la pérdida frentista fluiría hacia la abstención o la izquierda.
La ventaja del diputado libertario es bien clara sobre sus contendientes. No tiene historia política. No está obligado a debatir con nadie. El Gobierno y Juntos por el Cambio se encargan de formatearle el libreto. Toma recaudos: opina menos que antes para evitar el espanto que tantas veces producen sus palabras.
Fuente Clarin